70,8 por ciento de los catalanes a favor de la celebración de la consulta que el gobierno, el PP y el PSOE rechazan de plano. Y no hay conflicto, según dicen. Es una invención, una cortina de humo de Rajoy y Mas, para los más avisados. Un 70,8 por ciento es mucho. Bueno, pero se trata de un sondeo del Centre d'Estudis d'Opinió, un organismo catalán y, por tanto, sospechoso. ¿O no es cierto que la Generalitat de Cataluña sostiene y subvenciona una serie de órganos, instituciones, medios, entes, fundaciones, etc. catalanistas? Lo dicen y repiten empresas tan serias como El País.
¿Acaso el gobierno central no sostiene y subvenciona otra serie de fundaciones, entes, medios, instituciones y órganos unionistas? Entre ellos el CIS, que depende tanto del gobierno español como el CEO del catalán. Y, si de fundaciones se habla, mejor será bajar el tono pues aquí se subvenciona hasta la Fundación Nacional Francisco Franco. Sí, pero uno es el gobierno del Estado y el otro el de una Comunidad Autónoma. Asunto irrelevante cuando se trata de averiguar el crédito que sus sondeos merecen. Y, si se desliza sospecha, antes afectará al gobierno central que al otro. Por ejemplo, ¿por qué no pregunta el CIS cuántos españoles están a favor de que se celebre la consulta en Cataluña? Sería un dato del máximo interés. Pero no se hará, dada la tirria que los dos partidos dinásticos tienen a las consultas populares. Tanta que Rajoy las pone como ejemplo de comportamiento profundamente antidemocrático.
Un 70,8 por ciento de compacta mayoría a favor de un tema concreto es mucho; pero hay que visualizarlo. Si cabe aceptar que la participación (o intención de votar) en unas elecciones generales es un indicador implícito de la legitimidad del sistema en su conjunto, el 72,2 por ciento que pronostica el sondeo de Metroscopia para "El País", no está muy lejos del 70,8 de los catalanes. No atender a lo que desean estos equivale a no atender a lo que desea prácticamente el electorado español. Lo cual es profundamente democrático.
Ese otro sondeo, el de Metroscopia, está lleno de enseñanzas y demuestra que, frente a la sólida unidad catalana -escenificada ayer por los dirigentes de las fuerzas soberanistas en una foto que quiere ser histórica- la situación en el resto de España es de desunión, desconcierto y un relativo marasmo.
Algunos datos parecen claros. IU no levanta cabeza desde las elecciones europeas y, por muchos y denodados esfuerzos que haga Alberto Garzón por engastarla en un movimiento más amplio, de más raíz popular, más activo, su fortuna electoral pinta declinante, fagocitada por Podemos. No es probable que el aparato, los dirigentes, los militantes de la antigua organización y, sobre todo, los de su espina dorsal comunista reconozcan haber sido condenados a la poubelle de l'histoire por un viento advenedizo. Una cosa es predicar que la Humanidad está en continuo movimiento y otra moverse. IU o lo que vaya quedando de ella seguirá presentándose a las elecciones y ejercerá con Podemos el mismo papel que antes ejercía con el PSOE: quitarle votos.
El ascenso de Podemos, que muchos analistas consideran consolidado, quizá tomando sus deseos por realidades no se hace, según la encuesta, a costa del PSOE sino, si acaso, del PP, aunque sea más bien seguramente de la abstención. Es razonable suponer que en la abstención se refugiaron muchos votos socialistas en las europeas. Algunos de esos, gracias a lo que "El País" llama efecto Sánchez, quizá estén volviendo al redil y otros seguramente irán a Podemos que puede fagocitar el ala izquierda socialista como lo ha hecho con IU. Así el PSOE solo consigue alcanzar el nivel de las elecciones de 2011, que fue el más bajo de su historia en la segunda restauración.
No obstante, el medio lo presenta como una recuperación y se la atribuye a Sánchez y su efecto. Sin duda la cantidad de gente que aprueba su gestión es muchísimo mayor que la del pobre Rubalcaba, de triste memoria. Pero sigue siendo superior la de quienes lo desaprueban. Y su efecto está muy por ver. Su ubicuidad mediática pone de relieve una inconsistencia alarmante, casi de arbitrista en pleno delirio. Está claro que sus asesores le han dicho: "Pedro, ocupa todo el espacio público y no pares de hablar y de hacer propuestas; las que sean." La idea es conocida: que hablen de ti, aunque sea mal. Vale. Pero es insuficiente para competir con Podemos, que no le va muy a la zaga en intención de voto y cuyo líder es tan omnimediático como Sánchez, pero mucho más consistente.
Por cierto, no sé quién creerá acertada la táctica de acosar a Pablo Iglesias a base de sobreros para hundirlo políticamente, pero está para que lo encierren. Con cada espectáculo que le preparan se multiplica la cantidad de votantes de Podemos. Así como cada vez que Rajoy habla sobre Cataluña asciende la cantidad de independentistas.
En cuanto al PP, el batacazo es tan normal, tan lógico, tan esperable, que nadie lo discute. Ni los del PP. Son los primeros en saber que la gente no los quiere. Tres años de embustes, agresiones, autoritarismo, corrupción, arbitrariedad, involución y fracaso en todos los órdenes, incluido el del proyecto de recuperación económica que no pasa de ser una frase propagandística, tienen harta a la gente. Incluso se diría que una intención de voto de casi el 16% es excesiva.
Suelen los analistas insistir en la muerte del bipartidismo. Los dos partidos dinásticos no llegan al 40 por ciento en intención de voto. Pero, al margen de esta consideración, lo manifiesto es que será difícil componer gobierno en España si estos datos se extrapolan a unas elecciones generales. Solo podría haber gobiernos de coalición y, según se ve, el pivote sería el PSOE. Ello explica la insistencia de Sánchez en separarse del "populismo" y presentarse bienquisto del centro.
Las perspectivas son de inestabilidad e imprevisibilidad. Una agudización del conflicto, cosa probable, quizá lleve a un gobierno de concentración catalán que haría la situación muy incómoda para el PP y daría a las elecciones municipales de mayo una importancia extraordinaria. Sobre todo en Cataluña, donde el 96 por ciento de los ayuntamientos apoya la consulta. Saldrán ayuntamientos independentistas. Si los datos del sondeo de Metroscopia se extrapolan luego a las generales, habrá mucha presión para responder con una gran coalición que, en el fondo, sería como otro gobierno de concentración esta vez español.
Pero todo esto es pura especulación. Hacer previsiones a más de dos meses vista en España es quimérico. El sistema español en su conjunto se encuentra en standby, a la defensiva, en espera del paso siguiente del nacionalismo catalán. Sin tener nada previsto ni propuesta alguna salvo una vagarosa promesa de diálogo en el caso de que el soberanismo retire la consulta que merece el crédito habitual de las promesas de Rajoy.