dilluns, 1 de febrer del 2016

Un acierto y un error

Se abre una semana interesante con la nueva ronda de consultas que nadie sabe cómo irá porque la posición de perro del hortelano adoptada por Rajoy, abre todas las incertidumbres. Ya dijo en memorable ocasión el de los sobresueldos que no tomar una decisión era una decisión. Esa actitud tan marrullera deja en mal lugar al Rey, sobre todo porque evidencia que, en realidad, no sirve para nada. Por primera vez se cuestiona -y ya era hora- su intervención en el nombramiento del gobierno. Se trata de un formalismo tipo reliquia, de cuando los gobiernos debían contar con la doble confianza. Hoy, que basta con la del Parlamento, la intervención del monarca es inútil, como bien se ve. Siendo el Parlamento un órgano autónomo y sede de la soberanía, esta tarea habría de corresponderle en exclusiva a través de su presidente, que para eso está.

Rajoy ha conseguido cubrirse de ridículo una vez más. A él no le importa, ya se sabe; pero los suyos van a acabar sublevándosele y ya es raro que los neonacionales se subleven. Si, llamado a consultas, Rajoy acepta encargarse, le darán un buen revolcón en el Congreso y los plazos para investidura/nuevas elecciones empezarán a contar. Si no lo acepta quedará ya definitivamente fuera de juego y dispondrá de más tiempo para preparar su defensa procesal, que le hará falta y leer el Marca, única actividad intelectual que se le conoce.

Aquí entra Sánchez. La ocasión la pintan calva y esta es la del secretario general del PSOE que ha tenido el acierto, a mi juicio, de declararse dispuesto a intentarlo y de hacerlo con un programa detallado para conseguir una base amplia de apoyo parlamentario. Los requeridos aliados, según parece, serán C's, Podemos, IU, PNV, CC. El orden no es inocente. Sumar a una alianza a C's y Podemos parece una quimera y quizá lo sea, pero es una buena jugada para cortar las alas a Podemos por cuanto, si los morados ponen dificultades en una situación que ellos mismos consideran de urgencia y no se forma gobierno, aparecerán como responsables de las nuevas elecciones, lo que no es un acierto. La oferta del PSOE, el de la centralidad política, mete a Podemos en el totum revolutum de un pacto a varias bandas en el que el único protagonismo es el de Sánchez en lamentable detrimento del narcisismo de Iglesias.

Si, en una iluminación repentina de todos los intervinientes, fuera posible un gobierno de PSOE, C's, Podemos, IU, cuando menos, sería un exitazo de solidez porque pasaría de 200 diputados y podría hacer lo que quisiera. Pero esa combinación es muy poco probable. No lo es tanto, sin embargo, un gobierno de PSOE, Podemos e IU con apoyo del PNV y la abstención de C's. Si esa abstención se diera, aunque los partidos independentistas votaran en contra, no podrían hacer nada y, sabedores de que no iban a conseguir nada, seguramente no votarían en contra para evitar la imagen muy destructiva de aparecer del brazo con el PP.

La abstención de C's tendrá un precio y, si Podemos quiere estar en el gobierno -no, según sueña,  como quien emite el Diktat, sino más bien como socio menor- tendrá que transigir. Y tampoco le será fácil. Tanto el PSOE como C's son dos partidos unionistas a machamartillo, refractarios de plano a toda idea de referéndum. Pero si Podemos se sienta en un consejo de ministros alérgico al referéndum, es muy posible que pierda los diputados catalanes y quizá los gallegos y su posición sea más problemática. El gobierno seguirá estando seguro, pero algo más débil y pendiente de esa abstención de C's que inspira tanta confianza como un proyecto de paz perpetua firmado por un cocodrilo.

Así, pues, la disposición de Sánchez de formar gobierno de amplia base, dejando fuera al partido de la corrupción es un acierto. Arriesgado, peligroso, pero un acierto. Si, al final no le sale, podrá ir a las elecciones nuevas argumentando que no ha sido él quien las ha provocado.

¿Y el error?

El error, a juicio de Palinuro, consiste en empecinarse en ese cerrado nacionalismo español que lleva a Sánchez a rechazar hasta la idea de un diálogo con los independentistas catalanes. Desde el punto de vista táctico, a corto plazo, efectivamente, es lo mejor para salir de La Zarzuela con el encargo de formar gobierno. Pero a medio y largo plazo, en sentido estratégico, esa decisión es un error. El independentismo catalán no va a desaparecer por el hecho de que los nacionalistas españoles, empezando por este Borbón, que ya está metiendo la pata, lo ignoren y no quieran reconocerlo. Cuanto antes se restablezcan los puentes y se reabra el diálogo, mejor para todos.

Los socialistas están aterrorizados con la idea de que el PP enarbole en solitario la bandera de la unidad de España y los deje en la oscura luz de un partido vendepatrias. Tengo para mí que es una actitud obcecada, poco inteligente y que ignora el grado de tolerancia real de la opinión española hacia el referéndum. Los de Podemos lo incorporaron -verdad que a regañadientes, pero lo hicieron- a su programa y no les fue tan mal en las elecciones del 20D. Tampoco tan bien como ellos fabulan con sus trolas sobre los 69 diputados y los cinco millones de votos, a las que siguen aferrados, pero esto no se debe al referéndum en sí sino a la petulancia de los dirigentes.

Si el PSOE apunta su disposición a explorar fórmulas que abran el camino a la consulta catalana quizá se lleve una sorpresa en cuanto al grado de apoyo que tendría en España. Al fin y al cabo, su obligación como partido progresista es explorar fórmulas nuevas.

Por otro lado, si analiza la cuestión con desapasionamiento y no con el espíritu de la cabra de la legión, verá que, tarde o temprano, ese referéndum se realizará porque lo impondrá la UE.