divendres, 17 d’abril del 2015

El sueño del roto Rato.


Hace un día primaveral. Aznar ha casado a su hija en el centro del imperio de Felipe II. Siempre fue un falangista. Entre las centenarias piedras del Escorial deambulan Bárcenas, Acebes, Correa, el Bigotes, Arenas…los soldados y mercaderes del Imperio.
 
España es una historia de éxito, un milagro económico de Rodrigo Rato. Yo. Dicen que hay una burbuja inmobiliaria peligrosa. No saben qué inventar. Todos tienen negocios y chanchullos y se llevan la pasta a espuertas. Son las vacas gordas de otro sueño.
 
Desde lo alto de un catafalco, Aznar designa sucesor al pelota de Rajoy. Cae el chapapote del Prestige sobre la escena. El chapapote de la financiación del partido, una jaula de oro en la que vuelan los sobresueldos. De la caja B salen las elecciones ganadas como guirnaldas que adornan la gracia hawaiana de Esperanza Aguirre. Mi presidencia hubiera sido la edad de oro de España. Pero me cerró el camino la intriga.
 
Pero yo, Rodrigo Rato Figaredo, con las botas de siete leguas, cruzo el charco y tomo posesión del FMI, como Enrique IV de París y sin tener que cambiar de religión. La mía siguió siendo el dinero. Pero el Fondo es como otro sueño sin fondo, uno kafkiano. Estamos a las puertas del castillo, de Eldorado, pero no se abren. Se abren, en cambio, las de la banca Lazard, que suena a Lizard, lagarto. Un animal de sangre fría, capaz de acumular millones sin que se le caliente.
 
El episodio de Bankia es un sueño al cuadrado, surrealista y absolutamente incomprensible. Bankia nace por cesárea, muere en el momento de nacer y la resucita el gobierno a golpe de miles de millones mientras yo paso a ser el roto Rato, perseguido por todo tipo de presuntos delitos en mi gestión, calificada de catastrófica como si Blesa, el verdadero cerebro de aquella ruina, no hubiera pasado por el mundo estafando a decenas de miles de impositores.
 
Dos nombres irrumpen en la escena y la alborotan como un gallinero. Gürtel y Bárcenas son los fantasmas que personifican la némesis del PP. Las campanas tocando a difuntos de toda una estructura de partido presuntamente organizada para delinquir, de la que me habían apartado por envidias. Al fondo se escucha como el eco de ultratumba en un castillo gótico a Aznar en 2010 diciendo que el el PP es y debe seguir siendo incompatible con las corrupción, o sea, incompatible consigo mismo porque todo el partido es una estructura corrupta montada por el héroe de las Azores. 
 
Suenan los tambores y trompetas al paso de la marca España, la niña de los ojos de Rajoy. La imagen de esa marca será la mano de un policía en el cogote del exvicepresidente del gobierno, mi cogote, tratado como el de un chorizo. El escarnio en las redes, patente. Seguro que salimos en las portadas de todos los periódicos extranjeros. La marca España es la mano en el cogote. La España del choriceo y la pandereta.

Las declaraciones de los compadres, patéticas. El ministro de Justicia en un rato libre mientras despoja a la gente del registro civil para beneficio de los registradores, entre ellos, su jefe, afirma muy ufano que el episodio demuestra que las instituciones funcionan y todos somos iguales ante la ley. Ignoro de dónde habrá sacado Rajoy a este bobo que siempre parece estar hablando de otra cosa. Lo de las instituciones está por ver y lo de la igualdad ante la ley quedó desmentido pasadas dos horas, cuando yo, Rato Figaredo, quedé en libertad, camino de mi casa.
 
Desde un rincón del sueño contempla la escena el pequeño Nicolás a quien una voz procedente del más oscuro pasado, la de Javier de la Rosa, ha contado cosas terribles sobre los protagonistas dela vida pública española en los últimos años. Terribles e inverosímiles. Que estuvo pagando un sueldo mensual al ministro del Interior. Inverosímil. ¿Para qué querrá alguien pagar a un triste sectario que solo sabe rezar y aporrear a la gente? Pero ni esos 400 millones de propiedad aparente del padre del Rey se impondrán al ruido mediático que yo, el roto Rato, garantizo. Soy un cabeza de turco, un a cortina de humo para que se vaya de rositas esta manga de ladrones.
 
Todos me han abandonado. Las dos candidatas a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid, Cifuentes y Aguirre, antaño decididas valedoras mías, hoy no se acuerdan de quién era. Nadie quiere hacerse una selfie conmigo. No existo ya ni en Facebook. El Sobresueldos prepara una comparecencia en plasma que aquí tiene valor profiláctico, no para anunciar su dimisión, como sería de esperar en un país normal, sino para explicar que las presuntas estafas "de ese señor del que se habla" son cosa suya, o sea, mía;  no del partido. Que es un caso aislado y un caso aislado no demuestra nada. Ni dos. Ni tres. Ni todos. El PP no es una estructura para delinquir, sino el partido de los trabajadores. En fin, nadie puede poner en duda el interés del gobierno en luchar contra la corrupción, se dé en dónde se dé.
 
Entre estos dos extremos, el plasma Rajoy y el roto Rato surge la última figura del sueño, el ministro Montoro, este ya como el ectoplasma de Nosferatu, siempre urdiendo alguna maldad que habitualmente se vuelve contra él. Todos querrían que se fuese, pero nadie se atreve a decírselo porque los tiene a todos atrapados con sus latrocinios, empezando por el Sobresueldos principal.
 
El espíritu mi padre me llama desde las celdas de la desaparecida prisión de Carabanchel para que haga honor a la estirpe.
 
En el Escorial seguro que este verano hay un curso dedicado a la corrupción.