Tiempos de tanteos. Colau agradecerá la ayudita de El Confidencial que la convierte en protagonista de las negociaciones, siendo así que lo es y como tal ejerce, Ernest Maragall. Son cosas que pasan. La foto tiene también una lectura coreográfica suculenta.
El discurso de los comuns en Barcelona (el de Colau) es ladino. El de la CUP, Guanyem Girona, (el de Salellas) es torpe y contraproducente.
Para verlo, permítase una pequeña digresión sobre la política catalana hoy, aquí, ahora mismo; no en años pasados o en nebulosos futuros. Aquí y ahora.
Aquí y ahora en la sociedad catalana hay dos fracturas. Una, más o menos común a todas las sociedades, entre la izquierda y la derecha; la otra, específica solo en algunas sociedades, entre el independentismo y el unionismo. El conflicto izquierda/derecha tiene su importancia, claro, pero se mueve en parámetros habituales en las sociedades industriales: una derecha extrema, otra liberal, otra demócrata cristiana, otra populista; un centro más o menos bien dibujado y una izquierda municipalista, otra anarquista, otra comunista, otra democrática radical, otra socialdemócrata. Y algunas otras opciones minoritarias ecologistas, animalistas, feministas, etc.
Pero hay hay un factor que obliga a reconsiderar este idílico panorama: el factor nacional. El conflicto independentismo/unionismo hiende el sistema de partidos en Catalunya introduciendo variantes que no cabe ignorar so pena de no entender nada. Por ejemplo, la derecha liberal, como la izquierda municipalista y la radical, aparecen divididas entre una versión independentista y otra unionista. JxC agrupa partidos conservadores como puedan serlo los españoles, pero que se diferencian de ellos en la cuestión nacional. Podem y los comuns serán muy municipalistas, pero no independentistas, como si lo es la CUP. Salvando distancias siderales, ERC puede compartir objetivos con el PSC, pero su independentismo es una sima infranqueable entre ellos.
No es exagerado decir, pues, que la fractura independencia/unión es dominante en la sociedad catalana y así lo entiende la mayoría de la población que evidencia reiteradamente su voluntad de independencia. La última vez, el domingo pasado, en que el independentismo venció al unionismo claramente en Barcelona. Ese dominio, esa hegemonía, esa mayor importancia de la cuestión nacional sobre la fractura izquierda/derecha es el eje de la política catalana ahora mismo: por esa hegemonía hay personas exiliadas, presas, embargadas por razones políticas; por esa hegemonía hay en marcha una farsa judicial equivalente a una causa general contra el independentismo; por esa hegemonía, el independentismo acaba de ganar limpiamente las elecciones a la Cámara de Comercio de Barcelona.
Volvamos al discurso de las "coaliciones de izquierda" que proponen en Barcelona los comuns y en Girona los mismos y la CUP. ¿Qué sentido tiene hipostasiar la contradicción izquierda/derecha cuando la independencia/unión es abrumadoramente hegemónica y eje de la vida política catalana? El debate izquierda/derecha, desde luego, es muy importante, pero ¿qué sentido tiene darle mayor importancia que al que es vivido más a fondo por más gente sino el de intentar taparlo, oscurecerlo, que no aparezca? Es maravilloso que en el larguísimo video de autobombo de la alcaldesa Colau no se mencione ni una vez el independentismo o la independencia.
Los discursos de Colau y Salellas se hacen lenguas de las posibilidades de gobiernos "de izquierdas", progresistas, con políticas avanzadas, sociales, etc., políticas valientes contra "las derechas". ¿Qué derechas? ¿Las españolas o las independentistas catalanas? Las dos, sin duda. Por eso la invocación a las "izquierdas" y la erradicación de toda referencia a la independencia, cuestión extraña, lejana, irrelevante, como la llegada del Mesías. Vayamos a lo tangible, lo inmediato, lo práctico. Todavía no han dicho lo de "los problemas que de verdad importan a la gente", prefacio a lo de "la Constitución que nos dimos entre todos", pero les falta el canto de un duro. (¡Ah, aquellos duros de plata, que caían de canto!).
Seamos realistas, como Cándido, y "cultivemos nuestro jardín". Esto no es ya ignorar la independencia; es ir contra ella con falacias e ilusiones.
Seamos realistas, como Cándido, y "cultivemos nuestro jardín". Esto no es ya ignorar la independencia; es ir contra ella con falacias e ilusiones.
Este discurso "de izquierda" local debe explicar qué margen de autonomía progresista piensa disfrutar en las condiciones autonómicas que nos han traído hasta aquí. Y no solamente eso: también habrá de explicar cómo se ganará el corazón de ERC, pilar imprescindible del pacto "de izquierda". Su propuesta no es una bagatela: ERC ha de olvidarse de su alma independentista (y, de paso, la republicana) y ejercitar la izquierdista en amor y compañía con el PSOE, partido del 155 y responsable de tener en la cárcel y en el exilio a su gente. No sé si la probada paciencia cristiana de Junqueras, presidente de ERC, lo llevará a aceptar esta ofensiva indiferencia con la resignación con que Job recibía los castigos del Señor. Se me hace cuesta arriba creer que lo acepte su partido y fuera totalmente de mi alcance que lo hagan los electores.
En el caso de Colau, el discurso es ladino porque no solo oculta la finalidad antiindependentista, sino que pretende convencer a ERC de que necesita un pacto "de izquierdas" que no necesita. Maragall será alcalde en segunda como lista más votada salvo que los "izquierdistas" de los comuns y el PSC introduzcan new game in town contando con los españolazos de C's para dar mayor salero a la aventura. Pero, para eso, han de atreverse.
En el caso de Salellas, el discurso es torpe porque quiere introducir una cuña en el independentismo, poniéndose en manos de los unionistas al pedir los votos o, cuando menos, la abstención del PSC. Una propuesta de pacto ERC/Guayem/CUP para desbancar a JxC sería legítima, incluso ahora, si no precisara la intervención arbitral del unionismo; un unionismo que, como dice Iceta, está dispuesto a hacer "lo que sea" para que Barcelona no tenga un alcalde independentista. Pues no te digo nada en Girona. La propuesta no es legítima, aunque sea legal. No es legitima desde la legitimidad del mandato del 1-O. No puede ser que haya más distancia entre dos independentistas que entre un independentista y un unionista.
En el caso de Salellas, el discurso es torpe porque quiere introducir una cuña en el independentismo, poniéndose en manos de los unionistas al pedir los votos o, cuando menos, la abstención del PSC. Una propuesta de pacto ERC/Guayem/CUP para desbancar a JxC sería legítima, incluso ahora, si no precisara la intervención arbitral del unionismo; un unionismo que, como dice Iceta, está dispuesto a hacer "lo que sea" para que Barcelona no tenga un alcalde independentista. Pues no te digo nada en Girona. La propuesta no es legítima, aunque sea legal. No es legitima desde la legitimidad del mandato del 1-O. No puede ser que haya más distancia entre dos independentistas que entre un independentista y un unionista.
Hablar y hablar sin parar de "la izquierda" no sirve de nada. En concreto, aquí y ahora, cuando se invoca la izquierda con añadidos elegantes como progresista, transparente, avanzada, social, etc., exactamente, ¿de qué izquierda se está hablando? ¿La municipalista? ¿La anarquista? ¿La comunista? ¿La republicana (en sentido "cívico", claro, ya que el institucional es tan anatema como la independencia)? ¿La socialdemócrata? ¿La izquierda liberal?
De lo que se está hablando es de frenar la independencia.
De lo que se está hablando es de frenar la independencia.