Ayer murió Josep María Guinovart, el último picassiano, artista salido de la nada, hombre del pueblo, pintor de brocha gorda que se fue refinando con el tiempo, mezclador de materiales y estilos, conciencia crítica de la época, animoso experimentador, puente entre la cultura literaria y la plástica, muralista, amante de la poesía y el teatro, figurinista, devoto de la religión de la humanidad, artesano de la creación, pintor de volúmenes, escultor de superficies, oteador de sensibilidades, reinventor de la realidad, crítico acervo de la ramplonería, sacerdote del genio, buscador de la libertad, estampador, mirada luminosa, franca, abierta; buena persona.
Descanse en paz.
Deja una obra importante en muy variados territorios.
(En la imagen, Homenaje a Allende, 1973)