Dice el señor Bono al nacionalista señor Mas en un convivio del Eurofórum que eso de las naciones es un "invento". Contesta el señor Mas que no está de acuerdo y que las naciones son un "sentimiento". ¡Qué lamentable manera la del político catalán de dejar pasar una ocasionaza! Era el momento de haber respondido: "Sí señor, tiene voacé toda la razón; empezando por la nación española". En fin, estoy en que la falta de ingenio debiera ser la primera razón de dimisión de los políticos.
¡La nación, un invento! Notable apotegma posmodernista que yo, que soy un español posibilista, podría suscribir pero, de ningún modo, el señor Mas o... el señor Bono. Claro que, como suele suceder con los nacionalistas españoles, el dicho señor Bono se refería en exclusiva a las naciones catalana, vasca, gallega y otras tribalidades periféricas pero no, nunca, jamás, faltaba más, jamás de los jamases, a la inmarcesible nación española, realidad objetiva e incontrovertible desde el comienzo de los tiempos por la que el señor Bono está, sin duda, dispuesto a derramar hasta la última gota de su sangre.
Que esto lo dijera el señor Savater, a quien España se la suda y sólo se interesa por el Estado, firme garante de los derechos de todos los ciudadanos, tendría sentido; pero no así si lo hace el señor Bono, a quien sucede con la nación española como al pez, que es el último en enterarse de que vive en el agua.