dimecres, 8 de maig del 2013

Sr. Rajoy: toca hablar de Bárcenas.


De nada sirvió el conjuro de las meigas de no mentar la soga en casa del ahorcado. El nombre de Bárcenas se filtra por las rendijas de las puertas, relumbra en las pantallas de los televisores como un fuego de San Telmo, resuena en los ecos de los valles alpinos. Suiza investigará los papeles de Bárcenas. La supuesta corrupción barcéniga se internacionaliza. No es impensable que un juez helvético envíe una comisión rogatoria preguntando por las relaciones entre Rajoy y Bárcenas, a tenor de lo que se desprende de los papeles que habrá que poner a su disposición. Y ya tenemos al presidente del gobierno abriendo portadas de todos los periódicos del mundo como presunto corrupto, cual ya lo estuvo en el New York Times hace unos días.

Realmente la situación era insostenible cuando se remató con el informe que la UDEF (la policía) ha remitido al juez, documentando un latrocinio tremendo, continuado en el tiempo, que afecta a los gobiernos del PP y al propio PP en todos sus niveles pero especialmente en los más altos. Según la policía, determinados empresarios recibieron adjudicaciones públicas ilegales por valor de 12.281 millones de euros y, a cambio, los beneficiados ingresaban de modo irregular 4,6 millones de euros que luego el partido se encargaba de camuflar con destino a gastos de campañas o las faltriqueras de los más altos dirigentes. El trinque y la malversación como formas de gobierno muy lucrativos también para esta pandilla de pomposos mangantes.

La situación que pinta el informe de la policía no es llevadera en ninguna democracia del mundo. El gobierno no puede estar pendiente de las revelaciones que se hagan en un proceso penal en el que está implicado indiciariamente. Es más, ante los nuevos descubrimientos su presidente está obligado a comparecer en sede parlamentaria y dar las explicaciones pertinentes sobre su comportamiento. Porque los años que el informe policial abarca son de 2001 a 2012, cuando Rajoy llevaba algunos de presidente del partido y, por lo tanto, responsable político último de cuanto en él se haya hecho.

Y toca hablar de Bárcenas. Llegar al Parlamento y explicar cuáles fueron las relaciones del hoy presidente del gobierno con el entonces tesorero del partido y que duraron cuatro años. Explicar a cuánto ascendieron en total los supuestos sobresueldos y, dado que se cobraron en mitad de lo más agudo de la crisis, con qué autoridad se pedían sacrificios a la gente del común al tiempo que se cobraban sobresueldos de dudosa legalidad y cierta inmoralidad e, incluso, se incrementaban en porcentajes escandalosos, de más del 20 por ciento.

Si realizada esta comunicación pública, el gobierno de Rajoy sigue al mando, después de haber confesado paladinamente su fracaso en el último consejo de ministros es porque el PP está desorientado y no sabe qué hacer pues no cuenta con un recambio para Rajoy. La insistencia de Esperanza Aguirre de postularse como candidata solo arrastra a su fiel infantería en los medios que le son adictos, pero ni un dirigente de relieve. Al contrario, los espanta con esa especie de catón neoliberal que recita en cuanto le ponen delante un micrófono como si fueran los pensamientos del Rey Salomón.

Hay que hablar de Bárcenas y aceptar las responsabilidades. No rehuir el bulto. Dimitir de plano y convocar elecciones podría ser una solución. Algunos la tacharán de imprudente y precipitada pues pilla a los dos partidos dinásticos en situación calamitosa. Tampoco hay gran inconveniente. Las elecciones pueden retrasarse un tiempo prudencial -tampoco mucho, pues lo que no se arregla en tres meses tampoco se arregla en seis- y, entre tanto, encargar a una comisión gestora interpartidista la tarea de la gobernación.

Son muchas las cuestiones. Algunas, peliagudas. Eso es la política, habérselas con circunstancias peliagudas, y no de mero trámite. Pero el gobierno, presidido por un presunto trincasobres, no puede seguir ni un día más. Tanto él como toda la panda, parecen llevar años pillando sobresueldos con los más peregrinos nombres, desde "compensación" a "gastos de representación", pero todo dinero negrísimo que, aplicado también al partido, permitía a este ganar elecciones con mayorías absolutas absolutamente tramposas.

(La imagen es una caricatura mía por el procedimiento de "animalización" sobre una foto de IgnisFatuus, bajo licencia Creative Commons).