dimecres, 4 de març del 2015

Intervenir Madrid.

Al paso que avanza el proceso soberanista catalán se oyen voces en España advirtiendo de que, si las cosas van a más, será preciso intervenir la Comunidad Autónoma de Cataluña por atentar gravemente contra el interés general de España, según reza el artículo 155,1 de la Constitución. Al margen de la cuestión de cuál sea el alcance de ese artículo, claro está que la hipótesis de la intervención, sea esta la que sea, se da por razones ideológicas. El caso Pujol atenta contra el interés general de España, pero no más que el caso Fabra o el caso Matas y nadie pide intervenir en Valencia a Baleares. Las hipotéticas razones son eso, ideológicas. No se puede permitir que los nacionalistas impongan su modelo porque ello llevaría a un delito de rebelión y hasta de sedición. Es posible, pero es futuro. La intervención se pide ahora por la ideología y sus manifestaciones que, sin embargo, hasta la fecha, han querido ser legales, aunque al gobierno central le parezca que no siempre lo han conseguido, razón por la cual se ha movilizado la Fiscalía.

Vuélvase la vista a Madrid. Veinte años (desde 1995) de gobiernos del PP con mayoría absoluta. Desde 2003 hasta 2012 de la señora Aguirre. De 2012 del señor González, delfín, aunque más parece anguila, de la dama. Y el espectáculo que ofrece es inenarrable. Estos veinte años han convertido la capital del Reino en la corte de los milagros o el Soho de Mackie el Navaja. Un lugar de corrupción generalizada, de generalizados expolios, fraudes, saqueos, corretajes, comisiones, mordidas. Todo lo cual va directamente contra el interés general de España, contra los bolsillos de los españoles. Eso sí que motivaría una intervención en toda regla. Y no ideológica, sino penal.

El gobierno de la Comunidad más importante no puede estar en manos de una gente que anda imputada, procesada, entrando y saliendo de los juzgados o directamente en la cárcel. Y no uno ni dos; y no subalternos y jardineros, sino alcaldes, diputados, consejeros y presidentes. Esto no es de recibo. Madrid es una madeja hecha de instituciones patrimonializadas, gestión corrupta de servicios públicos, organizaciones patronales no menos corruptas, sindicatos adaptados y, como guinda, Caja Madrid, estado mayor del despilfarro y el expolio. Y un lugar en donde los gobernantes contratan ayudantes de jueces a destajo como espías para que les cuenten el contenido de los sumarios secretos y salvar así su pellejo curtido en mil fechorías. El gobierno de Madrid es una gusanera de ladrones, corruptos y políticos fanáticos, como esa Lucía Figar, empeñada en que los niños vayan a la escuela solo a rezar.

Y la reina feliz de este desbarajuste y proliferación de mangantes es la señora Aguirre, presidenta gracias al bochornoso Tamayazo y némesis de la Gürtel según ella misma pues fue quien la denunció, con la misma razón con que podría decir que ha traído la lluvia cuando, al salir de casa se moja. Aguirre no descubrió la Gürtel. La Gürtel descubrió a Aguirre, en el doble sentido del término, como alguien a quien se podía utilizar, dada su vanidad y afán de figurar y como alguien a quien se podía luego dejar con salva sea la parte al aire y las dos manos hechas churrascos. Ignoro qué opinión tendrá Aguirre de sí misma y de sus años al frente de la CA de Madrid, pero no puede ser buena. Si no fue cómplice de las barrabasadas que una manga de sinvergüenzas estaba perpetrando -y no hay razón para creerlo puesto que nadie ha dudado jamás de su honradez personal- la alternativa es que fue una especie de tonta del bote que no se enteraba de nada.

Y es que ese no enterarse de nada afecta a hechos de tal magnitud que son difíciles de creer. Tuvo de consejero de Presidencia, Justicia e Interior, o sea, no de macero, a uno que está ahora en la cárcel y que llevaba años haciendo mangas capirotes con tierras, casas, fincas, recalificaciones en sus actuaciones municipales. Un pájaro capaz de dar un pelotazo de tres millones de euros en un día. Y a lo mejor fue legal porque estos hábiles apandadores no desdeñan vía alguna, ni las legales. Y la lince Aguirre lo nombra consejero de Justicia. Una señora que ahora dice ganarse la vida como cazatalentos. Desde luego, desde luego. En donde hay un Funes el memorioso, puede haber un Granados el talentoso.

Talentoso y milagroso. Todo es excepcional en el Madrid de la Dama Honorífica de la Orden del Imperio Británico. Al socio del talentoso Granados y cerebro de la operación Púnica, en la que también hay pringada gente del PSOE, le tocó la lotería ocho veces en dos años. Una de dos, o el hombre, Marjaliza, ha domeñado el azar con una fórmula secreta o hace milagros. Me inclino por lo segundo. De algo había de servirme leer en el BOE que Dios creó el universo y puso en el centro al hombre, pero le dijo que se olvidara de ser feliz si no era por medio de Él o de sus representantes en la tierra, como el cardenal Rouco Varela, capaz de hacer feliz a la gente solo con mirarla.
 
La misma señora cazatalentos dejó de sucesor suyo en la Comunidad a este Ignacio González que casi parece sacado de una historia del Conde de Montecristo. Previamente había fracasado en su intento de colocarlo al frente de Caja Madrid, en lugar de Blesa. Hubo de transigir con Rato, otro hombre pintiparado para seguir la política de privatización de la caja en las faltriqueras de sus gestores. En aquella ocasión, Aguirre calificó a González de "servidor público ejemplar". Ese servidor público ejemplar anda por los juzgados de querellas por acusar a la policía de extorsionarlo. Y todo a cuenta de un ático que parece un ensueño tipo Shangri-la pero adquirido por un procedimiento de ingenieria financiera que desafía todas las leyes, incluida la de la gravedad, así como el tiempo y el espacio. Un personaje así, al que nadie ha elegido personalmente para nada no puede ser candidato a la presidencia. No es realista.
 
Porque la jurisdicción de Mackie el Navaja no se reduce a las corrupciones de altos restaurantes y bajos figones. Está llena de episodios trasversales cada uno de los cuales daría para escribir un sainete. El de la fiebre del oro de Eurovegas fue de Berlanga. El caso de la gestapillo, con unos cargos espiando a otros es más del Cow boy de medianoche. ¿Y qué decir de la política de privatizaciones sanitarias por las que andan ahora imputados algunos petimetres que acostumbraban a salir por la tele, su tele, soltando teóricas sobre el libre mercado?

Definitivamente, la Comunidad de Madrid no puede seguir en esas manos. El Parlamento debiera nombrar una comisión gestora con la única misión de investigar este periodo nefasto de gestión en Madrid. Tendría que someter a juicio de residencia a las autoridades anteriores, velar por la limpieza de las elecciones, que nadie daría por supuesta organizadas por esta wild bunch de gestores de la derecha. Igualmente tendría que garantizar la transmisión de poderes a los vencedores en las urnas, sin interferir en su actuación, pero prosiguiendo sus investigaciones hasta dejar en claro cómo ha funcionado estos años Madrid, ceca y meca de la corrupción general en España.