Cuando Rajoy quiere hablar a los medios españoles se va a París o Berlín o Bruselas. Mejor fuera decir: cuando no le queda más remedio que hablar a los medios, ya que querer no quiere nunca, pero en el extranjero no le permiten hacer lo que hace aquí: escaquearse , esconderse, parapetarse detrás de sus ministros, no pisar el Parlamento salvo el mínimo imprescindible. Y, cuando es fuerza que aparezca, por ejemplo hace unas fechas en el Ritz a apoyar a Cospedal, literalmente abrasada por el ridículo hecho en el caso de Bárcenas, no acepta preguntas y se escabulle por la puerta de servicio por miedo a la ciudadanía en la calle.
Rajoy es un presidente ausente, mudo, oculto en el palacio de La Moncloa, acorralado por la corrupción que invade su partido y de la que es directo responsable por ser su presidente y haberse beneficiado de ella o, cuando menos, haber hecho la vista gorda. La rebelión de Bárcenas lo tiene contra las cuerdas y probablemente ocupa todo su tiempo que va desde ordenar silencio a su partido hasta, al parecer, interferir en los procesos judiciales en curso y llamar al Consejo General del Poder Judicial, para presionar a fin de que su caso vaya a unos u otros jueces, más o menos favorables a su persona.
Eso es lo único que le importa, que le obsesiona: salvar su pellejo, razón por la cual no gobierna pero despliega febril actividad para embarullar la acción de la justicia frente a la que se encuentra bajo sospecha de haberse lucrado con unos repartos mafiosos de pasta que supuestamente preparaba el omnipresente Bárcenas. Cualquier otra persona de mediano carácter, convicción y dignidad ya hubiera dimitido. Es insoportable ejercer como presidente del gobierno estando bajo sospecha de ser un corrupto. Es algo moralmente insostenible.
Pero a él le da igual. Un hombre que reconoce haber llegado al poder mediante trampas y mentiras y que afirma igualmente que seguirá mintiendo cuanto haga falta en función de los "intereses generales", que no son otros que los suyos personales y los de sus apoyos partidistas, financieros, amiguistas, caciquiles y enchufados es un lastre para el pais. No solamente no dimite él, como debiera, sino que se opone resueltamente a que dimitan sus subordinados aunque estén metidos hasta el cuello en la corrupción porque los utiliza como barrera protectora, para evitar verse él en posición de lanzamiento.
Es marrullero, confuso, ambiguo, cantinflero, carente de todo crédito y autoridad, con la proverbial mala fe de la derecha española y bastante cobarde. Su bunkerización, su encierro y silencio, su permanente ausencia son los reponsables de que el país vaya a la deriva de una recesión que no solamente no se ha resuelto sino que se agrava por momentos. Ayuda y mucho la fabulosa incompetencia de un equipo descoordinado, dejado a las lamentables ocurrencias de ministr@s a cada cual más chusco, mientras el presidente otea su horizonte penal.
Los medios y políticos extranjeros han calado hace tiempo al personaje. La opinión general sobre Rajoy oscila entre considerarlo el político más incompetente de Europa (un europdiputado británico en una sesión plenaria del Parlamento europeo) hasta tenerlo por un señorito de casino de provincias que llevará España al desastre, al decir del Economist o el Wall Street Journal. No mejora en nada su imagen el hecho de que, como suele pasar, sea el único mandatario europeo que no habla ninguna de las lenguas del continente y aun la propia la farfulla de modo lamentable.
Pero a él sigue dándole igual porque su idea de la dignidad de su cargo es como su conocimiento de lenguas: inexistente. Calcula, además, con astucia ladina de aldea, que el desprestigio que arrastra en el exterior no llega al interior porque supone que sus compatriotas somos como él, que no hablamos idiomas y no no nos enteramos de lo que sucede fuera.
Él tiene un proyecto, un modelo, una pauta: su misión es aplicar en España las órdenes que le dicten los alemanes, los mercados, los grandes bancos y hacerlo en contra de los intereses de la mayoría de la población, incluidos sus votantes a los que engañó, como engañó a muchos otros españoles y a favor de los de la oligarquía financiera, los grandes empresarios, el capital. Esa es su función y para eso le pagan espléndidamente, incluidos supuestamente jugosos sobres diligentemente gestionados por el amigo Bárcenas, a quien Rajoy ha negado no ya tres veces, como Pedro a Cristo, sino treinta veces tres, del puro miedo que le tiene.
Para terminar el retrato, un par de retoques finales: que las pocas veces que sale sea a recibir órdenes de Merkel o a presenciar un partido de fútbol dice todo sobre la fibra moral y la capacidad intelectual de este presidente ausente.
(La imagen es una captura del vídeo de La Moncloa en el en Public Domain).