(Este post, como todos los de Palinuro, se acoge a la licencia Creative Commons y al escrupuloso respeto al principio de presunción de inocencia, derecho de todos, a reserva de lo que decidan los tribunales de justicia).
¿Qué eran los gangsters, aquellos tipos que salen en las series negras, mayormente radicados en Chicago en los años veinte y treinta del siglo pasado? Delincuentes organizados con actividades en diversos campos: las contratas, las licitaciones, los proyectos urbanos, los negocios al margen o al borde de la ley y una muy habitual, consistente en cobrar comisiones a garitos y comercios diversos por protegerlos de ellos mismos. Se trata de algo que no puede gestionar un malhechor aislado, ni un puñado de ellos. Se necesita cierta estructura de carácter empresarial pero, como no va a llamarse empresa por razones obvias, se llama "banda", es decir, gang y, de ahí, los gangsters, o sea, los bandidos o bandoleros en su versión rupestre.
El medio centenar de ciudadanos que ayer fueron detenidos en distintos puntos de España en una operación parecida a las de Elliott Ness, formaba una trama de dirigentes políticos, funcionarios y empresarios que, entre otras supuestas fechorías, cobraba y administraba una comisión o mordida institucional del tres por ciento de toda la contratación pública de las repectivas administraciones, autonómicas, municipales, o provinciales. Una pasta que luego se blanqueaba, se repartía y acababa en Suiza -de donde partió el chivatazo- o en los bolsillos de los participantes según, es de suponer, su grado de eficacia. Una trama, una empresa, una banda.
Hay una versión sesgada de este tipo de asuntos, que se ha visto en el caso de las tarjetas black de Caja Madrid, según la cual, la corrupción no distingue colores ni ideologías. Sí y no. Al margen de lo que suceda en Andalucía al final, lo cierto es que, aunque también se den casos de corrupción en el PSOE y en IU, son magnitudes irrisorias en comparación con los del PP, que no son "casos", sino verdaderas organizaciones para delinquir. Ni color.
En Chicago podía haber dos o más bandas, según distritos y, a veces, sus relaciones eran violentas. En España, la reciente banda Púnica parece independiente de momento de la Gürtel y las dos de la familia Pujol, una especie de gang familiar al mejor estilo siciliano. Está por ver qué relaciones tengan entre ellas ahora que sus integrantes luchan por salvar su pellejos. Probablemente habrá de todo. La omertà no es del todo segura y la lealtad en estas latitudes no es afección generalizada cuando faltan los cuartos y hay que comerse los marrones.
Los gangsters de Chicago, además de comprar o chantajear funcionarios públicos, especialmente policías, contaban con protectores y cómplices en altas esferas políticas que, en muchos casos, debían sus puestos a elecciones amañadas y financiadas con fondos ilegales. Estos se devolvían después facilitando las engorrosas tramitaciones de expedientes administrativos que favoreciesen a los donantes.
Otra ventaja de los padrinos en puestos políticos de importancia es que podían ser decisivos en el caso de que se plantearan problemas inopinados con algún juez díscolo o insólitamente independiente. Los representantes políticos presionaban a jueces y fiscales para que administraran la justicia de forma flexible... or else. Nada fastidia más a un delincuente que un juez, sobre todo si no se le puede comprar ni coaccionar de algún modo.
Esta pléyade de imputados, detenidos, procesados, condenados e indultados, que también son unos cuantos, pertenece a un partido político o hace negocios con él o con él se relaciona. Y lleva en ello años, lustros, decenios. Hasta el punto de que muchos se preguntan si, en lugar de un partido político, no será una organización de malhechores. Presunción de inocencia al canto: puede ser o no ser; lo dirán los jueces. Cierto es, sin embargo, que tiene unos responsables políticos que han defendido a aquellos o intercedido a su favor o, incluso, los han ensalzado como ejemplos de ciudadanía. Para Rajoy, Bárcenas era un tesorero cabal y Matas, Fabra, Camps, nombres de ignominia, ciudadanos y políticos ejemplares a los que debía imitarse. Elijan: este hombre no sabe lo que dice o lo sabe. Debe de saberlo porque avisó por SMS a Bárcenas de que hacía lo que podía. Y ¿qué sería ello?
Importante en el ámbito político era Aguirre que, con este tal Granados, ya cuenta con cinco exconsejeros imputados por algunos de los cuales o quizá por todos, puso la mano en el fuego. Cuando tenía mano, pues la perdió el día en que, pretextando compungida un problema de salud, se retiró de la presidencia tan inopinadamente como Rato de la del FMI y, por lo que se va viendo, quizá con los mismos resultados. Porque si algo parece ahora posible es que, por fin, se conozca la urdimbre del tamayazo.
Estos líderes políticos están acabados, ya no sirven, no pueden hacer nada. Junto a los cuatro jinetes del Apocalipsis neoliberal cabalgaba un quinto, la corrupción, el bandidaje, la delincuencia organizada, que no ha dejado títere con cabeza. Pero los líderes siguen sin dimitir. Aguirre salió a interpretar un papel de María Magdalena que, la verdad, se le da bastante mal. Pedía muy contrita a los corruptos que dejaran sus cargos. Pero ella no deja el suyo a pesar de que tiene pendientes aclaraciones de envergadura en el tamayazo, FUNDESCAM y en el pintoresco asunto de la famosa gestapillo, al parecer una creación del señor Granados.
Tampoco cabe esperar la dimisión de Rajoy. Todo lo más, una declaración preocupada por la situación cual si se tratara de algo absolutamente ajeno a él, perteneciente a otro orden del ser, como el pedrisco. Y hasta es posible que se haga a través de un plasma que quizá, como parece sucedió con el anterior, se pague en negro.
Hay que ahorrar el numerario para las fianzas.