¡Qué voluble es la política! ¡Qué veleidosas las fortunas de la gente! Hace un mes pensaba yo que los socialistas iban camino de ganar las elecciones de marzo con la gorra. Eran ya perceptibles sordos rumores de la sentina de la nave del Estado. Pero, a la vista de la increíble estolidez de la oposición del PP, servidor sostenía que algo muy grave había de pasar para que el PSOE perdiera las próximas elecciones. Bueno, pues está pasando. Los últimos datos económicos (tasas de paro e inflación e índice de confianza de los hispanos) no son una ducha de agua fría sobre las cabezas sociatas; son duchas de cyclon B, el gas con el que los nazis despachaban judíos a cientos de miles en los campos de exterminio, digan los negacionistas lo que digan. Es metafórico, claro, pero con dos meses raspadiños antes de las elecciones y la cuesta de enero por medio poco tiempo va a tener el PSOE para arreglar el desbarajuste y conseguir que el nueve de marzo no se cumpla la cruel regla electoral española de que en nuestro país las elecciones no se ganan: las pierde el otro.
El PP se ha lanzado a la yugular del PSOE, afirmando que el legado económico socialista será como el del señor González en 1996. Vaya por Dios. Aquí quiero ver a los adalides del Gobierno, que los hay a niveles de propagandismo institucional, explicando el asunto, justificándolo, desdibujándolo, lo que sea. Son los mismos que llevan dos años diciendo que lo malo del Gobierno del PSOE es que no sabe vender (metafórico por comunicar) sus éxitos. La cara se la dibuja el enemigo y, claro, se la dibuja a guantazos. Es curioso porque los que hablan de "incomunicación" (o "descomunicación", si se permite el neologismo) son los encargados de que eso no suceda.
Y mira que es fácil. Basta una ojeada al gráfico sobre paro en España del Ministerio de trabajo y asuntos sociales (arriba a la izquierda) para ver que, al respecto, España estaba mucho peor en 2003, tercer año triunfal del señor Aznar con mayoría absoluta.
Eso no es difícil de comunicar, vive el cielo. Pero es posible que la dificultad no esté en el objeto sino en el sujeto que ha de comprenderlo.
Más crudo lo tiene el PSOE con la tasa de inflación. Ahí sí que no hay salvación porque con ésta en un 4,3% según El País, cuando en 2004 terminó con un 2,3%, como puede verse en el gráfico que tomo del Real Instituto Elcano, la cosa ha subido dos puntos porcentuales, casi se ha duplicado y la gente lo nota y mucho. (Por cierto, cuando se dice esa simpleza de "los tiempos de Felipe González", obsérvese con qué tasas de inflación se encontró el señor González al llegar al poder, con 12,20%, y cómo lo dejó, con 2,35%, más o menos donde el héroe Aznar tras ocho intrépidos años de lucha por España, que lo dejó con un 2,25%. Ocho años para bajar la inflación una décima, mientras que al señor González le tomó trece para bajarla en diez puntos porcentuales. Bueno, pues la derecha ha vendido a la opinión la idea esa de "los tiempos de Felipe González" como los años del desbarajuste nacional. Eso es habilidad comunicativa estratégica y no la de los genios de la izquierda. Tampoco es tan difícil).
¿O sí? Con el ascenso de los precios (aunque la inflación sea más que esto) y los tipos altos de interés, hay un montón de gente que está empezando a pasarlas canutas y que se pregunta que si el Estado anda dando dinero para que los jóvenes puedan acceder a una vivienda de alquiler, por qué no a las familias ahogadas por las hipotecas. Y la cosa se complica. A ver cómo se defiende esa concepción providencialista de la política social del señor Rodríguez Zapatero, cuyo talante comunicativo ha acabado enfrentándolo con todos con los que se ha sentado a negociar algo: ETA, los nacionalistas catalanes y los ensotanados a los que estuvo haciendo cucamonas los últimos tiempos. Todo el mundo cabreado y las elecciones en puertas. Pues les va bonito o lo llevan claro, que se dice en dos formas castizas.