dissabte, 10 d’octubre del 2015

Un editorial de combate.


Por fin los genios de la Meseta se dan cuenta de la crisis del Estado español. Confiaban en la nulidad residente en La Moncloa para soslayar la "cuestión catalana" sin mostrar el pelo de la dehesa. Y descubrieron que la nulidad ha hecho lo que cabía esperar de él: nada. Y eso con suerte porque donde ha hecho o dicho algo ha sido para empeorarlo todo.

Y ahora la cuestión revela su imponente naturaleza de crisis constitucional, se quiera o no.

En el pasado, cuando el nacionalismo español, sempiternamente dominante, se veía en peligro recurría el expeditivo método de bombardear Barcelona para mostrar a los catalanes su fraterno afecto. Entre bromas y veras todavía hace poco recordaba esta práctica uno de los padres de la Constitución, lamentablemente fallecido. Pero es poco realista. Ni en sueños cabe pensar en una agresión militar del tipo que sea contra Cataluña. Europa no lo permitiría.

No se pueden emplear las armas. Pero se empleará todo lo demás. En primer lugar, los jueces y el conjunto del ordenamiento jurídico con una plétora de recursos, prohibiciones, suspensiones, pleitos querellas, todo lo que pueda ahogar la administración catalana. Y, por supuesto, los medios de comunicación. ¿No acaban de hacer besar o jurar la bandera al personal de TVE? Como cuando los soldados van a entrar en combate. Un editorial de El País equivale a un bombardeo ideológico, político, moral. El de hoy, Mas pende de un hilo, es una pieza ciegamente partidista y una muestra de la falsedad y los embustes con que los medios españoles contribuyen a la manipulación y el engaño de sus lectores. No tiene desperdicio. Un editorial es una pieza de opinión. Pero hasta en los editoriales ha de respetarse la regla de oro de que las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados y no es el caso. El editorial tiene tres facetas muy lamentables: 1) falsea los hechos; 2) su opinión es libre, pero muy injusta; 3) contribuye a la campaña del miedo y a legitimar un gobierno cuya incompetencia y corrupción ha llevado al país a este desastre.

1. Falsea los hechos. Sostiene El País que Mas ha perdido el plebiscito del 27 de septiembre. Ese plebiscito que el nacionalismo español, incluido El País, negó hasta el 26 de ese mes. Y, por tanto, ha perdido en el fondo las elecciones mismas. Debacle del 27 de septiembre, dice, porque, cuando quieren meter miedo, los españoles hablan gabacho. Y, por si quedara algún incrédulo diciendo que el independentismo en realidad ha ganado las elecciones y el referéndum, El País sostiene que "la prensa internacional de calidad y las cancillerías" han dictaminado lo contrario. Es justo al revés. La prensa internacional dio por ganador al independentismo. El truco radica en ese "de calidad". Si les muestras Il Corriere della Sera, por ejemplo, hablando de victoria independentista te dirán que no es "de calidad". Y lo de las cancillerías es tan chistoso que debe de habérsele ocurrido a Margallo. En todo caso ¿no eran unas elecciones autonómicas normales? ¿Por qué acudir a los medios extranjeros para difundir una trola más? Porque nadie da crédito a las trolas de la prensa española. Ni ellos.

2. Opinión injusta. El País tiene ojeriza a Mas. Es una muestra de la actitud cada vez más reaccionaria y retrógrada del medio, pues cree que cabe ignorar y reprimir o suprimir un amplio movimiento social espontáneo y mantenido por la voluntad de la gente a base de descabezarlo. Realmente muy típico de quien no cree que la gente tenga autonomía de juicio y exprese civilizadamente sus preferencias, de quien no entiende la democracia ni de lejos, de quien piensa que todo lo que se mueve es obra de un caudillo. Como el mismo Mas dice, lo han investigado hasta la pata de Adán... y no han podido sacarle nada. Así que van por él en otro terreno: el del desprestigio personal, su ridiculización y el juicio injustamente negativo sobre sus motivaciones. Habla El País de que el M.H. va de semitapado en cuarto lugar en la lista. La expresión lleva mala uva y trata de vincular a Mas con la tradición corrupta del PRI mexicano del tapado. Y ¿qué habría dicho El País si hubiera ido en primer lugar de la lista? Jefatura, movimiento, nazismo, populismo, personalismo, etc. Hicieron bien los indepes poniéndolo en cuarto lugar, así los otros no saben qué decir. Y claro lo dejan.

En su condición de verdadero cantamañanas y rehén de la CUP, sin voluntad propia alguna, Mas persigue, dice El País, una "estrategia desestabilizadora". O sea, es un irresponsable. Puro anatema. Ni un intento de explicar cuál es esa estrategia y por qué es desestabilizadora. No hace falta. L@s lector@s saben que aquí se ha pasado de una situación de estabilidad y envidiable entendimiento a una desestabilización repentina por obra de un orate o un malvado. ¿Por qué? Porque lo dice El País. Tan orate o tan malvado que prefiere pender de un hilo antes que hacer lo que El País considera conveniente. Esta es la línea argumental del nacionalismo español liberal.

3. campaña del miedo y legitimación. Por cierto, ¿de qué hilo? No será el de Atropos, la Moira que corta el hilo de la vida. Seguramente será el de Ariadna, del que se sirvió Teseo para salir del laberinto después de dar muerte al Minotauro. Y ¿quién es aquí el Minotauro? La CUP, un ente incomprensible y monstruoso compuesto, según el diario español de un machihembrado antisistema de la antigua Albania, el populismo bolivariano y la tradición anarquista barcelonesa. Nada menos. Pura dinamita, aunque un poco pedante. La "antigua Albania" seguramente se refiere a la de Enver Hoxa, aunque también podría referirse a la de Skanderbeg en el siglo XV, nunca se sabe. El populismo bolivariano es una especie de extraña epidemia de reciente identificación e incorporación a los terrores del milenio de la derecha. Y la tradición anarquista barcelonesa es de nota. Ya me parecía que David Fernández se da aires al Noi del Sucre. Desde luego, estos de la CUP propugnan medidas ultrarradicales y El País, no olvidando del todo su tradición de tolerancia, reconoce que son legítimas en una sociedad liberal. Reconoce también que es un grupo inobjetable en punto a su representatividad, y que ha prestado servicios en la lucha contra la corrupción. Pero sus propuestas le producen sarpullidos y sostiene que son contrarias al Estado de derecho, cosa que no se molesta en demostrar sobre todo porque no se puede. Esas propuestas no son contrarias al Estado de derecho. Otra cosa es que sean contrarias a los intereses de la derecha. Es distinto. Por supuesto, esa derecha no quiere que los propuestas se formulen. Probablemente porque prefiere la corrupción.

En el editorial no hay una sola palabra de crítica al PP. La crisis constitucional española y la revolución catalana son producto del capricho de un orate o un listo que trata de tapar su incompetencia convirtiéndose en el Moisés del siglo XXI. Hay un párrafo especialmente duro sobre Mas: en el que se le califica de un aventurero al que parece no importarle quebrar la sociedad catalana con tal de mantenerse al timón.

Perfecto. ¿No se ha pensado en El País que ese juicio case más con Rajoy y España?

Por último, ¿qué tal si El País de vez en cuando recuerda que cerca de dos millones de electores, casi el 50 por ciento, han votado por un orate y un machihembrado de albaneses, populistas bolivarianos y anarquistas de la Ciudad de los prodigios?