El cine es el arte más característica del siglo XX y probablemente también la manifestación más cercana que quepa pensar al ideal wagneriano de la "obra de arte total" ya que en él se dan (o pueden darse) cita todas las demás, desde el teatro a la música, desde la pintura a la literatura. Consecuentemente sobre el cine se ha escrito prácticamente de todo, ensayo filosófico, musical, literario, poesía e historia.
Era sólo cuestión de tiempo para que alguien descubriera y explorara la idea de convertirlo (el cine) en una especie de vademecum profesional del directivo informático. Que es lo que hace Pedro Maestre en este libro (Un informático en el cine, Madrid, Fundación Dintel, 2007). Esta Dintel es una fundación consagrada a difundir las ingenierías informática y de telecomunicación y el libro, una agenda parte de esa tarea. Su contenido se compone de trescientas sesenta y cinco películas de las que se recoge una ficha técnica (título en español y año, nacionalidad, intérpretes, guión, música, fotografía, dirección, producción y género) y una breve sinopsis comentada. Por cierto, estos comentarios son en muchos casos spoilers, esto es, que revelan el final de la película, incluso cuando es policiaca, de intriga o de misterio. Menos mal que la lista contiene películas clásicas y modernas y que lo más probable es que ya se hayan visto todas. En caso contrario, convendrá no leer aquellas que no se conozcan. Pero, en principio, es un repaso al dicho siglo XX y a la historia que uno ha vivido, a través de sus obras cinematográficas más representativas, lo que contiene un punto de nostalgia.
La selección de títulos no parece seguir orden alguno, salvo el que dicte el gusto del recopilador lo que, tratándose de cine, es un criterio tan bueno como cualquier otro. Se incluyen tres índices, uno de títulos, otro de directores y otro de intérpretes todos ellos por orden alfabético, si bien se trata de orden alfabético de nombres, que es una costumbre muy típica de la informática. Dado que es en los índices y clasificaciones donde la informática más relumbra, podría haber otros, uno por géneros, por ejemplo o por países. Por curiosidad lo he hecho yo a mano y, título arriba, título abajo, de las 365 me salen 276 películas estadounidenses, 27 británicas, 18 italianas, 16 españolas, ocho francesas, cinco alemanas y 15 de diversas nacionalidades (japonesas, suecas, danesas, argentinas, australianas y mexicanas), lo que refleja la realidad de las cosas, esto es, la abrumadora hegemonía del cine estadounidense en todo el mundo y en la selección que ha hecho el autor, con el que coincido aproximadamente en un ochenta por cien; en el otro veinte, hubiera recortado películas estadounidenses (especialmente de Clint Eastwood) y hubiera metido más cine francés, en especial de Renoir, Goddard, Chabrol o Truffaut. Pero eso va en gustos.
Lo más notable de la obra, sin embargo, y lo que justifica el título es el hecho de que, tomando cada película por separado, el autor añada a lo anterior un comentario, una "explicación" o "ilustración" de la película respecto a algo del mundo de la informática aplicada a la dirección de empresas. De ahí que hable del cine como parábola: de cada película se extrae una enseñanza que, al modo de los antiguos almanaques, consiste en la reflexión del día. El texto viene así a ser una especie de prontuario moral, breviario de recomendaciones, análisis estratégico, arte de saber vivir y manual de campaña, al estilo de los viejos tratados filosóficos, militares o de costumbres. Es curioso observar que aun tratándose del ámbito específico de la informática y la dirección de empresas, las enseñanzas combinan puntos de vista nuevos con los viejos postulados de la sabiduría ancestral: la importancia del comportamiento ético (a propósito de Excalibur, la de la tenacidad bien empleada (Moby Dick), el convencimiento personal (Ciudadano Kane), la flexibilidad ante situaciones comprometidas (Juana de Arco), el saber retirarse a tiempo (La condesa de Hong Kong), el valor de la amistad (Klute), no atarse al pasado y saber adaptarse a las innovaciones (El último mohicano), la autenticidad personal y el no dejarse doblegar por la opinión (Las cuatro plumas), tener claro el orden de prioridades (El puente sobre el río Kwai), la necesidad de atenerse a la legalidad y la moralidad (Vacaciones en Roma), etc.
No está de más que, aparte de los valores estéticos de las películas se subraye su valor instrumental y pragmático para la tarea de la dirección de empresas. El libro es, pues, útil por lo que revela acerca de un mundo poco conocido.