Sigue el diluvio de encuestas. Lógico. Son elecciones cruciales, posiblemente de las que los especialistas llaman cataclismáticas. Presentan una mayor variedad de opciones a lo habitual y más incertidumbre. Curiosamente, sin embargo, a algo más de treinta días de la votación, la foto fija más admitida tiene pocas variantes. Hechas todas las habituales advertencias acerca del sesgo de los sondeos según los medios que los financian y la función que se les atribuye (de movilizador del voto antes que de reflejo), la que trae el ABC coincide en líneas generales con otros. Dice el venerable diario que El desafío soberanista en Cataluña no condiciona el voto para las elecciones generales. Es un claro ejemplo de sesgo ideológico probablemente inconsciente. Hasta tal punto condiciona Cataluña el voto en las próximas elecciones que tiene mayoría notable de voto (27,9%) el partido del gobierno, a pesar de que ha sido una legislatura nefasta, la crisis no se ha resuelto, la corrupción ha resultado ser generalizada y el país está amenazado de ruptura. Justamente esa amenaza y la firme defensa de la unidad patria que promete Rajoy le garantiza el voto mayoritario. Lo demás no cuenta. La influencia es decisiva. El independentismo catalán triunfará o no, pero su efecto en el 20 de diciembre es dar las elecciones ganadas a la derecha. Cosa que al independentismo importa poco pues ha llegado a un punto en que las reacciones de la derecha y de la izquierda españolas van a ser las mismas.
La opción de la derecha, la alianza PP y C's alcanza un 45,8%; del voto y 183 escaños. Igual que en Cataluña el independentismo: menos del 50% del voto y mayoría absoluta en la Cámara. Y, como en Cataluña, en una coalición nacional. Y con un aliado catalán, aunque no nacionalista. La opción "unidad de España" es claramente ganadora. Entre otras cosas porque a ella cabe sumar asimismo al PSOE que, con el 22,1% del voto y 89 diputados, está bajo sus propios mínimos. Y Pedro Sánchez, un gesto nacionalista tras otro, proclama su coincidencia total con Rajoy y el PP en punto a la unidad de la Patria. Con eso no se juega. El bloque unionista español, en forma de gran coalición frecuente en Europa (PP y PSOE) sumaría 216 diputados y estaría en el 50 % del voto. Lo que sucede es que el bloque unionista puede reforzar su peso si en lugar de la gran coalición postula una unión sagrada de PP más PSOE más C's, en concreto 272 diputados y 67,9% del voto. Una mayoría aplastante con la que podría legitimarse una reforma conservadora de la Constitución y que no es disparatada ya que el PP puede forzar al PSOE a entrar en ella dado que no lo necesita para formar un gobierno PP y C´s. Por primera vez en mucho tiempo, el PP presenta una mayor posibilidad de alianzas que el PSOE.
Este se encuentra en una situación lamentable. Una hipotética alianza de la izquierda, estilo portugués, o sea contando con PSOE, Podemos e IU llegaría al 40,7% del voto y 131 diputados, necesitándose otro partido. Que este sea C's no parece muy probable. Demasiado a la izquierda. Esa insuficiencia se da también en una hipotética alianza PSOE más C's que se quedaría igualmente en un 40% del voto y 145 escaños, también lejos de la mayoría absoluta.
De no producirse un milagro de aquí al 20 de diciembre, el resultado augura una derrota clara de la izquierda y una victoria igualmente clara de la derecha. El milagro no parece vaya a llegar de la parte socialista porque su presumible desastre en Cataluña y su seguidismo del PP en materia de la unidad de España no le dejan margen de maniobra. Su unionismo nunca será tan de fiar como el del PP, que es el de toda la vida y su federalismo de última hora no despierta entusiasmo ni en sus filas. En lo tocante a los aspectos sociales, Podemos le resta mucho voto. A su vez, Podemos no se resigna a resultados mediocres y pretende recuperar el impulso de sus primeros momentos. Sus líderes hablan de remontada, pero esa no está nada clara. El compromiso de celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña de inmediato despierta profunda animadversión en sectores muy amplios de posibles votantes españoles. Basta con oír hablar a Jiménez Villarejo, que fue eurodiputado de Podemos, para detectarla. Además, tampoco está claro que la proliferación de apariciones mediáticas del líder principal de la organización con cualquier motivo, por trivial que sea, aumente sus expectativas de voto. De hecho, en los barómetros de opinión, Iglesias es uno de los dirigentes peor valorados. Solo supera a Mariano Rajoy, lo cual tiene escaso mérito.
La foto fija de las elecciones en España es consistente. Pero su resultado concreto final dependerá, una vez más, de lo que pase en Cataluña. Hasta tal punto llega la influencia de esta en las elecciones del 20 de diciembre.