Como si de gordos tempranos se tratara un veintidós de diciembre, aún no ha empezado la campaña electoral y los partidos han largado ya las promesas más voluminosas. Ayer el señor Rodríguez Zapatero clausuró la Conferencia de su partido para hacer el programa electoral anunciando que, si ganan las elecciones, el Estado nos devolverá 400 euros de los que le pagamos hace unos meses como impuesto de la renta o IRPF. En realidad esto es lo mismo (aunque a otra escala) que lo que ha anunciado el señor Bush de devolver impuestos a los contribuyentes para hacer frente a la amenaza de recesión en los EEUU; sólo que aquí se hace para captar el voto de la gente.
¿Son lícitas o no estas prácticas? En principio, sí, aunque no sean muy elegantes. Dice el señor Arias Cañete que se trata de "comprar el voto con el dinero de todos los españoles", profunda observación que sería muy digna de tenerse en cuenta de no ser porque lo mismo cabe decir de las promesas del señor Rajoy de rebajar 1.000 euros de una tacada en el salario de las mujeres si es él quien gana las elecciones. Porque ¿con qué dinero piensa hacerlo? ¿Con el de su peculio? ¿Con el del señor Arias Cañete?
No menor importancia tienen las promesas de crear puestos de trabajo. Se recordará la metedura de pata de don Felipe González prometiendo crear ochocientos mil empleos, cuando lo único que sucedió al acceso de los socialistas fue que el paro aumentó. Se recordará asimismo cómo el señor Rodríguez Zapatero o alguno muy próximo a él, con cierta desmemoria, volvió a prometer setencientos u ochocientos mil puestos de trabajo. Pues bien, el señor Rajoy ha decidido dejarse de minucias y promete crear dos millones doscientos mil (2.200.000) empleos. Propongo que uno de ellos sea el de "atador de perros con longanizas", de recia estirpe ibérica.
Por lo demás, el mismo señor Rajoy ha estado ocho horas confesándose con el señor Ramírez en otra entrevista de esas maratonianas que no se hacen para desentrañar algún misterio o explicar el significado de algo complejo, sino para darse pote. El momento más simpático de este infumable interrogatorio es cuando el señor Ramírez pregunta: "¿Cuándo decidió usted que Gallardón no iba a ir en las listas? A lo que el señor Rajoy contesta: "Es difícil saber exactamente cuándo lo decidí". Y tanto, sospecho, puesto que no lo decidió él sino que se lo decidieron. Como casi todo lo que dice el señor Rajoy, es producto o está controlado por la Triple A (Acebes, Aguirre, Aznar) que es la que manda en el PP.