divendres, 18 d’octubre del 2013

Cospedal mete la pata.


Ahí se ha pasado la mañana del viernes la dueña dolorida, trasmutada en dueña ofendida, sentada en mitad de la sala de audiencia, teniendo que escuchar cómo Bárcenas la acusaba ante el juez y los periodistas de mangante, cobradora de sobresueldos ilegales. Su gesto de indignada virtud superpuesta a su avinagrado rostro habitual era todo un cuadro que mostrará a las generacioness venideras -como se lo mostraría a ella de tener algunas luces, que no es el caso- lo que jamás debe hacerse cuando tiene uno la reputación en el alero, a los pies de las bestias, en bocas maledicentes, en coplas de ciegos, crónicas de tribunales y tiradas de plumillas malévolos. Ni haber contratado con el dinero de todos al máximo tiralevitas y pelota del Reino, Nacho Villa, como jefe de agit-prop pepero de la telemancha puede mitigar el bochorno que cualquier persona normal sentiría al verse acusada en sede judicial de ser una corrupta.

Y el caso es que la dueña hoy juzgada se ve en estos malos trances exclusivamente por culpa suya. Su arrogancia la llevó a responder con demandas y querellas frente a las acusaciones de Bárcenas y esas machadas la han traído a la penosa situación en que se encuentra. Tan penosa que, si se activa el vídeo de la imagen, podrá verse cómo la dama, sumida en sus cuitas, está a punto de escalfarse los morros contra un árbol. Va la muy necia por lana y sale trasquilada.

Y mira que era sencillo no meter la pata de esta forma. Bastaba con ver qué hacía su mucho más espabilado jefe, Rajoy, en similar circunstancia a la suya ya que Bárcenas también lo acusa de haber trincado pastuqui en B, en negro, en cajas, en sobres y a la pata coja pues, por lo que va viéndose, todos estos ciudadanos tan dignos del PP forman una corporación de presuntos trincones al estilo de la Opera de tres (mil) euros. En efecto, ¿que hizo Rajoy, acusado de lo mismo que Cospedal? Callarse como una momia, no responder, no abrir el pico, no querellarse ni demandar a nadie y esperar que la tormenta pase confiando, como le dijo a una perpleja periodista de Bloomberg en que hay cosas que no pueden demostrarse. Tan cierto como que el pontevedrés completa un viejo apotegma bíblico: "Hay tres cosas que no pueden probarse: el surco del pez en el agua, el del ave en el cielo y la caricia del hombre en la mujer", añadiendo una cuarta: "la mano de Rajoy y los suyos en la caja B".

En efecto y ¿por qué estando en la misma situación, la dueña está enjaretada en los tribunales y el otro trisca en libertad, largando embustes si parar? Sencillamente, porque Cospedal, cegada por su orgullo y su necedad, no calibra el resultado de sus actos. Ahora, algo mejor avisada, ha retirado su demanda contra El País como la han retirado sus secuaces y amigos, Teófila Martínez, Arenas, etc, antes de verse pringados en el mismo cúmulo de mentiras, contramentiras, cuentos, trolas de esta señora con el despido de Bárcenas, el diferido y la general mangancia en que están todos hasta las orejas. Porque, bien se ha visto hasta la fecha, los fiscales y los jueces no quieren ni oír hablar de llamar a estos presuntos sobrecogedores (Rajoy, la propia Cospedal, Aznar, Cascos, etc) a declarar, prueba evidente del vigor y la independencia de la justicia en España. Ha sido ella misma la que ha metido la gamba, ella misma quien, tirándose del ronzal, se encuentra en mitad del fregado

Según el abogado de Cospedal es Bárcenas quien tiene que probar que su clienta se embolsó la pastuqui. Bueno. Tratándose de una señora que no sabe ni cuántos sueldos cobra, ni cuántos sobresueldos,  ni por qué suele olvidarse picos de consideración en sus declaraciones de ingresos, ni aclara de dónde saca la pasta para comprarse una casa de 2,5 millones de euros, ni da cuenta de presuntas mordidas de 200.000 euros, ni tiene claro en cuántos abrevaderos cobra sus dineros su marido, no parece asunto muy relevante, a la hora de aconsejarle con todo cariño que, en lugar de seguir calentando sillas en salas de juicios y embistiendo árboles, presente su dimisión y se pierda en el caritativo olvido de las gentes.

NB: el caso Bárcenas es tan claramente el caso Rajoy que el tesorero declara por plasma, como su amigo Plasmariano.

(La imagen es una captura del vídeo de 20 Minutos).