Aquí va mi artículo de hoy en elMón.cat.Versa sobre las elecciones generales del 20 de diciembre pero en Cataluña. La idea es que, aunque la composición interna del grupo de diputados catalanes que salga al final (cuántos independentistas y cuántos unionistas) pueda ser irrelevante en el Congreso de los Diputados, para la propia Cataluña puede ser muy importante como aviso y mensaje de lo que puedan traer unas elecciones anticipadas en la Comunidad Autónoma. Según sea el resultado de las generales en Cataluña, cabe suponer que variará el tenor de las negociaciones para la formación de gobierno en Cataluña.
Incluyo la versión española:
Votar embajadores.
Queda una semana para las elecciones al Parlamento español y el debate entre independentistas en Cataluña tiene dos escalones: uno, saber si merece la pena o no votar en un parlamento del que quieren desvincularse; dos, votar ¿qué? En cuanto a lo primero, la vía Claver parece ya descartada. Mientras la situación sea la que es, la abstención en las elecciones generales españolas no es una buena idea porque de esas elecciones saldrá un Parlamento y ese Parlamento tomará decisiones que serán vinculantes para todo el Estado. Más vale en consecuencia estar presentes para influir en un sentido favorable a Cataluña en lugar de dejar los intereses de esta en manos de una hipotética mayoría abrumadora del nacionalismo español. El valor simbólico de la abstención queda muy negativamente compensado por el hecho de la mayor orientación antiindependentista de las decisiones de aquel parlamento.
Si de hacer un gesto simbólico se trata, otra cosa sería que, habiéndose producido las elecciones, los diputados catalanes independentistas no tomaran posesión de sus escaños o, habiéndolo hecho, los dejaran vacantes de inmediato cosa, por lo demás, que siempre podrán hacer a lo largo de los cuatro años de legislatura y quizá fuera oportuno en 18 meses. El simbolismo de este gesto sería equivalente a una “retirada al Aventino”, para escenificar el propósito de que el gobierno catalán no se sienta interpelado por las leyes españolas. Pero, aunque no con la misma contundencia de lo que sucedería con una abstención de raíz, la medida presenta el inconveniente de dejar los intereses de Cataluña al albur de la decisión de nacionalistas españolas sin cortapisa alguna.
Al margen de si quienes votan en Cataluña presentan sus propias candidaturas o no, lo razonable es votar para influir en la medida de lo posible en la composición del parlamento español, al menos por ahora, y ver cuál sea esta. No en cuanto al conjunto del Congreso de los diputados, sino en cuanto a la relación de fuerzas entre los diputados catalanes en aquel. Porque, en este sentido, esos diputados en las Cortes son como embajadores. Esto es, merece mucho la pena observar la composición del conjunto de esa embajada. A los efectos de la dinámica interna del Parlamento español quizá no sea relevante si en la minoría catalana (47 diputados de 350) pesan más los unionistas que los independentistas, pero a los efectos políticos catalanes internos sí lo es y mucho.
En efecto, estas elecciones pueden leerse como una especie de primarias catalanas para el resultado de lo que podrían ser unas hipotéticas elecciones anticipadas en Cataluña y, por tanto, van a influir en el desarrollo de las negociaciones en curso para la formación del gobierno catalán. Si sale un bloque catalán en las Cortes claramente hegemonizado por los partidos unionistas (C’s, PSC, PP, Unió) frente a los independentistas (DILL, ERC), además del híbrido de Podem, el futuro a corto plazo no pintaría favorable para el independentismo y acumularía razones para llegar al acuerdo a efectos de evitar ir a elecciones anticipadas. Si, por el contrario, la hegemonía fuera independentista, les perspectivas serían distintas y, por tanto, el contenido de las advertencias y amenazas que suelen verterse en toda negociación tendría otro sentido.
Como es obvio, las recientes declaraciones de Mas tienen su impacto en las negociaciones. Sostiene el presidente que su empeño en su candidatura personal no es personal y que admitir la imposición de la CUP de hacerlo a un lado equivaldría a un reconocimiento de la impresión de que el proceso lo dirige la CUP. Esa impresión tiene mucho de real, como se sigue del hecho de que se esté forjando un plan de choque que, en otras circunstancias, el independentismo socialmente moderado jamás aceptaría. Pero, además, la contumacia de Mas en el mantenimiento de su candidatura (absolutamente legítima y probablemente hasta conveniente) contrasta con el hecho de que él fuera el cuarto en la lista de JxS y de que hiciera unas declaraciones casi a pie de urna el pasado 27 de septiembre, afirmando que jamás sería un obstáculo al proceso. Somos presos de nuestras palabras y nuestros actos y, aunque nadie tenga la intención de hacerlos valer a cualquier precio, de forma que toda negociación carezca de sentido, tampoco es cosa de ignorar lo que se dice y hace en cada momento para reaccionar impromptu al último aviso, advertencia o amenaza que se lance. Las negociaciones suelen acabar bien cuando, a pesar de los acaloramientos, las decisiones se toman con frialdad.
Por esto es importante votar en las elecciones españolas y atender al resultado de la votación en Cataluña pues tendrá el efecto de un mensaje y un aviso. A este efecto, claro, no es irrelevante lo que se vote. Es de esperar que los votantes de JxS respalden respectivamente a sus dos formaciones independentistas. La cuestión se plantea con el voto de la CUP que, estando en negociaciones para formar un gobierno con aquellas, no presenta candidatura al Parlamento español. Según parece, el señor Arrufat duda entre abstenerse y votar a Ahora en Común-Podem. El voto es libre, entre otras cosas porque es secreto y cada cual elige lo que le parece, pero no tiene mucho sentido negociar la formación de un gobierno con los partidos independentistas para votar luego por otro con el que no se negocia.
Por las razones expuestas.