Ramón Adell Argilés (Coordinador) (2015) Constitución española 1978. La campaña del referéndum. Catálogo. Madrid: BAPRAA. 54 págs.
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Hay que echarle valor para salir con una publicación sobre la Constitución Española (CE) de 1978 en lo tiempos que corren. Mi tocayo y colega, Ramón Adell, profesor de la Facultad de Sociología, lo tiene. Está a la vista. Y a muy agradable vista pues ha editado el catálogo de una exposición que ya realizó en el XXX aniversario de la CE, en la que reúne una parte significativa del enorme fondo iconográfico que posee sobre el presente y pasado reciente de España, en este caso, el referéndum constitucional de 1978. Porque Ramón, aparte de un erudito profesor, muy versado en cuestiones de comunicación y semiótica, es poseedor y único habitante de un museo gráfico de nuestro país, en el que vive inmerso, como otro tocayo nuestro, Raymond Roussel, en su locus solus. Él, como es académico, lo llama Biblioteca y archivo de Propaganda Ramón Adell Argilés (BAPRAA), editora del folleto. Y, de vez en cuando, comparte algunos de sus tesoros con el público. En esta ocasión, con la edición de este magnífico catálogo en papel couché, cuatricromía muy cuidada, sin excesivo brillo, entre folio menor y cuarto mayor. La edición es de 400 ejemplares numerados, habiendo correspondido a Palinuro el nº 093. Buen año, constitucionalmente hablando, el de 1793, con la Constitution montagnarde, la más revolucionaria hasta entonces y quizá hasta ahora. Tan revolucionaria que duró unos meses.
En todo caso, aplausos a la iniciativa. Puede contactarse con BAPRAA aquí. Es un regalo para la vista. 43 carteles a todo color, de todos los partidos y sindicatos, 13 a favor del "sí", 15 del "no" y 9 por la abstención. Los 6 restantes, institucionales. Un material práctico muy conveniente para estudiosos de la propaganda política.
Trátase de una Constitución que hoy quieren unos reformar y otros abolir o simplemente ignorar. Los únicos que la defienden como está son quienes la deseaban tan poco que no hicieron campaña por el "sí". No hay carteles de Alianza Popular, aquella amalgama de ministros franquistas que tenían la constitución sentada en la boca del estómago porque, con su sola existencia, contradecía unos principios que habían estado jurando y requetejurando. Los demás partidos, como señala Adell en su prólogo, no se implicaron mucho, al menos los del "sí". Más lo hicieron los del "no" y la abstención, que coincidían bastante, tanto en la derecha como en la izquierda. Dada la abrumadora mayoría obtenida en el Congreso (258 a favor, dos en contra y 12 abstenciones), nadie dudaba del respaldo masivo en la calle. Respaldo al trabajo de unas cortes que, habiendo sido elegidas ordinarias, mutaron por propia iniciativa en constituyentes sin mayores alharacas.
Sin embargo, el resultado no estuvo a la altura de los tiempos históricos que los prohombres pensaban estar viviendo. Eran todos hombres por entonces, no como ahora que son todos hombres en el gobierno revolucionario griego. Quizá fuera por lo desangelado de la campaña o por lo que en ella se cocinaba, la participación fue muy baja, del 67,11% del electorado. De esos dos tercios aproximadamente, el "sí" se llevó la parte del león (87,8%) y el "no", migajas. La abstención, del 32%, altísima, pero no necesariamente movida por los partidos abstencionistas. La participación fue unos 10 puntos inferior a la del referéndum de la Ley para la Reforma Política de 1976. Aun así, fue casi 10 puntos superior a la del referéndum sobre la OTAN de 1986. Lo cual indica una tendencia declinante a la participación en referéndums. Del referéndum sobre la Constitución europea de 2005, con una abstención del 57,68% mejor es no hablar. Los tiempos son cada vez menos históricos o la gente anda perdida en otras cosas.
Desde el punto de vista iconográfico el catálogo es una joya. No había internet. Ni plasma por todas partes. Ni mediatización absoluta. Si había móviles se llevarían en un maletín. Los carteles tenían que hacerse visibles en dura competencia. Poco espacio y estático para llamar la atención con imagen y texto, lo que obligaba a convertir el texto en imagen, cosa fácil, porque era un monosílabo, acompañado de una razón bien resaltada. Y todo confiado al color. En el catálogo apabulla el rojo. Incluso en los carteles institucionales. Siguen el amarillo y el negro y las combinaciones, generalmente, tienen significado político.
En este momento de amplia petición de revisión constitucional, movida a su vez por un extendido juicio crítico sobre la Transición, es bueno recobrar memoria visual de lo que se ventilaba en aquellos años y cuáles eran las razones de los participantes en el debate.