Claro, es lo más lógico. Un plan B y un plan C y D y E, y así. Sería un irresponsable quien, en una situación de incertidumbre no previera respuestas a cuantas eventualidades se le ocurrieran. Pero al tiempo interesa negarlo por no dar muestras de debilidad. Decir que no hay plan B forma parte del plan A: referéndum sí o sí.Y que no haya vacilaciones. Pero, aunque no haya ninguna, la eventualidad de que el gobierno aborte el referéndum no puede descartarse y para ella habrá diversas propuestas. Una de ellas podría ser la que anuncia El confidencial de elecciones anticipadas de carácter plebiscitario con lista única de indepes. Seguramente habrá otras y otros planes, incluso una DUI. Dependerá de la forma en que el gobierno haya abortado el referéndum, si lo consigue.
Así que plan A: referéndum a toda costa. Adelantando acontecimientos, Turull dice que el Parlament no acatará la suspensión de la Ley del Referéndum. Aunque muchos se hagan de nuevas, la doctrina no es de ahora. Hace meses que la Generalitat viene advirtiendo de que no acatará la suspensión de la autonomía.
La desproporción de fuerzas a favor de David contra Goliat es clamorosa: un movimiento independentista con fuerte arraigo social transversal (nunca visto hasta ahora) con el gobierno y mayoría absoluta parlamentaria, con un mandato específico y voluntad política de cumplirlo. Frente a ello, Goliat es un Estado desvencijado con un gobierno desprestigiado por la corrupción, en minoría parlamentaria, con un apoyo social exiguo, sin iniciativa política y una oposición fragmentada, formando un sistema político en crisis sin proyecto político alguno para el país.
El coste de impedir el referéndum crece por momentos. El pobre Goliat puede acabar convertido en Sansón: al impedir el referéndum destruirá el templo de los filisteos que le caerá sobre la cabeza.