Las Guerrilla Girls, un grupo de artistas feministas, fundado en 1985, lleva desde entonces agitando conciencias, de una forma combativa, agresiva, aunque no violenta, más en el estilo escrache, en pro del adelantamiento de las mujeres y en contra de la disciminación dominante. De ahí el nombre de "guerrilla", ese tipo de guerra inventado, al parecer, por los españoles para combatir a un enemigo mucho más poderoso, ayer las tropas napoleónicas y hoy el patriarcado mercantil. Son feministas y son artistas. Su protesta es estética, pero muy contundente, acuñada en frases, fórmulas que resumen la situación de injusticia y hacen visibles en lugares representativos. Algunas son ya historia: Menos del 5% de los artistas aquí presentes son mujeres; más del 85% de las mujeres representadas están desnudas, reza uno de los más famosos que a veces puede verse a la entrada del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
El Matadero de Madrid muestra una retrospectiva con toda la obra gráfica de este grupo (carteles, imágenes, libros, ilustraciones, montajes y un par de vídeos) comisariada por Xabier Arakistain, concentrada en la protesta contra la discriminación de las mujeres en el mundo del arte como empresa y negocio: galerías, marchantes, museos, exposiciones, críticos de arte, medios de comunicación. Un mercado patriarcal controlado por hombres blancos, generalmente millonarios, que se reproduce con exclusion de todas las mujeres y los hombres de raza no caucásica. La protesta y la denuncia se hace en términos artísticos radicales. El mundo del arte no es la vanguardia; es la retaguardia, decían allá por 1988. Su arte, en cambio, hecho de performances o escenificaciones, a base de denuncias, de estadísticas, tiene impacto sobre la realidad social y política en un sentido vanguardista, abriendo paso a la emancipación de las mujeres como un logro pendiente y hasta difícil de imaginar. Solo por contemplar el sencillísimo, minimalista, cartel con el que prueban que vemos menos de la mitad del mundo merece la pena visitar la exposición.
El feminismo de las guerrilleras se considera inserto en la línea del movimiento tradicional, especialmente del más radical de los años 60 y 70 del siglo XX y su sentido se ve en esa otra fórmula de que "Hasta que el feminismo no haya alcanzado sus objetivos, no podrá hablarse de postfeminismo". Su actividad se ha extendido a ámbitos sociales y políticos no artísticos siempre en lucha contra la discriminación y se mantienen al día. Dos de las miembros históricas del grupo, que se hacen llamar Frida Kahlo y Kathe Kollwitz, estuvieron en Madrid, ocultas bajo sus máscaras de gorilas y escenificaron una conferencia sobre su movimiento, compuesto por una cantidad indeterminada de artistas estadounidenses presumiblemente de todas condiciones y digo presumiblemente porque son todas anónimas, con un sentido de anonimato colectivo de activistas precursor de los Anonymous con la máscara de Guy Fawkes. Luego largaron mucho por los medios, hablando de lo encantadas que están de que Beyoncé se declarara feminista en el escenario, ante millones de personas o de lo mucho que admiran a las Pussy Riot y a Femen. Eso está bien. Muestra solidaridad y unidad.
El grueso de la crítica va dirigido al machismo dominante, tanto en el medio cultural ("Si te violan, relájate, de todas formas, cuando denuncies, no van a creerte") como en el específicamente artístico ("¿Es necesario que una mujer tenga que estar desnuda para entrar en un Museo de arte?"). Es curioso que ese machismo de la cosificación de la mujer a través del desnudo, el erotismo, se combata en la publicidad comercial pero no en el arte. A lo mejor no se puede porque el arte es libre, mientras que la publicidad, no, porque es una actividad mercantil. Al margen de si, por ser mercantil se deja de ser libre, la cuestión es que tampoco es seguro que el arte no padezca tal condición. De hecho, la actividad de las Guerrilla Girls va contra el arte como negocio y, por tanto, la obra de arte como mercancía. Asunto complicado, sobre todo si se tiene en cuenta que toda protesta por contenidos e imágenes artísticos bordea peligrosamente la censura.
En conjunto, una actividad de arte comprometida, militante, muy digna de aplauso. Esa interpretación de la Venus de Ingres (que, a su vez, contenía una referencia a la Fornarina de Rafael), muy celebrada y conocida, tiene fuerza. La otra, menos conocida, de la Venus del espejo, de Velázquez no tiene tanta porque el tema es manido. Poca gente se resiste a imprimir sus rasgos y repintar un rostro que cree difuso.
Una sugerencia. No recuerdo que las Guerrilla Girls se hayan propuesto alguna vez aprovechar la máscara que han escogido. Han contado por qué la escogieron, les divierte la experiencia de las reacciones de la gente y explican por qué siguen usándola. Pero no sé si alguna vez han pensado sacarle partido. La primera imagen que se le viene a uno al recuerdo al ver la máscara es King Kong, que contiene una crítica al mercantilismo feroz de la época (y de todas), con un hilo conductor de un machismo apabullante, interpretación estadounidense de la leyenda la Bella y la bestia. No se me ocurre qué se podría hacer para sacar punta al hecho, pero el recurso a la máscara del gorila puede tener su mensaje.