Es el nombre que le dan los franceses, l'américanisation du politique, según la cual los países europeos imitamos las formas, modos, enfoques, discursos y puntos de vista de los estadounidenses en materia política. En efecto, basta con mirar a los congresos y las campañas electorales, a las que ya sólo faltan desfiles con majorettes, los debates centrados en las imágenes y no en los conceptos, en las personas y no en las ideas. En algunos casos también se da un seguidismo en los contenidos. Mayormente en España. Los conservadores han concluido su conferencia finisemanal de proclamación de su candidato a la presidencia del Gobierno, el devaluado señor Rajoy, y lo han hecho con lo que piensan que son sus mejores fuegos de artificio, lo que suena a música celestial a todos los oídos, esto es, una reducción fiscal que beneficiará, según sus cálculos, a siete millones de contribuyentes; siete millones de votos que piensan haberse metido en el bolsillo. El otro día oí a la señora Aguirre, presidenta de la CA de Madrid, explicar a un periodista su fe en la curva de Laffer.
Eso de reducir impuestos y, a pesar de ello, aumentar los ingresos públicos (que es el milagro de la curva de Laffer) ya fue bandera electoral de Reagan en los años ochenta del siglo pasado. La americanización de la política llega con veinticinco años de retraso, pero llega. Y con tiempo suficiente para evaluar resultados. La presidencia de Ronald Reagan dejó el mayor déficit de la historia de los Estados Unidos. Y la culpa no es de la curva de Laffer ya que ésta no dice que a menos impuestos más ingresos públicos a secas sino a menos impuestos más ingresos públicos, hasta cierto punto llamado de equilibro y que en la curva corresponde a una presión fiscal con tipos del cincuenta por ciento. Por debajo de eso los ingresos también disminuyen. Otra cosa es que no nos importe, como parece sucedía con el señor Reagan, porque tenemos otros mecanismos compensatorios, esto es, subir los impuestos indirectos o dejar de proveer servicios públicos. Los dos están basados en una ley psicológica que ya había descubierto Keynes según la cual la gente encaja peor un descenso en su salario nominal que en el real. Triquiñuelas electorales que en países como EEUU funcionan, pero no es claro que lo hagan en otras partes.
En esencia, el debate sobre la presión fiscal es un debate sobre el tipo de sociedad y aquí se contraponen dos modelos, el europeo (especialmente europeo del norte), basado en impuestos altos y tupida red de servicios públicos de calidad y el estadounidense (conjuntamente con el japonés), basado en impuestos bajos y malos o inexistentes servicios públicos. En España que salió del sistema franquista muy americano pues no había presión fiscal alguna y los servicios públicos eran una pena, los españoles tienen la democracia asociada a la creación de un impuesto universal sobre la renta. No es muy seguro que crean en las exenciones fiscales, pues siendo España un país con baja presión en relación a la media europea todos suponemos que la rebaja fiscal se traducirá en un mecanismo compensatorio de algún otro tipo tan oneroso como el anterior o más.
No obstante esas promesas electorales de amplio aliento suelen ser muy bien recibidas y levantar coros de admiración. Es posible, es posible que la derecha se ocupe de los menos acomodados. La necesidad de conseguir votos es perentoria y los votos están en donde están. Puestos a ofertar en almoneda, el PP promete guarderías universales de cero a tres años de edad sin explicar cómo van a financiarlas ni caer en la cuenta de que esa medida está ya parcialmente prevista en los presupuestos de este año, pues fue una de las transacciones entre Izquierda Unida y el PSOE. ¡Santa María, el PP ganando por la izquierda a IU, en donde anida el siempre peligroso Partido Comunista de España! Aquí hay algo raro, ¿no? Las derechas deben de ver las elecciones muy perdidas.
La Conferencia ha soslayado los asuntos con los que el PP ha saturado la paciencia de todo el mundo a lo largo de la legislatura, en especial el España se rompe y el queremos saber. Que válgame el señor. El señor Zaplana quedó a cargo de aliñar la faena de salir airoso del barrizal de tres años, cosa que hizo con una elegante verónica mirando al gobierno: sobre el "Prestige", el Yak 42, el Irak y el 20-m el que ha mentido ha sido el gobierno. El resto del personal, a ganar las elecciones.
El señor Rajoy se envolvió en la bandera de la gran nación-no-hay-más-que-una, que le priva mucho, probablemente por la razón que apunta el doctor Johnson. Pero en este territorio de la fiel infanteria, el Gobierno ha ganado de calle aireando la bandera en los exclaves en territorio del infiel. Con su primera visita en 2006 y la de los reyes ahora, el señor Zapatero se ha ganado el apelativo cariñoso de Zapa el Africano, cosa que no es mucho en comparación con la gesta de Perejil, pero más de lo que cabía esperar de un socialista que, al fin y al cabo, siempre será un izquierdista.
Al final de la conferencia del PP da la impresión de que las posibilidades del señor Rajoy son como las que eran al comienzo de ella, esto es, bajísimas. Habrá que esperar a los próximos barómetros del CIS para calibrar el impacto de esta pólvora de artificio de la rebaja fiscal sobre la intención de voto. A mi modesto entender el señor Rajoy entró perdedor de las elecciones en la conferencia de su partido y sale igual de perdedor. Y eso que han debido de narcotizar al señor Aznar que no ha aparecido.