divendres, 17 de maig del 2013

Cuidado con los cascotes.


Mira por donde lo de meter a los banqueros en la cárcel -algo que se suponía solo propio de utopías como la lejana Thule- está al alcance de cualquier infeliz PIG. Con Rodrigo Rato cantando la gallina ante el juez y el ecurridizo Blesa entre barrotes, el beneficio y la mamandurria están acabándose. Añádase la prolongada estancia a la sombra de Correa y la de Díaz Ferrán, al fin y al cabo colegas de profesión emprendedora, según las reglas de marketing de José María el Tempranillo y el agitado futuro judicial de Arturo Fernández y tenemos un cuadro de presuntos responsables/beneficiarios de la crisis/estafa perseguidos por la justicia inimaginable hace un año.

La trituradora sigue. La maquinaria del Estado de derecho es lenta y suele tropezar con los obstáculos que continuamente se le ponen en el camino, especialmente los gobernantes cuando se ven próximos al banquillo. Pero, a la larga, va tejiendo un relato de lo que ha sucedido en este país en los últimos veinte años. Un relato tremendo, la historia de una estafa que nace como burbuja inmobiliaria, fomentada por granujas y sinvergüenzas que la llaman "liberalización del suelo". A su sombra se teje una red de delincuencia organizada en la que están supuestamente pringados el PP, sus administraciones públicas y una sarta de empresarios corruptos todos los cuales llevan años esquilmando el erario público, estafando a los contribuyentes en una orgía de dispendios, malversaciones, apropiaciones ilegales, cohechos y trapacerías de todo tipo. En el caso de los dirigentes y gobernantes del PP se añaden presuntas prácticas mafiosas de cobros ilegales que llegan a afectar al presidente del gobierno. Una política de enchufismo sin límites y de desgobierno de la administración pública en la que campan como el caballo de Atila porque, en el fondo, si el Estado se arruina, les da lo mismo ya que ellos lo quieren privatizado a su exclusivo servicio.

Todo con un sistema mediático tupido hecho de medios privados incondicionales y públicos manipulados, poblados por periodistas en nómina del PP (incluidos los que también cobran sobres) y opinantes a cobro fijo, encargados de agredir sistemáticamente las voces críticas y la oposición y de ensalzar las virtudes del neoliberalismo: desregulación, "liberalización" y privatización, esto es, pillaje de los bienes comunes; "flexibilización" de las relaciones industriales, es decir, despido libre y desprotección de los trabajadores; y "racionalización" del resto del gasto público, o sea, eliminación de prestaciones, subsidios, servicios sociales.

Los mendas ahora entre rejas y los que puedan estarlo, tendrán que explicar qué han hecho para ocasionar esta catástrofe y qué relaciones tenían con los políticos. Blesa era un hombre de Aznar; Rato, de Rajoy; González, el fracasado González, de Aguirre. Todos querían echar mano del fabuloso Eldorado de la Caja, de las cajas en general. El dinero de la gente, de los ahorradores, "administrado" por una pandilla de inútiles, enchufados y corruptos, puesto al servicio de empresarios ladrones, políticos codiciosos, para auténticas estafas en las que también podía participar el partido y por todo lo cual se autoasignaban unos sueldos, pluses y jubilaciones estratosféricas, sin duda como premio al hecho de haber arruinado las cajas y causado la mayor crisis de la historia del país. Quizá por ello el PP pagaba, supuestamente, "compensaciones" a sus más destacados dirigentes: para compensarlos por lo que no pillaban en las cajas.

A trancas y barrancas, la justicia avanza. Desde luego, es de risa que el caso Blesa se deba a Manos Limpias, como otro muy reciente. Demuestra que el PSOE vive en la inopia o algo peor. En estos procesos, Gürtel, Bárcenas, Rato, Blesa, van a aparecer -ya lo han hecho- los nombres de los políticos más importantes del PP, de Aznar y Rajoy a Cospedal, Aguirre o Arenas. Es posible que muchos de ellos hayan de declarar en las actuaciones. Aznar tendrá que explicarlo todo: por qué cobraba los "gastos de representación" y quién sufragó sus dispendios. Rajoy habrá de contar en público ante el juez -por fin, ya que en el Parlamento no hay modo de sacárselo- cuánto cobraba  y por qué conceptos, incluido ese cargo de registrador de la propiedad del que, al parecer, no sabe nada. Aguirre deberá explicar cuáles fueron sus relaciones  con Díaz Ferrán y quién pagó sus campañas electorales.

Añádanse las tribulaciones de la Casa Real, empezando por las renovadas del Rey, a quien las recientes revelaciones del diario póstumo del jefe de su Casa, Fernández Campo, al parecer dejan a los pies de los caballos en lo referente a su actuación el 23-F. O mejor dicho, de los burros.

Y como colofones, los EREs fraudulentos de Andalucía y las relaciones de Feijóo con un narcotraficante.

El baile ha comenzado.