En el madrileño teatro Muñoz Seca se representa una simpática versión de La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne. La trae el grupo Excentric y es una adaptación de la francesa que, según parece es un éxito en París, con 10 años en escena y más de un millón de espectadores.
La versión escenifica el fabuloso viaje alrededor del mundo de Phineas Fogg y su criado, el parisino Passepartout, aquí españolizado como Picaporte, lo que se acerca al significado del francés, que es llave maestra. Lo hace con total minimalismo, con un único escenario en el que aparecen a veces unos cubos que simulan asientos y está provisto de una cortina, a modo de telón interior que sirve para cambiar los cuadros y tiene un aspecto como de guiñol.
Es el espíritu de la versión, extraordinariamente rápida, con diálogos chispeantes y elementos de farsa grotesca. La obra descansa en los cinco actores, que representan a muchos otros; en realidad cuatro, pues Fogg solo se representa a sí mismo. Es parte de su conocida imperturbabilidad. Es la mímica, y el movimiento los que imprimen el ritmo a la obra cuya representación recuerda mucho la Commedia dell'Arte italiana, pasada aquí seguramente por la Comédie française. Uno cree estar viendo personajes como Pantalone, Colombina, Il dottore, Arlequín, Polichinela.
La farsa se remoza con las continuas referencias a la actualidad española, con lo cual esta vuelta al mundo en ochenta días se entrevera con burlas y chanzas de la actualidad que hacen reír a la gente de buena gana. Es el teatro de chirigota, con elementos goliardos e irrespetuosos. El momento en que la princesa obstaculiza una foto que se quiere hacer a la reina Victoria es impagable.