El capital; no el dinero. El pobre dinero no tiene la culpa de nada. Cuando, en mis años mozos, traduje La filosofía del dinero, de Simmel, quedé convencido de que se trata de uno de los más maravillosos inventos de la humanidad. El dinero es la materialización de una idea, de algo que, en sí mismo, carece de consistencia: la idea del valor y la necesidad de medirlo. Por eso al principio la idea estaba adherida a la cosa que era valiosa normalmente por escasa, la moneda (que viene del latín Moneo, de Venus Moneta) era la cosa misma: la sal, la piel, la oveja, la vaca. Luego se descubrió el valor nominal y apareció el papel moneda, el dinero, que ya era rizar el rizo de la segunda abstracción. Pero el valor seguía midiéndose en términos de escasez.
Lo anterior se ve claramente con un ejemplo cotidiano: ¿es hoy el trabajo escaso? No, hay de sobra. El trabajo, por tanto, vale muy poco, casi nada. Y los salarios tienden a cero. Esto, sin duda, es inhumano, dado que el trabajo, la fuerza de trabajo, es todo con lo que cuenta la inmensa mayoría de la humanidad para sobrevivir. Pero la culpa no es del dinero, sino del capital que no son lo mismo, aunque a veces se confundan. No todos los ricos son capitalistas, pero seguramente todos los capitalistas serán ricos.
El capital es el dinero en acción, igual que el viento es el aire en movimiento. El capital es una relación social, como decía Marx. Esa relación se da en una sociedad con una determinada distribución del dinero, de la riqueza, en la que algunos tratan de incrementar la suya a base de cambiar la vida de los demás. Es entonces cuando actúan como capital y pueden hacerlo de modo legal o ilegal, moral o inmoral. El capital tiende a saltarse la legalidad y la moralidad, las que experimenta siempre como enojosas restricciones al logro de su objetivo del máximo lucro. Un ejemplo bien claro y evidente es la noticia de que algunas afamadas empresas españolas o extranjeras pero con presencia en España explotan trabajo infantil en otros continentes. Y, de seguir las cosas así, quizá se haga también en este y en este país.
Le viene de antiguo al capital. Prácticamente todas las empresas capitalistas del mundo comenzaron con eso que los economistas llaman "acumulación primitiva" de capital. Fundamentalmente actividades de robo, saqueo, piratería o rapiña luego consagradas con el paso del tiempo y las leyes y hasta ennoblecidas. El capital tiende al delito como la cabra al monte. Por eso se inventaron las regulaciones, intervenciones, legislaciones que el capital está siempre tratando de sacudirse. Es legítimo preguntarse ¿de qué está hecho el capital?
Pues básicamente de lo que un juez -obligado siempre a hablar de casos y personas concretas- acaba de dictaminar en el de Urdangarin, que este está poseído por un desmedido afán de lucro. Un desmedido afán de lucro lleva a alguien a traspasar la línea de la legalidad y jugarse su buen nombre y el de los suyos en actividades empresariales, de acumulación primitiva, en las que todo vale, el nombre del Rey o de una amiga del Rey.
Más o menos lo mismo que impulsa a Bárcenas. Sus actividades empresariales parecen ser muy variadas, desde el sector agropecuario al comercio de obras de arte. Pero están fundamentadas en un dinero acumulado de modo presuntamente ilícito. El capitalista, ya se sabe, tiende a ignorar las barreras legales y, cuando estas se levantan, a aprovecharse de ello. Por eso Bárcenas se acogió a la amnistía fiscal de su compañero de partido, el ministro Montoro. Y, de paso, ha creado un nuevo problema político al gobierno. Sin duda por orden de este, Hacienda se columpió negando en declaración pública que Bárcenas se hubiera acogido a la amnistía fiscal. Bárcenas ha probado ante el juez que, en efecto, "blanqueó" casi once millones de euros. Es decir: ahí, señoría, están once milloncejos del ala, "regularizados", como dice la ley y no "blanqueados", como dice la chusma. De los otros once hasta los veintidós que había en un principio, aquí nadie sabe nada.
¿De qué está hecho el capital? De lo que dice el juez, "el desmedido afán de lucro". Y otro día hablamos de la Iglesia.