diumenge, 18 d’octubre del 2015

Los cigarrales de Toledo.


Sí, en un cigarral toledano ha tenido lugar la reunión estratégica convocada por Rajoy para aleccionar a los suyos, a modo de arenga del jefe, en previsión del combate que se avecina. Se ha llevado a los ministros, la dirección nacional del partido, los portavoces de los grupos parlamentarios y los presidentes regionales. Un verdadero estado mayor. El lugar está muy bien elegido. Un cigarral nombre que, supongo, designará una lugar en el que antaño abundaban las cigarras. El canto de las cigarras suele ser monótono y aburrido y muy persistente. Es buen acompañamiento, incluso ideológico, para las cavilaciones de Rajoy al comienzo de la precampaña electoral. Es un símbolo del mensaje que siempre lanza: somos seguridad, los de siempre, los normales, los del sentido común, como Dios manda. Y así una y otra vez, y otra. Como las chicharras. Hasta que la idea, convertida en martillo, entre en la cabeza del auditorio como la gota malaya. Una discurso que los medios audiovisuales tienen que repetir hasta la extenuación. Un discurso elemental, condensado en tres sencillos enunciados: 1) todo lo que hubo antes del gobierno del PP fue ruina y desastre; 2) con las políticas realistas y responsables del PP, el país está remontando, saliendo de la crisis; 3) quienes digan lo contrario mienten y sus propuestas solo conducirían a la catástrofe. A Franco le dio un resultado óptimo durante cuarenta años. Tanto que no le era necesario convocar fastidiosas elecciones.

El discurso del presidente no tiene nada que ver con la realidad pero eso no es importante. No lo hace para entender la realidad o mejorarla, sino para ocultarla, mentir sobre ella, convertirla en otra que él y los suyos se inventan o, plagian del otro lado del Atlántico. No va a salir diciendo que ha arruinado el país, esquilmado el fondo de pensiones, aumentado el déficit, dejado el paro como estaba o peor, empobrecido a la población mientras él y los suyos se apropiaban del común por todos los procedimientos, incluidos la corrupción y el delito. No va a decir que, mientras sostiene que la ley de dependencia no es viable, él mantiene a su padre, dependiente, con cargo al dinero de los contribuyentes. No va a reconocer su responsabilidad en los papeles de Bárcenas y el presunto beneficio personal que obtuvo del asunto. Tampoco va a admitir que la relación entre el PP y la trama Gürtel es simbiótica y ha corrompido las instituciones del país. 

Nada que ver con la realidad real. Todo con una realidad inventada en la cual puede decirse cualquier cosa y arremeter contra los adversarios con la alegría de disponer de un verdadero frente mediático y de no hacerse responsables de nada. La idea es presentar el PP como una empresa seria, sólida, responsable y no un chiringuito montado deprisa y corriendo o un partido hecho a partir de una tertulia televisiva. Grave afrenta a la televisión de la que el PP se sirve en régimen de monopolio en el caso de los medios públicos y de oligopolio en el de los privados. Sobre todo porque el PP es un partido hecho en tertulias televisivas y normalmente monocordes. 

El mensaje de la chicharra es: el PP es un partido en el que se puede confiar. La corrupción no existe, la condición del PP como presunta asociación  de malhechores, tampoco. Nada se mueve. El PP ganará las próximas elecciones de modo holgado, según su propio juicio. Todo seguirá sin moverse y gobernado por un partido cuyas políticas profundamente injustas se orientan a aumentar la tasa de explotación de los trabajadores y el expolio de la ciudadanía, tanto en el orden económico como en el de los derechos y libertades.

Obligado aparte en referencia colateral a Cataluña: nadie va a romper España, la ley se cumplirá y se adoptarán las medidas necesarias al efecto. De dialogar, nada; de negociar, menos. Nación no hay más que una, la española y en esto cuenta con el apoyo entusiasta del otro gran partido dinástico. Quienes en Cataluña proponen esperar a las elecciones de diciembre para ver si hay algo que negociar con España son gentes bien intencionadas pero algo ilusas.