dissabte, 31 d’octubre del 2015

¡Malditos catalanes!


Los catalanes son como el niño del cuento, el que dijo que el rey iba desnudo... y la organizó. Han hecho algo parecido y con una simple declaración, como quien no quiere la cosa. El sistema político español ha crujido. El rey, en pelota picada, ha llamado a los líderes de los demás partidos a cubrirse todos las vergüenzas mutuamente. Y eso que, según este genio monclovita, lo de Cataluña era una algarabía, atinado juicio que deja bien claro su nivel mental.

Todos los dirigentes han acudido al llamado del presidente de los sobresueldos con mucha unción, respeto por el Estado y responsabilidad ante la historia. No tienen sentido del ridículo. Los que más han rivalizado en su incondicional entrega a la derecha nacionalcatólica han sido el PSOE y Ciudadanos. Junto con la banda de presuntos ladrones del partido del gobierno forman el frente unido de la reacción contra todo lo que se mueva. Dos beneficiarios directos del corrupto régimen que gestionan hace cuarenta años y un aspirante a participar en el condumio, el lindo don Diego Rivera. También a Podemos se le notaban los deseos de pisar la moqueta de La Moncloa. Trataron de disimularlos presentándose como audaces mensajeros de la diosa de la Justicia, portadores de una regla de San Benito de la "regeneración democrática" que el responsable político de la Gürtel jamás podrá admitir, cosa que ellos saben muy bien. Y ninguno, al parecer, ha tenido la decencia de preguntarle para qué los llama a hacer frente ahora a un problema que él ha generado con su incompetencia, su catalanofobia, su incapacidad para forma de diálogo alguna, su espíritu franquista y comportamiento corrupto y aliento de corrruptos. 

Hubiera sido una foto excelente: los cuatro panchos defendiendo la unidad de la Patria bajo la sacrificada guía del amigo de Rato y Bárcenas. Menudo cartel electoral, que hubiera garantizado una mayoría superabsoluta a la oligarquía propietaria del corrupto reino de España. Pero no fue posible. Podemos se desmarcó del frente de salvación nacional. Su íntima esencia española lo empuja a participar en la cruzada contra los nuevos cátaros, los catalanes, pero su acendrado olfato para la conveniencia electoral, le aconseja separarse de esta reunión de servidores civiles de cuarto de banderas. A diferencia del PSOE, en Podemos se entiende que es imposible ganar a la derecha reaccionaria en su propio territorio, de exaltación de la unidad patria impuesta a cristazos. 

Pero, para no perder votos en España cuando el bloque nacional español los acuse de ambiguos y criptocatalanistas, los de Podemos argumentan que son los verdaderos garantes de la unidad patria. Tratan de hacer comprender a los neofranquistas y sus aliados que, si se arriesga una propuesta de referéndum en libertad, el resultado será favorable a los intereses unionistas. No es el modo más noble de defender la opción del referéndum pues pretende instrumentalizarlo no como un medio neutral para dilucidar una cuestión sino como una astuta jugada, una especie de gambito para ganar la partida al independentismo simulando que se le da satisfacción. 

Para hacerse perdonar estos coqueteos con el soberanismo, los dirigentes de Podemos, en perfecta sintonía con el movimiento nacional español, buscan a la desesperada algún razonamiento que, negando el derecho de Cataluña a la secesión, los haga diferenciarse de los líderes de los demás partidos, tan desnudos como él mismo, como el rey y como la cabra de la legión. Dice Iglesias que el Parlamento no tiene competencias para declarar la República. ¡Ah! ¿No? Y ¿quién si no? ¿Los círculos de Podemos? ¿Tele K? ¿El núcleo irradiador? ¿Quién cree Iglesias que proclamó la Commonwealth británica, la república estadounidense, la francesa, la alemana, las españolas? El Parlamento, el Congreso, la Asamblea Nacional, la Dieta Federal, las Cortes.  Eso, ¿quién si no? Búsquese otra teoría porque esa no solamente no es respetable sino que, además, no cuela.

Quizá el argumento de Podemos sea que el Parlament fue elegido el 27 de septiembre en elecciones ordinarias y carece de competencias constituyentes. Lo mismo le sucedió a las Cortes españolas en 1977, que fueron ordinarias hasta que ellas mismas decidieron ser constituyentes. O bien quizá estos grandes críticos sostengan que el 47,8% del voto no faculta para tomar una medida de tal envergadura. Nadie, en cambio, ha oído crítica alguna respecto al hecho de que con el 44,6% el PP sí pueda desactivar la Constitución y desmantelar el Estado del bienestar. 

El rey está desnudo y el chambelán, también.

Los tres partidos de la España cañí tienen ya preparada una batería de recursos ante el Tribunal Constitucional -ese tribunal presidido por un antiguo militante del PP y colaborador de FAES- para interponerlos en cuanto el Parlament apruebe algo que no les guste. Podemos, inteligentemente, se desmarca de esa intención, pero lo hace por un (sano) instinto, aunque sin saber explicar por qué. Se lo dirá Palinuro gratis et amore: porque, si el Tribunal se pronuncia negativamente sobre una decisión del Parlament y este decide desobedecerlo -pues la hoja de ruta parte de que las autoridades españolas carecen de jurisdicción en su territorio- tendremos el conflicto servido en términos de intervención en Cataluña, pero no la capacidad de respuesta proporcional que se requiere. A la derecha nacionalcatólica del PP y sus compañeros de viaje C's y el PSOE puede interesarles esta escalada porque propiciaría la proclamación del Estado de excepción y, por ende, la eliminación de las elecciones. En cambio a los de Podemos esto no les interesa en absoluto, pues serían los segundos en padecer las circunstancias. Los primeros serían los independentistas, si bien da la impresión de que tendrían mejor y más sólida y extensa defensa que aquellos.

¡Esos malditos catalanes que, con su obstinación, desvelan la impudicia de un régimen de arbitrariedad neofranquista que quiere hacerse pasar por una democracia!