Según mis noticias, TVE ha censurado una escena de homosexualidad en una serie propia, que se emite en horario de máxima audiencia, pretextando la audiencia infantil. Los niños no pueden ver cómo dos hombres (o dos mujeres) se besan. Pero sí pueden ver que se odian, se engañan, se envenenan, se asesinan, incluso entre hermanos. Tampoco es tan extraño. Al fin y al cabo, Caín y Abel no se llevaban muy bien. Desde luego, es una curiosa forma de entender la moral. La serie, según parece, es una imitación de Falcon Crest. Eso sí que me parece obsceno: adaptar productos culturales extranjeros, copiarlos, adoptar pautas culturales, formas de vida, costumbres extrañas, exponiendo situaciones que aparentan ser reales pero están fuera de la realidad cotidiana de la gente. Es un asalto, una imitación lacayuna y una renuncia a elaborar ficciones y relatos en los que la gente pueda reconocerse.
Pero, en fin, lo cañí es tomarla con la homosexualidad. Como ya no pueden tratarla de delito, han dado en la flor de considerarla una enfermedad, aunque la OMS hace años que la ha eliminado de la lista oficial de dolencias. No importa, en la España eterna se la sigue considerando una efermedad en virtud de la superior autoridad del obispado, experto en estos asuntos. Por eso hasta ofrece curarla. La autoridad secular, algo más prudente que la espiritual, prefiere invisibilizarla. Los matrimonios homosexuales, la homosexualidad han desaparecido de la Educación para a ciudadanía. Por supuesto, en la tele los chicos no se besan y, si se besan, se corta la escena. Y eso que esta no se rodó en el procaz extranjero sino en el viril solar patrio.
Claro, el Consejo de Europa la ha tomado con TVE, a la que acusa de someterse a las presiones del gobierno. TVE lo niega en solemne comunicado y tiene razón. TVE no se somete a las presiones del gobierno. Es el gobierno. O, mejor dicho, parte de él. Es su aparato de publicidad y propaganda con absoluta desfachatez. No saben los señores del Consejo de Europa qué es la España cañí. Podrían darse una vuelta por el foro.
El Rey está para el arrastre pero no puede abdicar porque es un momento muy malo para el prestigio de la Monarquía. La abdicación de la Reina de Holanda, frecuentemente empleada como espejo de la Corona española, no tiene nada que ver. Si se quiere emplear el caso como ejemplo, compárese con Isabel II de Inglaterra, que en tres años habrá reinado tantos como la Reina Victoria. La Monarquía no es una institución racional y no se atiene a pautas racionales. Cada cual abdica cuando le parece. Lo cañí de la historia es que el Rey no puede abdicar debido a la maraña de complicaciones procesales en que se encuentra su familia. Visto lo visto, quién sabe si él mismo. Siendo Rey, es irresponsable; pero no siéndolo, estando abdicado, cabría sostener lo contrario. El Rey Juan Carlos I no está sujeto a responsabilidad. ¿Y el ciudadano Juan Carlos de Borbón? Esa sería otra historia.
Lo último en cañí vuelve a los niños. Los escolares de la pública que lleven fiambrera (ahora llamada tupper por la misma razón por la cual el rompecabezas de toda la vida se llama puzzle) pagarán 3,8€ en concepto de ignoro qué. El precio del menú en el Congreso de los Diputados es de 3,5€. Sus señorías tienen el papeo subvencionado con cargo a los fondos públicos. Los escolares pagan incluso sin tener por qué. No comprendo cómo se puede permitir algo así.
Y cañí del todo es el asunto de los sobres. Rajoy ha prohibido a los suyos, gobierno y partido, hablar de él. Igual que la TVE escamotea los besos entre hombres. Pero los besos existen y los sobres, también. Los últimos han salido hasta en el New York Times. Es decir, son la comidilla mundial. En definitiva, un nuevo ataque, una nueva infamia de la conspiración judeo-masónica antiespañola. Eso sí que es cañí.