No son tiempos de ideologías. C's facilita en Andalucía la investidura de Díaz, con quien no pensaba tratar ni en pintura y en Madrid camina hacia la de Cifuentes de quien no quería saber nada por pertenecer a ese fementido nido de corruptos del PP. El cambio anunciado tiene poco que ver con las siglas de los partidos y mucho con los réditos de las respectivas jugadas. C's vende la responsable imagen de quien facilita la gobernabilidad sin comprometerse gran cosa, pues anuncia una posición vigilante sobre el gobierno de Díaz. Lo que no está clara es la ventaja obtenida por Podemos con la ruptura de las negociaciones. Protesta Rodríguez muy ofendida de que le hayan dado con la puerta en las narices y acusa al PSOE-A de la ruptura. Es muy posible. Díaz hizo saber en la campaña que en ningún caso pactaría con el PP y Podemos. Eso era algo más que un guiño a C's y tanto Podemos como el PP debieron haber reaccionado de forma distinta. Podemos, flexibilizando su posición para dificultar la ruptura a Díaz pues, como se ve en la alcaldía en Sevilla, son posibles acuerdos entre los dos partidos.
El del PP es un caso perdido. Bonilla pide ahora que el PSOE presente otr@ candidat@. Le ha llevado ochenta días darse cuenta de que, con Díaz, no había nada que hacer, como ella misma anunció dos meses atrás. Si aplica la misma celeridad a sus demás juicios, este presidirá Andalucía cuando Córdoba vuelva a ser califato y haya otro en Bagdad. Ahora que su predecesor en el empeño, Arenas, parece a punto de jubilación forzosa por las intrigas de la dueña del cigarral toledano, Bonilla puede acceder ya a la plenitud del cargo de sempiterno aspirante.
Díaz ha conseguido su propósito sin arriesgarse a unas imprevisibles elecciones anticipadas. El éxito tiene un valor simbólico: conserva el bastión andalusí y accede al cargo por mérito propio y no por nombramiento. Por mucha que sea su inquina a Sánchez, según afirman algunos medios, no puede evitar que su investidura sea el espaldarazo de este como candidato ya que la elimina a ella como contrincante. Queda por ver si a las primarias se presenta alguien con peso para ser un desafío a Sánchez. Chacón juega con la idea de encabezar la candidatura del PSC a la Generalitat. Solo queda Madina y no parece contar con mucho apoyo. Díaz, a su vez, tiene por delante una legislatura compleja. De un lado la lucha contra la corrupción, tan extendida en Andalucía después de treinta años de gobiernos socialistas que esa misma lucha puede traducirse en una merma de apoyo electoral. Además, su margen de actuación es limitado pues gobernará siempre en minoría y sólo podrá adoptar medidas con alianzas cambiantes o geometría variable, arriesgándose a que, en cualquier momento, una moción de censura la desplace.
Madrid es una zarzuela. Si Díaz preside en Andalucía una Junta muy tocada por la corrupción, Cifuentes, en la capital, cabalga sobre ella. La Comunidad de Madrid es, junto a la de Valencia, el epítome de la corrupción del PP. Se ha perdido la cuenta de l@s consejer@s y otros capitostes que andan por los juzgados imputados o acusados de tramas y delitos tan organizados durante años que harían las delicias de Alejandro Dumas. Parece, sin embargo, que C's está más comprometido en un pacto con el PP en Madrid que con el PSA en Andalucía. A cualquiera le resultaría difícil explicar esta diferencia, pero a Rivera, probablemente, no. Además, podrá aprovechar para romper la próxima oleada de imputados en las listas de Cifuentes por lo que los medios llaman "segunda parte de la Púnica". Podrían llamarla "segunda guerra púnica".
Si Madrid es una zarzuela, Valencia está en fallas. Los socialistas rompen las negociaciones porque se sienten insultados. Llegados aquí, ya cabe decir poco, salvo esperar más sosiego entre gentes que deben entenderse. Sobre todo si tienen en cuenta que la geometría variable valenciana muestra más complejidad y el rango de posibilidades se abre. Además de las dos habituales: a) lideras una coalición o b) te quedas fuera, se añaden otras tres: c) te quedas dentro de la coalición, pero en una posición subalterna; d) montas un gobierno de técnicos; e) vas a elecciones nuevas. Como las fallas. Es de esperar que, quemada toda la pólvora, los interesados se pongan de acuerdo en una solución de compromiso. Parecería obligado pues una de las fuerzas en pugna se llama Compromis, pero me temo que ese compromiso se entiende más en el sentido duro y militante que en el la solución pactada con concesiones mutuas. Mònica Oltra no tiene detrás una clara estructura de partido y tiende a ver el voto como algo a su persona, como una especie de plebiscito. Ximo Puig sí tiene un partido y parte del voto ha ido a él, o sea, su respaldo es menos plebiscitario. Esas cosas cuentan, pero lo que más cuenta es el temple de los actores.