dijous, 22 d’octubre del 2015

Final de la farsa.


Despedida y cierre de este esperpento. Lo que empezó con un plasma, termina en divertida bronca parlamentaria. Entre medias ríos de mentiras en todas sus manifestaciones, en las políticas adoptadas o no adoptadas, en las estadísticas de todo tipo y condición, en las declaraciones formales e informales y en las respuestas escritas y orales. Todo embuste y embeleco en mitad de un clima de corrupción que supera lo imaginable hasta en una novela que fuera compendio de la picaresca nacional. Empezando por el hecho, absolutamente vergonzoso, de que el presidente cargue los costes de la dependencia de su padre al erario mientras se los niega a la ciudadanía. Cuatro años festoneados de una serie de ridículos internacionales de Rajoy verdaderamente hilarante: aislado en las reuniones internacionales como si tuviera la peste, intentando pescar algo en inglés, paseando con Merkel haciendo como que habla en play back, balbuceando incongruencias en las ruedas de prensa.

Rajoy ha comparecido a cerrar de hecho la legislatura recordando la herencia recibida hace cuatro años y contraponiéndole una España actual recuperada, rozagante y locomotora del mundo desarrollado. Por supuesto, mentira. Como siempre. Mentira que ha tratado de colocar en Bruselas con unos presupuestos no a medida de las necesidades del país sino de las suyas electorales, que es lo único que le importa. Las mentiras ya ni escandalizan. Solo despiertan curiosidad sobre cómo se puede mentir tanto y tan alegremente. Muy sencillo, porque a este gobierno y su presidente la opinión pública no les importa nada.

¿Y a la oposición? Sánchez ha contestado a Rajoy acusándole de mentir y de amparar la corrupción. Pero no de una u otra mentira sino de la mentira sistemática, del embuste como forma de gobierno. Pues sí, efectivamente. Pero no parece que el socialista entienda el alcance de lo que dice. Un gobierno basado en el embuste sistemático es un gobierno que ha degradado el sistema democrático y constitucional español (sea este cierto o fingido) y lo ha convertido en una farsa. Farsas las ruedas de prensa sin preguntas, las apariciones plasmáticas y las asnales doctrinas del presidente mundo adelante de esas de que un plato es un plato y un vaso, un vaso. Farsas las comparecencias posteriores a los consejos de ministros que utilizan estos y la vicepresidenta para atacar a sus adversarios que, por supuesto, no pueden defenderse. Farsas los programas de debates televisados en los que todos vociferan en el mismo sentido. Farsas las relaciones del gobierno con el Poder Judicial en el que interfiere continuamente.

Y, sobre todo, lo que más debiera interesar a Sánchez, farsas las sesiones parlamentarias en las que la oposición no puede hacer literalmente nada salvo aplaudir. Y la oposición ha aplaudido,  transigido, ha tragado durante cuatro años desprecios, ninguneos y humillaciones. Ha claudicado. Ni siquiera ha sido capaz de presentar una moción de censura a un gobierno absolutamente desacreditado e incompetente, sumido en la corrupción.