Están preparando el debate sobre el Estado de la Nación, previsto para mañana y pasado. Rajoy adelanta sus intenciones. No quiere hablar de la corrupción. Como siempre. Dice que ya ha dado las explicaciones oportunas. Ni pocas ni muchas. Las "oportunas". O sea, ninguna. Como siempre. A ocultar, engañar, falsear y silenciar no se le puede llamar "explicaciones", oportunas o inoportunas. La última vez que la oposición pidió su comparecencia para hablar sobre corrupción se negó argumentando también que ya había dado suficientes explicaciones. Se refería a una comparecencia el 1º de agosto de 2013 en la que no explicó nada y, además, mintió a la cámara.
Rajoy no ha dado una sola explicación sobre la corrupción, ni siquiera sobre la presuntamente suya. No piensa decir nada sobre el asunto que más preocupa a los españoles después de la crisis económica. Sobre esta traerá el habitual mazo de triunfalismo manipulado, según el cual el país está ya banderas al viento por la senda de la recuperación, mientras la gente acude a miles a los repartos de alimentos de Cáritas. De la corrupción no quiere hablar.
Pero los asuntos cuya explicación adeuda el presidente a la ciudadanía se acumulan. El presidente tiene que aclarar si cobró o no sobresueldos, cuánto, por qué y de qué origen. Si caja B o no. Tiene que aclarar lo mismo de sus colaboradores. Y si se ha pagado sus trajes y sus viajes o lo ha hecho la Gürtel, al estilo Camps, su amigo. Cuántas obras de reformas en sedes del PP se han hecho y cómo se han pagado. Cómo funcionaba la supuesta financiación ilegal, en la que también está al parecer interesada la señora Aguirre, su enemiga . Qué mecanismos han estado utilizándose durante años en su partido para organizar lo que parece una vasta maquinaria partidista-empresarial de corrupción en la que han absorbido y corrompido buena parte de la administración pública. Y todo eso bajo su mando.
En conexión con esto también debe el presidente explicar por qué su partido, partido de gobierno, no solamente no colabora con la justicia en la persecución de tanta irregularidad y corrupción sino que se dedica a obstaculizarla a base de destruir pruebas (registro de entradas de Génova, discos duros de los ordenadores de Bárcenas), a enmarañar los procesos (personificación del PP como parte en presunto fraude procesal para osbtaculizar), a amedrentar jueces y fiscales directa o indirectamente y a interferir en la administración de justicia. La corrupción es aquí tan extrema que, como dice Ignacio Escolar y es ya de dominio común: "cuando al PP le va mal un juicio, no cambia de abogado. Cambia de juez".
En conexión con esto también debe el presidente explicar por qué su partido, partido de gobierno, no solamente no colabora con la justicia en la persecución de tanta irregularidad y corrupción sino que se dedica a obstaculizarla a base de destruir pruebas (registro de entradas de Génova, discos duros de los ordenadores de Bárcenas), a enmarañar los procesos (personificación del PP como parte en presunto fraude procesal para osbtaculizar), a amedrentar jueces y fiscales directa o indirectamente y a interferir en la administración de justicia. La corrupción es aquí tan extrema que, como dice Ignacio Escolar y es ya de dominio común: "cuando al PP le va mal un juicio, no cambia de abogado. Cambia de juez".
Dice Sánchez, sin duda preparando también la comparecencia como si fuera Hamlet, que algo huele a podrido en el PP. ¿Algo? Todo. La cuestión es si el mismo Sánchez va a plantear de modo claro, directo y con datos la corrupción del PP. Para eso, desde luego, lo primero que tiene que hacer es dar cuenta de la que le toque en Andalucía. Luego, la corrupción debe ser el eje de la intervención del socialista. No pierda el tiempo en otras consideraciones. La corrupción deslegitima a este gobierno y lo lógico, parlamentariamente hablando, es que la concluya anunciando la presentación de una moción de censura.
Porque, de no ser así, el Parlamento y la oposición serán cómplices de la maniobra de ocultación a la ciudadanía del problema más grave de la democracia. La corrupción anega también el Parlamento y la oposición, cuya tarea es controlar el gobierno. No encubrirlo.