dissabte, 1 de març del 2008

La abstención, el de la niña y la niña.

Señalaba servidor en el post de ayer las peregrinas concomitancias entre los descerebrados de ETA y los agitadores callejeros y mitineros señores Alcaraz y Aznar. Y decía asimismo que, tras el par de bombas, cabría esperar alguno de esos tostones ideológicos de la banda para beneficiarios de la primera de las ocho bienaventuranzas (Mat., 5, 3) que publica siempre gozoso Gara al que deben de parecerle profundas reflexiones que abren la vía del futuro al oprimido pueblo vasco. Pues ya está aquí el tostón de turno... llamando a la abstención.

Nueva coincidencia entre ETA y el PP. Precisamente ayer publicaba el Financial Times (gracias, Pedro) un reportaje en el que citaba textualmente al estratega electoral del PP, señor Gabriel Elorriaga diciendo que: "Toda nuestra estrategia se centra en las oscilaciones de los votantes socialistas. Sabemos que no votarán nunca por nosotros. Pero si podemos sembrar suficientes dudas sobre la economía, la inmigración y las cuestiones nacionalistas, quizá se queden en casa." Más claro, agua: de lo que se trata es de desmovilizar al electorado socialista (en general, de izquierda) porque, de otro modo, el PP no gana las elecciones.

La táctica es idéntica a la de la banda etarra aunque ésta la justifique como medida de combate revolucionario o alguna otra monserga de este tipo porque cree que así deslegitima el sistema democrático que considera en estado de excepción en Euskadi. Pues sí, es verdad, la mera existencia de esta organización de pistoleros ya supone un estado de excepción para muchísimos ciudadanos del País Vasco, sometidos a chantaje, extorsión, a la amenaza permanente. Por lo demás, la propuesta de abstención no es otra cosa que el recurso al pataleo: como no me dejan votar a los cómplices y encubridores de asesinatos, me abstengo para manifestar mi protesta. Muy bien. Como si hacen punto de cadeneta con los votos. La democracia no se resiente porque los tribunales excluyan de las elecciones a los asesinos y a quienes los amparan. Si acaso se resiente porque todavía hay gente de esa que no está en la cárcel.

La abstención que busca el PP tiene una justificación distinta: se trata de desmovilizar a los votantes de izquierda difundiendo falsedades sobre las magnitudes reales y tratando de provocar el desánimo en el adversario. El asunto es tan lamentable desde el punto de vista de las convenciones democráticas que los barandas del partido han obligado al señor Elorriaga a desmentir al Financial Times, un periódico que es legendariamente escrupuloso, con una declaración de la Oficina de Información del PP en la que el señor Elorriaga dice ahora que La campaña del PP está entre otros, centrada en atraer al votante socialista desencantado y, en ningún, modo en buscar la no participación. (sic). Esto de desmentir mintiendo es una de las raras habilidades de la derecha española, parte de su táctica del espejo. Como si el Financial Times fuera El Mundo. La autora del reportaje ya ha dicho que lo mantiene porque refleja lo que el señor Elorriaga dijo. Espero que el tal señor Elorriaga no nos obligue a decir quién nos merece más crédito, si una periodista del Financial Times o el señor Elorriaga.

Así pues, ya están juntos de la mano quienes propugnan la abstención: ETA, el PP y los sectores de la "verdadera" izquierda española. Por supuesto, la abstención es un derecho fundamental de los ciudadanos, equivalente al de votar (excepto allí en donde el voto sea obligatorio) y nadie tiene nada que decir al abstencionista. Sí, y mucho, a quienes piden o propugnan la abstención. Abstenerse uno mismo es algo que nadie puede cuestionar; predicar la abstención te mete de lleno en la refriega política y te sitúa en donde estás: con ETA y con el PP.

A este último le ocurre siempre lo mismo: dice o hace algo; se le vuelve en contra y pasa a decir con todo el papo que jamás dijo lo que dijo. Vengamos al famoso asunto del insulto del señor González al señor Rajoy, al que llamó imbécil. Inmediatamente la derecha mediática pone el grito en el cielo, los miembros del PP se rasgan las vestiduras y algunos sociatas de comunión diaria, como el señor Bono, lloriquean por los rincones diciendo que el señor González está arrepentido de lo que dijo. Es posible, pero me gustaría oírselo a él, al hombre que dijo que Aznar y Anguita eran "la misma mierda" y, que yo sepa, aún no ha pedido disculpas.

Como, por cierto, tampoco las ha pedido el señor Rajoy por haberse pasado cuatro años llamando al señor Rodríguez Zapatero Bambi, bobo solemne, incompetente, genuflexo ante ETA, agresor de las víctimas, traidor a las víctimas, rompedor de España, inútil y docena y media de lindezas más. Y si vamos a mirar la frecuencia de los insultos al señor Rodríguez Zapatero, los demás miembros del Gobierno, los del Partido, los simpatizantes y los votantes que todos los días se vierten desde la COPE, el torrente es abrumador. Así que ese apelativo de "imbécil" parece ser tan sólo una mínima parte de lo que este frente de insultadores de la derecha debiera escuchar.

¿Y cursi? ¿Es cursi un insulto? Porque el asunto de la niña que el señor Rajoy sacó a relucir la noche del debate es probablemente la mayor estupidez que vaya a escucharse en período electoral en muchos años. En el post del día siguiente al debate servidor decía: "¿Qué especie de tonto del nabo le escribió al candidato del PP la ñoñería de la niña que quiere que vaya por el mundo como caperucita roja? El mecanismo psicológico que pretendía justificar tal estupidez es elemental: muchacho, tú muestra los dientes en la primera ronda; muerde en la segunda y despídete después dando de comer a los pajaritos y besando bebés. No había terminado el señor Rajoy de hablar y yo no podía tener la risa." Bueno, por si acaso, ahí queda un ingenioso vídeo que demuestra a las claras cómo las ideas del señor Rajoy y de quienes le escriben estas sandeces están en estricta fidelidad al franquismo más ridículo. Véase:

Gracias, Pilar.