El sobresueldos ha destituido fulminantemente a este tal Serafín Castellano, delegado del gobierno en Valencia, por presunto ladrón. Bien. Y al sobresueldos, ¿quién lo destituye? Porque, por si se ha olvidado, en Occidente es costumbre que los dirigentes asuman la responsabilidad política por los granujas y sinvergüenzas que nombran, aunque ellos no hayan hecho nada. Si aquí se respetara esa civilizada norma, Rajoy estaría en su casa y en su oficina de registrador, sumando trenios hace ya tiempo. Bueno, en su casa o en un centro penitenciario porque él también tiene lo suyo. Un tipo que estuvo supuestamente cobrando sobresueldos hace años y lucrándose de regalos en especie de la trama de delincuentes Gürtel, a saber qué más hazañas tendrá en su haber.
Los escándalos a cuenta de esta banda de forajidos ya vienen a pares. En este caso, el habitual chorizo valenciano, región del país en la que no debe quedar un solo miembro del PP que no haya metido la mano, el brazo, el hombro, la cabeza y el trasero. Una olla de ladrones desaforados en competencia entre ellos a ver quién robaba -y roba- más. De añadido, ese peculiar especimen alcalde de Valladolid, inhabilitado por los tribunales para el cargo que se obstina en ejercer y para el que tiene tantas aptitudes como un adoquín para ser esponja. Este no se atiene al ejemplo habitual de pepero ladrón, sino que pertenece al otro grupo, el de los jayanes achulapados, deslenguados, misóginos y tan estúpidos como salerosos se creen en el que también se cuentan los Hernandos, los Pérez de los Cobos, los Florianos, etc.
Suficientemente claro está ya que no cabe admitir el PP como partido político. Es una asociación de malhechores unidos exclusivamente por su objetivo de saquear el país, esquilmar el erario, enriquecerse personalmente al precio que sea y enchufar a una recua de amigos, deudos y allegados. Su carácter típica y tradicionalmente español no lo hace más simpático. El país entero está hasta el colectivo gorro de esta manga de sinvergüenzas que tienen comprados a casi todos los periodistas y comunicadores de los medios públicos, verdaderos centros de propaganda carcunda, y casi todos también de los privados. Siempre hay alguna excepción, claro, de gente con agallas.
En fin, en su afán por entender y explicar la naturaleza de las cosas, Palinuro se ha esforzado cuanto ha podido en encontrar alguna explicación a este curioso fenómeno pero, por desgracia, el diagnóstico es simple: como casi siempre en su historia, España está en manos de unos gobernantes incompetentes, reaccionarios, meapilas y ladrones organizados en algo que llaman partido político como podían llamarlo filifurcio y al mando de un menda que es la quintaesencia de todos ellos. El sobresueldos.