dilluns, 31 de desembre del 2007

La familia cristiana se manifiesta a desgana.

El arzobispado de Madrid llevaba semanas batiendo tambores para atraer a los fieles al "acto", la "gran celebración" (quiere decir, la manifa contra el Gobierno del PSOE) por la familia cristiana; lo mismo venían haciendo los medios más vociferantes de la derecha. Al final han ido unos ciento cincuenta mil, que no está mal, pero no es la lluvia de millones con la que contaban los organizadores. Contaban... y cuentan porque la Comunidad Autónoma de Madrid, cuya unidad de medida de la manifa propia es un millón, le ha adjudicado algo más de un millón a la de los curas por la familia. Los propios curas, en aplicación de la doctrina del milagro de los panes y los peces, hablan de dos millones de asistentes. Nada es imposible para Dios. Lo dicho, ciento cincuenta mil y ya es mucho para protestar por nada, porque nadie ataca a la familia cristiana.

La Iglesia dice que sí. En su última Carta Pastoral, Monseñor Rouco Varela razona del jesuítico modo siguiente:"Providencialmente, este acto tendrá lugar justamente cuando celebramos el XXV aniversario de la visita del inolvidable siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, que vino por vez primera a España en 1982. Quienes asistieron a la misa de las familias, celebrada muy de cerca de donde tendrá lugar nuestro encuentro, no olvidan la fuerza, la claridad y el amor con que Juan Pablo II anunció a las familias el plan de Dios sobre el matrimonio, la familia y las consecuencias que se derivan del mismo: la defensa de la vida (no al aborto), la unión indisoluble (no al divorcio) del matrimonio entre hombre y mujer (no al matrimonio homosexual), el significado trascendente del amor conyugal, el derecho insustituible e ineludible de los padres a educar a sus hijos (no a la educación para la ciudadanía) según sus propias convicciones." (Los paréntesis son míos).

Desde luego, la causa es una pura invención porque, lo dicho más arriba, nadie amenaza a la familia cristiana: nadie obliga a los cristianos a abortar, ni a casarse si son gays, ni siquiera a ser gays.

Está claro que les cuesta mucho, que es casi imposible que muchos católicos admitan que sus opiniones morales son eso, opiniones, y no una orden válida para todo el mundo o el imperativo categórico divino. Que ellos crean que debe dárseles un estatuto especial por cuanto son las opiniones de Dios (su Dios), aunque les parezca terrible injusticia, no los autoriza a imponérselas a los demás que es lo que intentan siempre, a toda costa, sin pausa ni descanso, como las termitas, termes o comejenes. Una plaga.

Está claro también que la jerarquía católica jugará a la ambigüedad por lo de la vela a Dios y al diablo. Después de la manifa de ayer el grupo Prisa ha empezado a desempolvar a los curas progres, los teólogos civiles y otras gentes de esta franja, dispuestas a resolver la situación como sea. Sólo de ese modo es posible ser cura y decir que los manifestantes de ayer no representan a la Iglesia, sino que se representan a sí mismos. ¿Qué diantres quiere decir que Monseñor Rouco Varela se representa a sí mismo cuando escribe lo que escribe y dice lo que dice como cardenal arzobispo de Madrid?


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