divendres, 2 de març del 2007

Uuuuuffffff.

¡Santo cielo, qué Cristo montaron ayer los ultras con la salida de De Juana! Y no quiero imaginar lo que vomitarán hoy los monagos por la COPE. Circulaba servidor por Madrid y oía al señor Rajoy por la radio abroncando, conminando, exigiendo al señor Rodríguez Zapatero todo lo que se le pasaba por la mente y soltando trapo demagógico sobre los 500 años de historia de la nación española, humillada y vilipendiada por un gobierno de vendepatrias miserables, genuflexos ante ETA que está riéndose de todos los españoles... Pero ¡qué cantidad de majaderías puede llegar a decir esta gente! Y el tono, el timbre, la entonación crispada, mordiendo las palabras de ira y altanería. En verdad, son peligrosxs. Están movidxs por el odio.

Ayer azuzaron al personal y hoy seguramente van a seguir. Las organizaciones de extrema derecha andan convocando manifas ante los ayuntamientos, creo, y las declaraciones siguen a las declaraciones: rabiosxs, histéricxs, fuera de sí. La demagogia y la hipocresía desbordan todos los diques. Las portadas de sus periódicos sueltan espuma, las encuestas de todos, incluidos los medios civilizados, como El País o 20 Minutos, dan cifras que ponen los pelos de punta y comentarios que casi invitan a pedir la expatriación. Se han lanzado sobre los medios con el rollo ese que se han inventado de hacerse pasar por izquierdistas, socialistas, votantes progres "arrepentidos". Es táctica próxima a la de la quinta columna, que también fue una invención suya.

No voy a perder un minuto en decir que aplaudo la decisión adoptada por el Gobierno y lo único que le reprocho es que no la tomara mucho antes, cuando correspondía, esto es, el día en que De Juana cumplió su condena de acuerdo con la ley. Pero sí lo voy a perder en decir que si esa decisión no se hubiera adoptado y De Juana hubiera muerto en la cárcel, los asesinos hubiéramos sido nosotros; y la nación esa de 500 años aparentemente ultrajada que necesita del concurso del potente brazo de un Rajoy para defenderse volvería por donde acostumbra, por la injusticia, la arbitrariedad y el crimen. Porque mantener a un hombre en la cárcel cuando ya ha cumplido su condena es un crimen, se ponga el señor Rajoy como se ponga, y sus seguidores, sus periodistas, los individuos que exhiben banderas fascistas ante el ministerio del Interior (como puede verse en la foto de El País) y, por supuesto, las víctimas, que tienen todos los derechos del mundo, excepto el de obligarnos a los demás a tragar y a sustituir el Estado de derecho por la venganza y el odio.

Quienes ayer y, supongo, hoy, vociferaban y vociferan contra el gobierno querrían que el etarra muriera entre barrotes. Era su preso, su rehén, se lo han birlado y se revuelven contra quien juzgan culpable como fieras. Pero ¿qué país es este? ¿Por qué tenemos que aguantar que una minoría imponga a gritos y con amenazas su espíritu revanchista? Porque, a todo esto, es una minoría. Aunque fuera mayoría tampoco sería de recibo esa actitud estridente e impositiva pero es que, además, es una minoría. Una minoría capaz de todo, bien se está viendo, pero minoría. La inmensa mayoría de la gente se mantiene ecuánime, sin esos falsos desgañitamientos que huelen a oportunismo electoral a la legua.

Así que, ni caso, que se cansarán cuando vean que sólo consiguen retratarse como el club del odio, la venganza y la ilegalidad. Que sigan azuzando a las turbas, a ver si provocan un enfrentamiento mayor del que ya hay y a ver si amedrentan a la gente. Los demás, tranquilos, que el voto es secreto. La junta de tratamiento competente ha hecho muy bien, el juez de vigilancia penitenciaria también y el ministro correspondiente así mismo. Los que no hicieron bien en su día fueron los jueces que condenaron injustamente al etarra bajo la presión de lxs mismxs que ahora la redoblan presas de la ira porque el Gobierno no cede a ningún chantaje. Al suyo, tampoco. Lo cual me parece digno de encomio