Hasta el ABC, fiel escudero, pide al PP la aclaración del caso Bárcenas. Y Esperanza Aguirre, trasterrada en regiones hiperbóreas, habla de una crisis institucional muy grave que debe aclararse caiga quien caiga. Es fácil imaginar cuya caída quiere doña Esperanza, pero eso es una prueba más del argumento de Palinuro: en España, diga lo que diga el ABC, Aguirre o Nostradamus, los delitos los aclaran, juzgan y sentencian los jueces. No los partidos políticos que, como su nombre indica, son partes.
El fiscal general del Estado no ve razones para investigar de oficio el caso Bárcenas, pero sí para pedir el reingreso en prisión de Alfon. La vista del fiscal general no coincide con la de Palinuro, quien investigaría de oficio lo de Bárcenas y dejaría en paz a Alfon. Pero eso es asunto del fiscal general. Hay pruebas suficientes para mover la acción de su ministerio a instancia de parte directamente perjudicada. Los dineros movidos de modo presuntamente ilegal proceden del erario público, de todos nosotros como contribuyentes. Base suficiente para iniciar la acción. E incluir en ella a Rajoy. En tanto no se demuestre lo contrario, Rajoy sabía pues, según parece, ordenó en 2009 a Cospedal poner fin a la delictiva práctica. Y, si lo sabía, ¿cómo no lo denunció, cual era su deber moral y jurídico? Ahí es a donde hay que llevar este asunto. Al juez.
Sin perjuicio de las responsabilidades políticas y el debate en sede parlamentaria, ambas asimismo obligadas. Sáez de Santamaría no dice sí ni no. Solo es contundente en lo referente a sí misma: ella, los sobres, ni olerlos. Cospedal, gárrula e incongruente, como siempre, dice que no le consta sobre alguno en su tiempo de secretaria general y, además, el portador no es miembro del partido. Por tanto, los sobres son cosa suya, como sus gemelos o su champú. Arenas jamás vio un solo sobre en su época de secretariado. Nadie ha visto sobre alguno, excepto Verstrynge, pero ese ya se sabe que tiene reconcome. Esos sobres cada vez parecen más los freaks del Bosco, los monstruos de la razón o las tentaciones de San Antonio: producto de mentes enfermizas con intenciones aviesas de mancillar la impoluta imagen del PP, rebosante de gente de acrisolada conducta.
Rajoy, como de costumbre, retraído en ignota madriguera, debe de considerar los sobres una siniestra presencia de la Santa Compaña, la que se aparecía a su compatriota don Juan Manuel de Montenegro en las Comedias bárbaras. ¡Ay, señor, qué romance de lobos! O de lobas, quizá, pues hay quien relata en lo profundo de Lantañón que la pérfida Aguirre anda tramando el hundimiento del mayorazgo. En fin, ¿Rajoy decir algo? Altamente improbable, aunque hoy tiene previsto hablar en Almería. Doble contra sencillo a que dice una cosa y la contraria; o no. Y todo entre perogrulladas. Allá va: Claro que defendí la inocencia del señor Bárcenas. Pero como defenderé siempre la de cualquier español, esté en donde esté. Porque soy español y somos una gran nación, aunque Mas no quiera aceptarlo. ¿Unos sobres? ¿Unos sobres? Hombre, no pretenderá usted que me ponga a seguir todo el papeleo administrativo de la presidencia, sobres, archivos, dossiers. Por eso estamos potenciando el e-Governement, que no sé si saben ustedes... ¿Dinero negro? ¿Negro? No nos consta. Se lo he preguntado a la secretaria general y no nos consta. Mire, la gente habla y habla, muchas veces sin saber. ¡Qué sabrá gente de qué color es el dinero del señor..., del señor..., del señor ¿qué? ¿Bárcenas? Pero eso, ¿no es un pueblo de Cantabria?
Bien, hasta aquí, la parte hispánica del esperpento de los sobres voladores como los pájaros de Hitchkock. Viene ahora la otra. ¿No iba Rajoy a restaurar la confianza de los mercados en España? Pues no sé. Los mercados tienen una tendencia calvinista y suelen ver con malos ojos prestar dinero a una gente que, o lo reparte en sobres o se lo lleva crudo a Suiza. A un gobierno cuyo ministro de Hacienda amnistía a los grandes defraudadores, en especial a los de su partido. A unas autoridades que piden dinero para enjugar el déficit pero le perdonan 1.200 millones de euros a un gringo que va a traer un casino, menuda contribución al tejido industrial del país. Mañana, según parece, saca el New York Times un reportaje sobre la corrupción en España. Confianza a raudales. Sin duda.
¿Y qué me dicen del personaje en sí mismo? Es como el hombre invisible de Wells. Nadie lo ha visto. Nadie lo ve. Solo se ven sus cosas, su coche, su mesa, su sombrero, sus cajas. Pero a él, no. Al parecer, Cospedal compartía o comparte con él la titularidad de una cuenta corriente del PP, no queda claro si de disposición individual o forzosamente conjunta. De ser lo segundo habrá sido curioso ver la pluma Mont Blanc firmando sola los cheques. Pero, además, el hombre invisible tiene una secretaria y una documentación en la sede genovesa cuyo contenido será interesante revisar. A lo mejor aparecen las cuentas por sobres u otros conceptos. La contabilidad debiera enseñarse en la Facultad de Bellas Artes.
Nada, hombre, toda la tropa a explicarse ante el juez. Y, ya de paso, que tanto la devota dama castellano-manchega como Rajoy expliquen por qué motivo cobran dos sueldos, uno por cargo institucional y otro por cargo de dirección del partido gracias al cual son cargo institucional.
Por cierto, a acabo de leer que el hijo de Baltar se ha cargado la posibilidad de investigar el comportamiento presuntamente corrupto de su padre. ¿Algo que objetar, pringaos?
Por cierto, a acabo de leer que el hijo de Baltar se ha cargado la posibilidad de investigar el comportamiento presuntamente corrupto de su padre. ¿Algo que objetar, pringaos?