Rajoy ha escenificado el enésimo atentado contra la decencia, la honradez, el derecho a la información y la libertad de expresión. Parapetado tras una pantalla, encerrado en una sala con los suyos, habiendo confinado a los periodistas en otra, sin admitir preguntas, ha espetado un insultante declaración a la ciudadanía como podría hacer Big Brother. Y sin preguntas. Quien no admite preguntas es porque quiere ocultar las respuestas, porque está pringado, como lo está este individuo, vergüenza de su partido, del país y de Europa entera.
La ridícula comparecencia con monólogo balbuciente y leído, para no cometer algún desliz procesalmente relevante, se resume en el típico discurso exculpatorio de todo delincuente: la inocencia y nobleza de sus actos, todos impolutos, señor juez. Son las envidiash e insidiash de los enemigos. Las mentiras vienen en tres niveles:
La persona. Juro que yo no he sido. Además, pringaos, sabed que he perdido dinero viniendo a la política y dejando mi lucrativo puesto de registrador. Mentira. Lleva 34 años en política. Ha ejercido meses como registrador y, si sumamos todo lo que ha pillado, ha amasado una fortuna a base de sueldos, supuestos sobresueldos, dobles sueldos, dietas indebidas, presuntas rentas de la plaza de registrador y todos los gastos pagados, incluidos los trajes. (¡Pobre Camps! ¡Qué tonto fuiste!) Como todos ellos, este pájaro ha venido a la política a forrarse. Añade, tomando a la audiencia por imbécil, que mostrará su inocencia publicando sus declaraciones de la renta. Pero ¿qué tienen que ver las declaraciones al fisco con el dinero que se haya pillado en negro? Nada. ¿Desde cuando declaran los ladrones a Hacienda lo robado? Si de verdad quiere refutar las insinuacionesh y las insidiash y probar su inocencia, queréllese contra El País y, sobre todo, contra Bárcenas. Todo lo que no sea querellarse e ir a los tribunales es puro trilerismo, hocus pocus de chorizo y mangante.
Caballero ¿no dudará usted de mi honradez? No, señor presidente, no dudo: la niego rotundamente.
El Partido. Ya lo dijo Cospedal: es un ataque al PP. Envidia de fracasados en las elecciones. El PP no tiene contabilidad en negro ni cuentas en el extranjero. Ya hay una fiel mandada escrutando los libros de Génova (y no los bolsillos de los peperos que es en donde, al parecer, está la pastuqui) y el partido no tiene cuentas en el extranjero. La prueba, contra la innegable evidencia en contrario, está en su palabra y la de Cospedal (otra presunta sebrecogedora) que valen tanto como una ñorda de vaca en un prado. Según parece, hay montones de peperos pringados en cobros ilegales e inmorales. Si de verdad el PP quiere salir impoluto y probar su inocencia que vaya al juez también y se querelle. Que ponga todo en manos de la justicia y en lugar de obstaculizar, hacer trampas, amenazar a diestro y siniestro; que colabore con los tribunales para que se vea con claridad si, como insinúa el presunto trilero mayor de la banda, el culpable de todo es el sibilino Rubalcaba con sus asechanzash.
España. Ya lo dijo el Caudillo, además de su fiel seguidora, Cospedal: quien me ataca a mí, ataca a España. ¿Acaso no es hoy lo mismo? Un ataque a España en un momento gravísimo de su historia. La Antiespaña en acción. Quieren los judeomasones de hoy apartar al líder indiscutible de su entrega total a la salud de la Patria. Otra vez mentira. La gravedad del momento la ocasiona, precisamente, que el gobierno esté en manos de una pandilla de presuntos ladrones encabezada por un embustero empedernido a quien no parece preocupar otra cosa que seguir mangando. Si el gobierno quiere quedar limpio y defenderse, pues es su presidente el considerado ladrón, debe igualmente ir a los tribunales, querellarse también. Todo lo que no sea eso es presentarse ante Merkel como un unverschämte Dieb o "ladrón desvergonzado".
Caballero, ¿no dudará usted de la acrisolada honradez y la entrega del gobierno de España? No, señor presidente, no lo tengo por gobierno sino, a la vista de las informaciones no refutadas, por una pandilla de ladrones. Y, a propósito, cuénteme cómo va a evitar que en Berlín los periodistas le pregunten ante el mundo entero lo que no pudieron preguntarle hoy? Hay trileros que, además, son imbéciles.
Y esa es la situación. Rajoy se niega a asumir responsabilidad alguna, rechaza la evidencia, no se querella, no informa, se esconde o parapeta, balbucea estupideces y pretende seguir arrastrando el país al abismo de indignidad a que se dirige él. Confía en que las fuerzas de seguridad seguirán reprimiendo a la población y protegiendo a la manga de sinvergüenzas que dan las órdenes; que sus lacayos en sus televisiones y los lameculos de los medios privados sigan desinformando sistemáticamente; que no salgan más papeles ni más pruebas de una corrupción en la que parecen estar tod@s hasta las cejas.
¿Y qué pasará si mañana saca El País más pruebas? Por ejemplo, algún recibí.
Creo que, si Rajoy se obstina en escabullir el bulto y en seguir ignorando la opinión pública (por cierto, ya van 683.813 firmas pidiendo la dimisión de la cúpula del PP, esto es, de lo que parece ser una asociación de delincuentes), si, a pesar de todo, el mayor responsable de esta catástrofe nacional se aferra desvergonzadamente al cargo, hay que forzarlo a irse. Y como en su partido parece faltar la honradez, el coraje y la decisión para exigir su marcha y dado que el país se encuentra en un callejón sin salida. habrá llegado el turno del Rey, una de cuyas funciones es (art. 56) arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. Siendo evidente que las instituciones no funcionan pues quienes las rigen en todos los órdenes están ocupados a salvar su pellejo procesalmente, el Rey debe llamar a Rajoy y pedirle la dimisión.