dijous, 22 d’octubre del 2015

Saudade portuguesa.

Hay una leyenda ibérica, según la cual todo cuanto sucede en Portugal, tarde o temprano sucede en España. La primera República portuguesa de 1910 anuncia la española de 1931; la dictadura militar de 1926 y el Estado Novo de Salazar en 1933 se adelantan al golpe de Estado de Franco en 1936-39 y su posterior dictadura; la revolución de los claveles en 1974 preludia la transición española de 1978.

Tonterías. Antes de la República portuguesa de 1910 vino la española de 1873; antes que la dictadura de los militares lusos en 1926 se dio el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Portugal y España siempre han vivido de espaldas una a la otra y, aunque se observan por el rabillo del ojo, apenas se tienen en cuenta. Si esto no es cierto, he aquí un buen momento para desmentirlo.

La izquierda portuguesa está dispuesta a gobernar porque ha forjado una alianza entre sus tres fuerzas que, simplificando para entendernos, como en España, comprenden una facción más de izquierda, otra menos de izquierda y otra menos de izquierda. Y se han unido. Como es lógico. La unidad les da la mayoría. Sería estúpido perderla porque, de no conseguirla, gobernaría la minoría de derecha que, sin duda, es la opción que ocupa el último lugar en el orden de preferencias de los tres grupos de izquierdas. Es de suponer.

Cualquier estudioso de teoría de negociaciones nos dirá que los costes son, en principio, de dos tipos: a) costes de llegar a un acuerdo; b) costes de ejecutar el acuerdo. Para calcular los segundos hay que haber satisfecho los primeros. Llegados aquí, comienzan los costes del acuerdo y si son asumibles. Portugal, como cualquier otro país, puede prever una subdivisión entre costes "internos", de si el equilibrio social aguanta el programa y "externos", de si los mercados y organismos internacionales aceptan las medidas y sus resultados.

Es un gran experimento el de ver si una coalición de izquierda puede mantenerse en Europa, allí donde Syriza parece haber fracasado y generado bastante frustración de paso.

Detrás viene España. Parece claro que a diciembre llegarán los dos partidos de la derecha, el PP y C's y, cuando menos, tres de la izquierda, el PSOE, Ahora en Común (nueva patria de IU), Podemos y quizá una cuarta opción tan unitaria como las otras pero aún pendiente de concretar. La nube de expertos y asesores de las tres fuerzas y pico, ha renunciado ya a toda esperanza unitaria. Quedan unas cuantas trifulcas por resolver en las distintas diócesis de Podemos, pero es asunto suyo y que, por cierto, debilita mucho sus opciones.

La dispersión es la que hay y no tiene sentido lamentarla más. La cuestión es qué harán los tres mosqueteros izquierdistas si las urnas les dan mayoría absoluta en conjunto, como en Portugal. Hipótesis improbable, según los sondeos, pero no imposible. ¿Qué harán? ¿Seguirán sin unirse y permitirán que gobierne la derecha en minoría con el rollo de la "lista más votada". Si por la derecha fuera, está claro: gobernaría hasta con un solo diputado. Y sin ninguno. A Franco no le hacían falta.

La izquierda española, ¿está en posición de pagar el coste de ponerse de acuerdo o no? Si es que no, ¿por qué no? Según todos los indicios las tres izquierdas portuguesas operan cada una de ellas con un programa máximo y un programa mínimo y sacrifican partes del uno o del otro en pro de la unidad que ha de traer beneficios a todos y, es de suponer, a sus votantes. ¿Por qué no pueden hacer lo mismo las españolas? Sospecho que porque ni siquiera tienen claro el máximo ni el mínimo de sus programas. Ni los programas mismos.

En Cataluña, el PSC, el PP, C's y CSQEP forman frente en contra de la candidatura de Forcadell a la presidencia del Parlament. Si esa alianza se proyectara a España daría un congreso de abrumadora mayoría española frente a un grupo de oposición catalana, quizá apoyado por otros grupos nacionalistas. Es una imagen que parece absurda y que demuestra hasta qué punto Cataluña distorsiona la política española. Tanto que no es enteramente desechable una coalición del PSOE con uno u otro de los partidos de la derecha. Incluso con los dos. Hay voces pidiéndola. Utilizarla como prueba de que el PSOE no es de izquierda tropieza con el problema de que los de Podemos también ven puntos de coincidencia con C's y no solo en los platós.

En Portugal, sí; en España, de momento, no.