¡Vaya manera de festejar la feliz Navidad! Ahí están todos con gesto torvo y caras de pocos amigos. Los sondeos, previsiones y encuestas los tienen asustados y furiosos. A ver si, al final, realmente, se han cargado el país. ¡Ah, no, que ahí planta la ministra de defensa el ademán de "estos son mis poderes". El presidente de los sobresueldos amenazando, para variar.
No falla: siempre que gobierna la derecha hay autoritarismo, reacción, desgobierno, corrupción y, al final, bronca. Como en este caso, con una bronca que viene como anillo al dedo para tapar el caso más asombroso de corrupción política desde los Austrias. Si no fuera porque la situación es desastrosa y hay mucha gente pasándolo mal, esta asociación de presuntos malhechores mueve a risa. Tan serios, tan formales, tan de la Gürtel, con los finiquitos en diferido, los discos duros destrozados a martillazos y las ristras de expedientes incriminatorios que vuelan de los archivos. Es la tragicomedia española.
Porque tener gente exiliada y encarcelada (y más que se avecina en el futuro judicial) no es de recibo. Y mucho menos amenazar con que así seguirá siendo si la ciudadanía se obstina en votar mayoritariamente lo que al gobierno no le gusta. Pues, en efecto, ahí está el presidente de la Gürtel, afirmando que se cumplirá la ley en Catalunya, ley que su propio partido, el que él preside, no cumple. Si la cumpliera no estaría procesado, al igual que docenas de sus dirigentes, como podría estarlo él si los avatares judiciales de sus amigos así lo provocaran.
Esa declaración es equivalente a decir: ustedes voten lo que les dé la gana que yo no reconoceré los resultados que no me gusten. Y se lo haré notar prolongando el estado de excepción en Cataluña, interviniendo de nuevo la generalitat, clausurando sus órganos representativos, destituyendo a sus gobernantes y encarcelándolos si se tercia. Si ganan los independentistas y pretenden aplicar su programa, dictadura y sanseacabó.
Un déja vu, que dicen los políglotas, una repetición o rimeic, en castellano actualizado. Cataluña era como Sísifo, condenado a subir la roca a lo alto de la montaña solo para verla rodar luego hasta el valle y vuelta a empezar. Pero alguna vez había de llegar en que Sísifo, llegado a la cima, sujetara la roca e, irguiéndose con ella sobre la cabeza, simbolizara la I de la independencia.
Es la figura de Sísifo liberado que, en la prosa cotidiana, se llama las elecciones de hoy en las que se vaticina una mayoría independentista. Así lo acepta el gobierno (como puede verse por sus caras de alegría) y por eso, M punto Rajoy, avisa a los "futuros gobernantes" de Cataluña del 155 ya que avisar a los otros sería redundante. La conclusión es obvia: Sísifo liberado provocará la dictadura en España. Una situación que España no puede permitirse en la UE. Ni a corto plazo. La delicada situación económica y financiera del país apenas le deja margen de maniobra frente a las presiones internas y externas, especialmente comunitarias, para llegar a un entendimiento. Ello mediando una negociación bilateral y de igual a igual.
Se puede objetar que esta vía suspende la Constitución y es cierto (aunque no muy grave), pero es que lo mismo hace el 155. Con una diferencia: la vía de la negociación construye; la del 155, destruye.
Una última nostálgica conclusión: a los catalanes les ha costado 1.000 heridos, mobiliario destrozado, multas de toda forma y cuantía, persecuciones, procesamientos, encarcelamientos y exilios conseguir lo mismo que consiguieron los escoceses tras una breve negociación con el gobierno británico. Un referéndum de autodeterminación. Por supuesto, Rajoy niega que sea tal, que sea de autodeterminación, que sea un referéndum y hasta que sea "un". Pero lo es. Y con un mérito enorme porque se da en unas condiciones bochornosas de desigualdad de la parte más débil.
¡Ah! Y deciden solo los catalanes, dicho sea sin ánimo de molestar.
¡Ah! Y deciden solo los catalanes, dicho sea sin ánimo de molestar.
Así que hoy se ve si Sísifo se libera o ha de volver a bajar en busca del maldito peñasco.