Hay una percepción general de que, en la zarabanda electoral a punto de empezar, el PSOE se encuentra estancado, si no en franco retroceso. No me refiero solo a los resultados de los sondeos. Son estos bastante consistentes al apuntar a un voto estable del partido en torno al 20 por ciento. En la situación actual con eso no se va a parte alguna. Muchas veces, sin embargo, el chorreo de datos no solo no aclara sino que confunde. A fuerza de compararlos unos con otros nos olvidamos de leerlos en su contexto. Un 20% puede ser un triunfo o un desastre, según esté el patio. Cuando se ha sido partido de gobierno, se es el principal partido de la oposición parlamentaria, se es partido de gobierno en varias Comunidades Autónomas; cuando asimismo, se enfrenta uno a un gobierno con la ejecutoria más catastrófica de la historia del Reino de España restaurado, y a un partido desprestigiado y comido por la corrupción y, sin embargo, puntúa por debajo en intención de voto a dos meses de las elecciones; cuando sucede todo eso, un 20% es un desastre y un desastre mantenido en el tiempo es una catástrofe. Vamos, que el PSOE está luchando por su supervivencia. Hay una posibilidad de que quede el tercero y hasta el cuarto en las próximas elecciones del 20 de diciembre. De ser así, no será exagerado augurarle el comienzo del fin.
Una breve relación de errores más o menos garrafales cometidos por el PSOE a juicio de Palinuro: la secretaría general de Rubalcaba fue un error de arriba abajo: su moderación frente a la desmesura del PP, su obsesión con los acuerdos "de Estado", su silencio sobre las relaciones Iglesia-Estado y su clara sumisión a la Corona implicaron un golpe de timón hacia la derecha sin explicar. El nuevo secretario general, Sánchez, hechura de Rubalcaba, lo ha acentuado, aunque cambiando a un estilo camp de aires kennedianos y clintonianos con toques de Podemos. Su españolismo rancio y vociferante, al grito de ¡Más España!, arropado en una banderaza rojigualda de proporciones aznarinas, igual que la estúpida afrenta de ir a homenajear a Lázaro Cárdenas en México con esa bandera, contra la que el homenajeado había combatido, no le van a ganar un solo voto más porque los que podría ganar por este lado están ya todos en el PP y, en cambio, le harán perder apoyos de los republicanos. Igualmente desastrosa su indecisión programática. A estas horas pocos saben de cierto qué quiere hacer el PSOE con la reforma laboral, por ejemplo. O qué hará en verdad con la cuestión de la Iglesia, Estado dentro del Estado. La aceptación en el seno del partido de la señora Lozano ha acabado de configurar una dirección arbitraria que, al parecer, se rige por criterios de estricto oportunismo electoral, que es como decir por ninguno.
Claro que todos estos errores desde el punto de vista de Palinuro pueden verse como aciertos sin parangón, como plenos en la tómbola de la carrera hacia el gobierno, como giros tácticos y estratégicos acertadísimos. La política es siempre conflicto de visiones. Por eso conviene siempre que cada cual exponga la suya.
El PSOE, dice El País, ve a Rivera como un rival y tratará de "empujarlo" a la derecha. Es una metáfora. Quiere decir "empujar" su imagen porque el partido en sí ya lo está suficientemente y, además, el PSOE no es quién para mover otros partidos. Se entiende: hacer aparecer a C's como lo que es para reservarse él el codiciado centro. El problema es si ese "centro", fácil de localizar cuando hay tres partidos y dos están muy polarizados (el llamado bipartidismo), puede discernirse cuando son cinco los partidos en liza, pues preciso es recordar que IU existe y se presenta aunque como Ahora en común. El "centro" empieza a configurarse como una utopía en el sentido etimológico del término, como el "no lugar". No tengo nada claro que, habiendo planteado la batalla con C's en el terreno de la imagen, el PSOE vaya a ganar. Más parece ir perdiendo y por mucho, con fugas cuantiosas de votos. En donde está Sánchez, está Rivera. Pero en donde está Rivera no siempre está Sánchez.
El baluarte PSOE sufre otro ataque por el flanco de la izquierda desde las baterías de Podemos. Y un ataque muy destructivo por dos razones: primera, porque él mismo se ha echado mucho a la derecha y se ha enajenado la afición republicana. Segunda, porque el ataque viene de una fuerza de la izquierda nueva, con un crédito mucho mayor que el de la izquierda del tradicionalismo comunista, estilo IU. Es lo que explica el cierre de Podemos a la confluencia con los antiguos conmilitones, cosa que estos no entienden o dicen no entender. Este mayor crédito de Podemos se muestra de un modo bastante convincente al comprobar que es el partido que moviliza a más jóvenes. Quizá, incluso, el único que los moviliza, porque la edad media de los demás partidos es respetable.
Añádasele la cuestión catalana. Ninguno de los partidos comprende del todo la situación, pero Podemos yerra menos: ha rectificado su posición, pidiendo por fin un referéndum catalán vinculante a las claras sin supeditarlo a nada. Sin embargo niega al Parlament competencia para proclamar una república catalana. Es decir, mantiene parte de su ambigüedad y seguirá sin arrancar del todo por ello tanto en Cataluña como en España. Pero la mayor obcecación se encuentra en el PSOE, y la más grávida de consecuencias desagradables. La cerrada oposición a un referéndum vinculante en Cataluña no puede sostenerse en argumento razonable alguno más que en la negativa respaldada por la fuerza y esto no es argumento. Ya veremos cuántos diputados socialistas envía Cataluña al Parlamento el 20 de diciembre.
Añádasele la cuestión catalana. Ninguno de los partidos comprende del todo la situación, pero Podemos yerra menos: ha rectificado su posición, pidiendo por fin un referéndum catalán vinculante a las claras sin supeditarlo a nada. Sin embargo niega al Parlament competencia para proclamar una república catalana. Es decir, mantiene parte de su ambigüedad y seguirá sin arrancar del todo por ello tanto en Cataluña como en España. Pero la mayor obcecación se encuentra en el PSOE, y la más grávida de consecuencias desagradables. La cerrada oposición a un referéndum vinculante en Cataluña no puede sostenerse en argumento razonable alguno más que en la negativa respaldada por la fuerza y esto no es argumento. Ya veremos cuántos diputados socialistas envía Cataluña al Parlamento el 20 de diciembre.
Ya veremos cuántos diputados socialistas llegan al Congreso.