He leído todo tipo de comentarios sobre el esperado debate a cuatro, único de esta campaña electoral. Declaraciones, artículos, columnas. Me he enterado de cómo sonreía fulano, de si mengano tenía el gesto adusto, de cómo vestían todos y cuáles eran sus gestos más y menos favorables. He leído sobre los gustos, filias y fobias de unos u otros, sobre si iban bien documentados o no y sobre su manejo de las cifras y datos. Y, por supuesto, de si "ganó" este o aquel o aquel otro o de si el que "ganó" lo hizo porque no "perdió" y observaciones tan inteligentes como estas.
Pero lo que no he visto en parte alguna ha sido un juicio sobre el conjunto del debate, una valoración de su categoría, del peso de los argumentos, de la forma de exponerlos, de sus distintas facetas y mucho menos he leído alguna reflexión sobre la pertinencia o impertinencia de los razonamientos y los temas abordados. Posiblemente porque la categoría de los analistas y expertos comunicólogos sea aun inferior a la de los políticos, que ya es decir.
Lo más llamativo del debate y lo que al menos algún análisis habría de señalar fue su pavorosa falta de nivel intelectual. Ni una idea nueva, ni un juicio o conceptos audaces, inesperados, sobre asuntos de los que habla todo el mundo en la barra de los bares con más conocimiento de causa, más familiaridad y más perspicacia que estos líderes de pacotilla.
Las elecciones costarán 160 millones de euros (aparte de lo que no se ha podido producir en estos seis meses de desidia y marasmo) por culpa de la incompetencia de estos mismos cuatro individuos, incapaces de ponerse de acuerdo en nada, salvo en repetir la jugada y en que el coste lo paguemos los ciudadanos. Ellos no solamente no pagan sino que se consideran con derecho incuestionable a volver a presentarse y reclamar el voto tras haber fracasado una vez, con orgullo, con soberbia, sin pedir disculpas y todos sosteniendo que tienen la fórmula mágica, el bálsamo de Fierabrás. ¿No es increíble?
Falta de nivel intelectual es, incluso, caritativo. No se trata de pedir a esta gente que esté a la altura de los tribunos, diputados y oradores del pasado, de un Donoso Cortés, un Emilio Castelar o un Manuel Azaña. Al lado de aquellos políticos estos son analfabetos funcionales. Pero sí nos asiste el derecho de que, además de asesorarse sobre el peinado, la corbata y el perfil, esta gente aprenda a hablar en público y no convierta los debates en una aterradora lluvia de lugares comunes, latiguillos, topicazos y meras estupideces, que dejen de decir "Mire usted, señor X...", "oiga usted, que aquí se trabaja", "¿sabe usted lo que le falta , señor Y? Yo se lo diré...", déjeme decirle...", "hay algo importante que quiero decirle...", "nosotros pensamos", "nosotros proponemos", "le digo sinceramente...", "creemos, como no podía ser de otra manera...", etc., etc.
Añado una consideración a la que Palinuro dedicó un párrafo en su post de ayer, sigue el bloqueo, pero no he visto tratado en otros lugares y, sin embargo, merece especial consideración: el patriarcado, el machismo rancio que destiló todo el debate, del principio al final. Ni una sola mujer en el plató para hablar de lo que interesa al 52% de la población. Solo una entre los tres moderadores y no tenía parte en el guión ni palabra en la función. ¿Alguno de los participantes lo hizo observar? Ni uno. Todos tan a gusto en un mundo en el que cuatro machos (y españoles, blancos, de clase media, edad media, heterosexuales, residentes en capitales y católicos de confesión y práctica o culturales) hablan en nombre del conjunto de la población española cuando, tomando estos datos en consideración representan a menos del 20% la población entre todos ellos.
Ninguno de estos machos hizo la menor referencia a las mujeres como no fuera, en algún caso, para tratarlas como objetos y no como sujetos. Salvo una referencia de pasada a que sigue habiendo una brecha salarial considerable entre hombres y mujeres (en el caso de Sánchez quien, creo recordar, se permitió la machada de decir que el PSOE es el "partido de las mujeres") no hubo ninguna otra referencia a cuestiones feministas. Los periodistas hubieron de insistir un par de veces para que se dignaran decir unas breves y desdeñosas palabras sobre la violencia machista.
Ninguno de ellos introdujo en su discurso una perspectiva de género. Dudo incluso de que sepan lo que es. Incapaces de desglosar las cifras y datos que manejaban (y que están desglosadas por sexos; basta con buscarlas) para explicar que, si el índice de paro es X, el de paro femenino es X x N; si el de pobreza es Y, el de pobreza femenina es Y x N; si el de precariedad es Z, el de precariedad femenina es Z x N, siendo N siempre un número positivo. Ninguno de ellos habló de la prostitución, de la trata de mujeres, de la sobreexplotación, el acoso sexual, el laboral, el trabajo de las empleadas del hogar. Ni una palabra.
Que esto lo haga la derecha, esto es, el Sobresueldos y Rivera está en la naturaleza de las cosas. Que lo hagan los dirigentes del PSOE y de Podemos es intolerable. La próxima vez que alguno de estos dos fantoches diga algo parecido a que "la revolución será feminista o no será", mandadlo a escardar cebollinos.
Una cuestión, y va en serio. Mucha gente se pregunta cómo es posible que siete millones de personas voten a la derecha. Yo me pregunto cómo es posible que once millones de mujeres voten a estos cuatro machos que no saben hablar porque su capacidad de raciocinio se concentra un palmo por debajo de su ombligo, que es su punto de referencia.