¿A qué se parece esta historia de las interminables negociaciones entre PSOE y PP sobre los posibles debates televisivos? A las negociaciones sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial. A las conversaciones sobre el Tribunal Constitucional. El modelo es siempre el mismo y se repite con estólida insistencia: siempre que el PP tiene la posibilidad de bloquear algún acuerdo, lo hace si no consigue imponer todos sus criterios aunque no tenga derecho a ello. Emplea la marrullería, el filibusterismo, da largas, enreda, falsea los datos, hace lo contrario de lo que dice y dice lo contrario de lo que hace, hastía a todo el mundo, muestra carecer de respeto por las instituciones y de interés en el juego democrático y torpedea cualquier entendimiento que facilite acuerdos y atienda al interés común.
En el caso de los famosos debates, está clarísimo que la derecha no los quiere. No los ha querido nunca. Sólo ha habido dos debates en la historia de la democracia española, los dos en 1993, gobernando el PSOE y con el PP en la oposición. En 1996, los socialistas volvieron a ofrecerlos y el PP los rechazó pretextando que no tenían que ser de a dos, sino de a más. En 2000 y 2004, ya con gobiernos de PP no hubo ni oferta. Ahora que vuelve a gobernar el PSOE se planean de nuevo pero me parece que no se producirán, pues el PP encontrará excusas para no celebrarlos. Y es lógico. No tiene el menor interés en debatir en público en un diálogo extenso. No es solamente que el señor Rajoy carezca de la agilidad dialéctica, la inteligencia y la rapidez de reflejos del señor Rodríguez Zapatero. Es que no tiene el menor interés en un ámbito público de deliberación y escrutinio. Como buen autoritario sólo está interesado en los soliloquios o en los intercambios parlamentarios en los que, por exigencias del reglamento, el diálogo es siempre monólogos paralelos y nunca se produce un debate realista y profundo.
Las excusas aducidas son inanes: contra toda razón y respeto a las instituciones, el PP rechazó de plano que uno de los debates se celebrara en TVE, dando a entender que la actual TVE tiene algún remoto parecido con aquel órgano de propaganda que él organizó poniéndolo en manos de un comisario político que era, además, diputado popular en el Congreso, el señor López-Amor, un sectario tan aguerrido como el señor Soriano, en cuyas manos puso la señora Aguirre su televisión.
Insiste asimismo el PP en que los dos debates se celebren en las dos cadenas privadas que son de su orientación política, Antena 3 y Telecinco. Lo extraño es que no quieran hacerlos en "Telefrade" y poner de moderador al señor Losantos. Con eso queda claro que la derecha no quiere debates televisados y trata de escurrirse de esta obligación democrática pretextando diversas patrañas.
Imagino que, pues no creo haya debate televisado, tampoco lo habrá en internet, como propuso en su día el director de 20 Minutos, Arsenio Escolar. La idea era buena y la blogosfera la ha apoyado, como es de suponer. Pero no me parece más viable que el debate televisivo. El PP no está interesado en debatir nada sino en monologar en los mítines, descalificar a sus adversarios y repetir sus consignas sin parar. De todos modos, si alguien desea sumarse a la iniciativa y firmar en pro del debate en internet, puede pinchar aquí.
Otrosí, entiendo que la mejor manera de contrarrestar la labor de zapa del PP sería incorporar al debate a IU, en concreto al señor Llamazares e, incluso, hacer ver a los populares que, si siguen boicoteando el evento, éste se celebrará entre los representantes de las dos fuerzas de la izquierda en el orden nacional, PSOE e IU. Esta IU no es la del señor Anguita, enfeudada en el PP por medio de los oficios del señor Ramírez, sino que se trata de una genuina fuerza de izquierda con la que estaría bien que el PSOE llegara a acuerdos.
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid comunico que un grupo de ciudadanos ha puesto en marcha una iniciativa para darse de baja en la Iglesia católica, para apostatar, en definitiva. Me parece una idea estupenda. A mí también me bautizaron por la presión social del franquismo, por obligación si quería ir al colegio y en contra de la voluntad de mis padres en lo que considero que es la mayor muestra de desprecio por los derechos fundamentales de la persona que quepa imaginar, consistente en hacerla miembro de una confesión religiosa con independencia de su voluntad. Así que aprovecharé la ocasión para darme de baja en esa congregación basada en el atropello de la libertad de conciencia. Quien quiera sumarse encuentra aquí el formulario de apostasía dirigido a su obispo.