Ayer recibieron los interesados, Puigdemont, Junqueras y otros, sus respectivas amonestaciones por las que el Tribunal Constitucional los previene de las consecuencias de sus actos si se obstinan en desobedecerlo. Se dieron por enterados y reiteraron por boca del MH que solo se consideran obligados por la voluntad del Parlament y por la de nadie más.
Las cosas están muy claras. El tren a la independencia no se para. Puigdemont recuerda al maquinista de La general. Él, a lo suyo, a la hoja de ruta. Su discurso es rotundo. Ya pueden las instancias del poder recordar que mayores incumplimientos abrirán la vía penal. Son actitudes de intimidación que solo actúan con quien se deja intimidar. Y no es el caso.
La tensión política crece. En este contexto, el editorial de El País de ayer, Suspensión unánime parece escrito por el ABC o La Razón por el modo torticero de presentar los argumentos y la agresividad hacia Carme Forcadell. Casi no parece ni un editorial, sino una diatriba de parte. Si por El país fuera, Forcadell ya estaría en la cárcel.
Este clima de confrontación servirá sin duda para calentar la Diada de este año en el espíritu de los anteriores. Después de la Diada, llegará la cuestión de confianza a Puigdemont. Si, como es de suponer, la gana con honores, quedará expedita la vía a la DUI.
Es asombroso que ni el gobierno central ni la oposición lo vean.