Tengo entendido que sobre esta película pesa un amago de boicoteo del público "nacional" a causa de unas declaraciones del director, Fernando Trueba, al recoger el premio nacional de cinematografía 2015: "Nunca me he sentido español". El dicho público "nacional" lleva esto siempre por la tremenda y las redes se llenaron de insultos, peticiones de boicoteo y recordatorios de que Trueba es un cineasta tan subvencionado por los organismos públicos como los demás. Es lo malo que tiene aceptar premios. Los artistas, los creadores no deben tener mecenas porque pierden libertad y, sin libertad, no hay creación. La cuestión de que el Estado tenga un "ministerio" de cultura es una polémica abierta. En todo caso, no cabe olvidar que mientras los escritores o los pintores pueden realizar sus obras con escasos medios, los dramaturgos y, sobre todo los cineastas, requieren capital, una estructura empresarial, producción industrial. Los músicos están en las dos condiciones. En estos casos, los patronazgos estatales tienen un interés económico nada desdeñable. El propio Trueba dice estar encantado con el premio porque viene acompañado de apreciable dotación económica. El hombre es sincero: no se siente español y le viene bien la pasta. Eso pone a cien a la brigada "nacional".
No seré yo quien opine sobre la "españolidad" de Trueba pero sí afirmo que quien ha hecho esta película conoce perfectamente España. O, si se quiere, una de las dos Españas. Y con eso, ya podemos hablar de la peli, de la que, por cierto, he leído críticas generalmente desfavorables ya en aspectos puramente cinematográficos. Pero me da la impresión de que ese rechazo oculta el desconcierto e la irritación de quien no acaba de entender lo que ha visto y le han contado. Porque la película es redonda, rapidísima, bien ensamblada, bien contada, trepidante, llena de ingenio (a veces algo basto), jugando magistralmente con la superposición de planos narrativos distintos del rodaje del film sobre Isabel I ("Reina de España") en la realidad de la España de los años 50. A más de esta complicada estructura, la película está plagada de claves de una España (la franquista), vista por la otra (los derrotados de la guerra y los clandestinos), de símbolos fuertemente anclados en las culturas de sus respectivas patrias. Ya solo la reproducción de la portada del NO&DO, el "noticiero"-parte semanal que todas las salas de cine tenían que proyectar- junto con otros documentales extranjeros requiere descodificacion. Y, por útimo, lo más complicado es que otras claves están fuera de la película. Una de ellas es el film "padre" de este, La niña de tus ojos (1998), también de Trueba, con algunas de las actrices, actores de este. La otra, el nudo mismo del argumento, la evasión de dos presos izquierdistas en trabajos forzados en Cuelgamuros, que reproduce la histórica real de la fuga de Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana en 1948.
Empezando por la segunda. Fue un golpe de mano producto de la audacia, la juventud, la rebeldía de un grupo de jóvenes: Barbara Probst-Solomon y Barbara Mailer (ambas, por entonces de unos 18 años), la hermana de Norman, quien puso el dinero para comprar el coche, de acuerdo con Francisco Benet, hermano a su vez de Juan Benet. Lo planearon y lo ejecutaron. Cruzaron el país con los dos fugados. El coche se averió y tuvieron por mil aventuras, pero llegaron a la frontera y pasaron ambos a Francia. Lo contó luego años después Lamana en su novela Otros hombres y también lo ha contado muchas veces Probst-Solomon, que sigue activa al día de hoy. Y lo hizo en una película, Los años bárbaros Fernando Colomo en 1998, el año de La niña de tus ojos. De la película de Colomo, concebida como una comedia, arranca la polémica de si este episodio puede narrarse o no en clave burlesca. Probst-Solomon está en contra por parecerle falta de respeto. Pero la verdad es que esa visión cómica en los dos films, el de Colomo y el de Trueba es, en realidad, tragicómica. Por debajo de las chanzas y las burlas hay un fondo de crítica y amargura muy fuerte. La personificación final de Franco y el diálogo con Macarena Granada en La reina de España es la sublimación de los más ocultos deseos de una o varias generaciones de españoles.
Otro asunto merece la pena mencionar. Trueba atribuye al partido comunista la hazaña de la fuga de Cuelgamuros. Es muy libre puesto que narra un hecho inventado. Pero suena a propaganda y, lo que es peor, apoyada en hechos reales que aparecen así acreditados a quienes no corresponden. No consta que entre aquellos jóvenes intelectuales que realizaron el golpe hubiera comunistas. Los dos penados, Sánchez-Alboronoz (hijo del presidente de la República) y Lamana, habían sido condenados a 8 años por reconstruir la FUE. A lo mejor tuvieron algo que ver con los comunistas, aunque ninguno lo ha dicho y, desde luego, su fuga la organizaron las dos norteameamericanas y el español Benet por su cuenta.
Las otras claves externas son las de la peli anterior, de la que, por así decir, se "escapa" un personaje, Blas Fontiveros, que presta aventura a esta otra tras haber pasado por Mauthausen: una superproducción estilo Samuel Bronston en los años cincuenta, en pleno clima de bienvenido Mr. Marshall sobre la Reina Católica. Pura propaganda del régimen. La niña de tus ojos hacía burla de una película que rodaron los franquistas en la Alemania nazi, Carmen la de Triana de Florián Rey. Se decía entonces (1937) que para conseguir los extras había que echar mano de los gitanos. Lo que no se decía era que esos gitanos los sacaban de los campos de concentración.
En cualquier caso, la historia es estupenda y a ratos desternillante. Todo pasado por el tamiz de la burla de un director que junta un espíritu woodyallenesco con toques berlanguianos y, por supuesto almodovarianos. Aparte de ser él mismo de modo apabullante. Burla de los rodajes de las películas, burla de la cultura izquierdista de brigadistas internacionales y víctimas del macartismo, burla de los modos y usos de las gentes del cines mezcladas con las de la farándula. Burla de Hollywood, de España, de todo. El trasunto de John Ford que presenta roncando todo el rato con el parche en el ojo es divertido. Y burla sin límite de la España de Franco y, desde luego, del propio Franco.
Quien se quede sin ver la película por seguir el boicoteo se pierde una visión de España de ayer, de hoy y de mañana que mueve a risa y a llanto al mismo tiempo. Como siempre.