Con fecha 27 de enero pasado, don Jon Iñarritu García, diputado de Amaiur en el Congreso, miembro del grupo mixto, formula varias preguntas rogando respuesta escrita al gobierno. Quiere saber en qué medida han intercedido por España Santa Teresa de Jesús y la Virgen del Rocío, qué mejoras se han observado después de condecorar a la Virgen del Pilar, si el gobierno espera otras intervenciones divinas y sobrenaturales y por parte de quién, y si aspira a convertir España en un Estado confesional.
Seguramente la Mesa del Congreso no admitirá las preguntas por considerarlas improcedentes, una rechifla, vamos. Y, sí, tienen bastante de rechifla. Pero no más que las declaraciones de los ministros y autoridades hablando de las intercesiones celestiales en actos oficiales. La exposición de motivos de las preguntas lo deja bien claro. Esas declaraciones y actos del gobierno recuerdan al diputado los tiempos del nacionalcatolicismo. Así es. Y suenan igual a rechifla. Pero con una diferencia esencial: los gobernantes creen en lo que dicen. Están en trato frecuente con Santa Teresa, la Virgen del Rocío, la del Pilar y las diez mil novecientas noventa y nueve restantes. Mientras que el diputado de Amaiur probablemente es un descreído. Por eso sus preguntas son una rechifla.
El asunto está al nivel de la comunicación y el debate públicos en España. El ABC trae un artículo sobre cómo evitar la masturbación y otros nefandos pecados. Es pura doctrina del Opus. A los sabios consejos acerca de cómo no andar tonteando con las partes pudendas, se añaden advertencias muy serias sobre la conveniencia de que los novios se vean lo menos posible porque de las vistas se pasa a los toqueteos y de ahí, ya se sabe. Corona la pieza una consideración sobre los abortos en caso de violación que, sin decirlo claramente, pide de hecho que se prohíban.
Con el infumable proyecto de ley contra las mujeres, los prohibicionistas están perdiendo el oremus. Dicen todas esas tonterías sobre la masturbación y las relaciones prematrimoniales (de la homosexualidad ni se habla porque no les cabe en la cabeza), porque, como buenos beatos, viven obsesionados con aquello que condenan, el sexo, y se pasan la vida regodeándose -ellos sí- en el vicio solitario de las fantasías eróticas que no los dejan vivir. Es lógico que sus ministros meapilas vayan dándose golpes de pecho en los actos oficiales y rezando novenarios a la Virgen y también lo es que un diputado haga las mentadas preguntas siendo, encima, ateo. Si fuera creyente -cosa que no está descartada, por cierto- a lo mejor las preguntas buscaban más exacta información. Si Palinuro fuera el gobierno contestaría en esta onda, asegurando al diputado que Santa Teresa y la Virgen del Rocío han intercedido valiosamente y su acción ya se echa de ver en el milagroso cambio de actitud de nuestros vecinos; la Virgen del Pilar ha mejorado mucho el rendimiento de la Guardia Civil, su amadrinada; sí, el gobierno espera otras intervenciones sobrenaturales pero son parte del secreto de Estado que comparte con las potencias celestiales, sus aliadas; el gobierno no quiere convertir España en un Estado confesiona, no le hace falta. España es un Estado naturalmente confesional, católico para más señas.
Todo esto parece absurdo. Y lo es.