Al lado de Cataluña la política del Estado español es un muermo, una rutina. La misma media docena de personajes diciendo siempre lo mismo, repitiéndose sin parar, colocando las mismas mentiras y tratando de engañarse unos a otros y todos al amable y sufrido pueblo siempre con las mismas marrullerías y las mismas patrañas. Ya quisieran estos tener peripecias como las de Cataluña, tierra tan extraña y exótica que, cuando un político fracasa, dimite ipso facto. Ya quisieran vivir en ese frenesí permanente de asambleas, votaciones, comparecencias, vigilias, ayunos, declaraciones e intercambios prácticos y teóricos sin parar en un hervidero de partidos, asociaciones de la sociedad civil, movimientos, coaliciones, etc.
"Nunca digais de alguien que fue feliz hasta que haya muerto", decían los griegos. Habiéndose producido la votación de la CUP contraria a Mas y teniendo todo el mundo claro que eso significa nuevas elecciones en marzo, Mas hizo unas declaraciones diciendo que está ansioso por seguir con la batalla independentista. Cuando las redes echaban humo con conjuros, cálculos, insultos y quejas por los insultos, a última hora apareció Junqueras a pedir que nadie se levante de la mesa y sigan las negociaciones hasta el final, hasta el sábado, antes de tirar la toalla e ir a unas elecciones nuevas que no le gustan nada.
Claro que no. Habría que volver a definir todas las estrategias, saber si se reedita el JxS y otros asuntos. Pero, sobre todo, habría que enfrentarse con En Comú Podem, un factor que no augura nada bueno para el independentismo. Porque C's, con sus 25 diputados en el Parlamento catalán, en el fondo, no pinta nada pues sus votos son básicamente del PP. El problema es Colau/Podem, con la idea del referéndum, que puede arrastrar muchos electores independentistas
Junqueras pide a CDC y la CUP que traten de encontrar un acuerdo a toda costa antes de repetir las elecciones. Casi parecería que ERC no forma parte de la plataforma de Junts pel Sí y que no fuera esta la que ha negociado hasta ahora. En su momento se aclarará, pero ya es evidente que si, por fin, se llega a un acuerdo -el que sea- y se evitan las elecciones, Baños se habrá precipitado al renunciar a su acta de diputado.
Pero ¿es posible un acuerdo? Dado el complejo psicodrama que está dándose en Cataluña, es preciso analizar las posibilidades y posiciones no solo de los partidos, sino de las personas, porque tiene un elemento psicológico muy fuerte.
La primera figura es Mas, en torno a quien se ha librado esta agitada batalla. Tiene anunciada para hoy una rueda de prensa que habrá que escuchar. De momento, sabemos que no cede. Su cálculo es sencillo: si cede lo pierde todo ya que se ha quedado sin partido prácticamente para postularse como un político nacional, por encima de partidos y banderías. Está en su derecho, todo el mundo le reconoce el mérito de haber llegado hasta aquí, pero la intransigencia de la CUP lo ha convertido en una obstáculo que, como se apreció ayer en la comparecencia de Junqueras, incomoda a sus socios, atados a él por algún tipo de compromiso más o menos secreto. Salvo que Mas, en estas condiciones límites, haga alguna maniobra espectacular que lo salve, será muy difícil que resista la presión para retirarse. No es justo, ni siquiera elegante, pues tenía acordado un mandato de solos 18 meses, pero quizá no haya otra salida si se quieren evitar elecciones nuevas. Será un ejemplo más del viejo adagio de que la revolución empieza por devorar a sus protagonistas.
La segunda es la de Junqueras, hasta ahora en la semipenumbra. Hace días abandonó la alcaldía de San Viçenc dels Horts y desató algunas conjeturas y ahora se manifiesta en público como lo hace. La pregunta es obvia: ¿por qué lo hace? En primer lugar, sin duda, por ver si, a pesar de todo, en los cuatro días que restan puede componerse algún acuerdo de gobierno. En segundo lugar porque quiere desmarcarse -y con él a ERC- de un fracaso negociador si se produce y por eso señala -y, por cierto, la experiencia lo avala- que ERC y él están dispuestos a hacer lo que sea para garantizar que haya gobierno. Lo que sea, evidentemente, incluye aceptar la presidencia si se tercia con la promesa de la CUP de darle sus diez votos en la investidura. Un sacrificio grande, desde luego, pero el propio Junqueras debería explicar qué alcance exacto tienen los acuerdos con CDC. En tercer lugar, desmarcarse asimismo por si hay elecciones en marzo en donde es muy posible que cada cual vaya con sus siglas.
Muchos son aquí presas de sus palabras. Mas está prisionero de su afirmación de que nunca sería un obstáculo a la independencia; unas declaraciones que sus adversarios le pasan por las narices con frecuencia para señalar que es un obstáculo y falta a su palabra. A su vez, la CUP, con su compromiso de negociar el cómo y el qué y no tanto el quién, al final ha dado la impresión (el sector del "no") de que todo fue una ficción y que lo importante sí era el quién y Mas no pasaría en ningún caso. Y, si esto era así, ¿cuál era el sentido de negociar durante tres meses? ¿Por qué no decir desde el principio que lo importante era el quién y condicionar todo lo demás a resolver este punto, en lugar de llenar papeles y papeles de planes de choque que no iban a servir para nada?
Tanto si Junqueras -a quien tengo por una persona sincera y leal, aunque con un punto de retorcimiento eclesiástico- habla con alguna base como si lo hace a humo de pajas, lo que dice es muy sensato: intentar un acuerdo a toda costa, no rendirse por nada y, si hay que ir a nuevas elecciones, váyase, pero porque no haya materialmente otro remedio.