dimarts, 20 de novembre del 2007

Caleidoscopio del lunes.

Los lunes son días trepidantes. Las líneas de acción y reacción van y vienen y los rostros suceden a los rostros en los televisores que casi parece una carrera. De la conferencia del PP en el finde para lanzar al candidato señor Rajoy nunca más se supo. A este ya no lo lanzan ni con catapulta, sobre todo después de la puñalada trapera que diz que le asestó el domingo el señor Ramírez desde su periódico dándolo ya por amortizado.

Lo único de esa Conferencia que revoloteó algo en las ondas fue la promesa de los dieciséis mil exentos que cayó como un pato gordo ante el rifle del ministro Solbes, quien cuantificó el lucro cesante estatal en veinticinco mil millones de euros y preguntó con sonrisa florentina con qué pensaban compensar.

Cambio de escenario y vemos al señor Acebes explicando la curva de Laffer: a menos impuestos más consumo de la gente y mayores ingresos para las arcas públicas, sobre todo si subes los impuestos indirectos, que es lo que se suele hacer. Ese discurso vino acompañado de un ataque al PSOE digno de reseña. Afirmaba el señor Acebes que el PSOE quiere ingresos públicos para financiar sus campañas de autobombo. De eso hay pocas pruebas (aunque algún caso habrá), nada en comparación con las fastuosas campañas de propaganda que organizaban los ministerios del PP, sobre todo el del señor Zaplana.

El PSOE tenía que defenderse de la acusación de haberse vuelto a ver con ETA, retornando a las andadas de la infausta negociación. Crecido que se estaba el señor Mayor Oreja que viene vaticinando eso mismo. Y ahora era corroborado por El Mundo. Nada menos. Parece, no obstante, que es noticia falsa, pero destinada a caldear el ambiente para la próxima manifa de la AVT del señor Alcaraz, que vuelve a la carga con la regularidad del Tenorio, aunque con peor facha. Facha de rostro, no crean.

Para desmentir salió el ministro del Interior, a quien debió de parecerle que, ya que estaba allí desmintiendo los contactos, por qué no lanzar una bomba fétida en el campo enemigo. Así que dijo que ETA jamás preguntó por los ("sus", creo haber oído al Ministro) presos. Ahí queda eso, que parece concebido en un instituto de investigaciones sobre propaganda y guerra de nervios. A ver cómo reacciona el llamado "colectivo" de presos etarras que, hayan asesinado o no, se consideran presos políticos. Quieras que no, Koldo, la vida pasa.

La inevitable nota vasca vino con un artículo del señor Ramón Jáuregui en El País, titulado PNV, anatomía de una crisis (pongo el enlace pero no estoy seguro de que funcione ya que estos de El País no se aclaran sobre si van en abierto o no), en el que sostiene que el plan Ibarretxe no es más que la aplicación práctica del programa de ETA, autodeterminación y territorialidad porque sí, "a la vasca" o, como decía un periódico inglés dando cuenta hace unos años de un asesinato de un magistrado en plena calle de un tiro en la cabeza, basque style. Referéndum de autodeterminación basque style. Pues eso, la gran esperanza de ETA es el señor Ibarretxe y viceversa. ¿Cómo no lo entendieron antes?

Del nacionalismo vasco suele la crónica nacional pasar a las regiones celestiales, que son similares. Y ahí estaba Monseñor Blázquez ("un tal Blázquez") presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) diciendo en su alocución de despedida del cargo, de modo indirecto y con circunloquio, como el que no quiere la cosa, de un modo serpentino, que la Iglesia tendría que pedir perdón por lo que hizo mal en el pasado en España. Ahí topa Monseñor con la Iglesia. Y no es poco topar. Que si una vez hubo un "Tarancón al paredón", hoy puede darse un "Blázquez, que te aspen". Porque, ¿de qué tiene que pedir perdón la Iglesia? No de haber asesinado a este o aquel miliciano o de haber bendecido los fusilamientos, sino de haber apoyado a uno de los bandos, de haberse identificado con él, de ser ella misma bando, con olvido del mandato cristiano con respecto a la reconciliación con el hermano que es cosa muy pertinente en una guerra civil. Y, si hace eso, a ver cómo sigue luego con el proceso de canonización multitudinaria que inició con pompa y boato en San Pedro hace unos días. Monseñor, que os perdéis.

Ya los gobernantes no necesitan el palio eclesial. Vienen otros a traerlo. Estaba refulgente el señor Rodríguez Zapatero, siendo amparado por la sombra protectora de un ex-presidente estadounidense ya que el incumbent no lo quiere nada. De hecho, el señor Rodríguez Zapatero se refirió al señor Clinton como "Presidente". El palio presidencial lo ha cobijado, aunque sea de un ex. Claro que no nos ha salido gratis. Menudos son los gringos. Clinton quería que España contribuyera a su fundación sobre medio ambiente, Initiative Clinton, venía a hacer lobby, a echar unas risas con el Rey en un restaurante privado y a llevarse una pasta. Y debe de haber sido respetable porque se ha hecho lenguas de la política mediambiental de España, acerca de la que sospecho que no tiene ni guarra. Cómo es la vida, ¿verdad? Por cierto, ¿se ha observado el exquisito cuidado del señor Clinton en no abordar nada que toque de lejos la política de su país? Ni palabra. Ahora comparen Vds. con el señor Aznar. Esa diferencia entre los señores Clinton y Aznar es la que los demás españoles queremos suprimir. Pero los aznares no nos dejan.

Al cierre, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, ese organismo de impronunciables siglas, suspendía la cotización de la inmobiliaria Astroc, que ya venía perdiendo a lo largo de la jornada. Reaparece la sombra de la crisis del sector, que se cierne sobre el plácido señor Solbes y todo el mundo cruza los dedos para que eso que ya se adivina que es inevitable y llaman "el aterrizaje", no sea brusco; vamos, que no se nos caigan los ladrillos sobre la cabeza como el templo a Sansón. Y es que es difícil acostumbrarse a la idea de que la teoría de la "sociedad del riesgo" nos afecta tanto a nosotros como a los habitantes de Tabasco o de Bangla Desh.

(La imagen es una ilustración de Boticcelli para la Divina Comedia y representa el infierno con sus correspondientes círculos en los que Dante metió a muchos de sus contemporáneos, como si fuera el mismo Dios, incluido su maestro de niño. Cómo lo odiaría.)