A la izquierda, la sábana que cuelga Palinuro en seguimiento de la recomendación del personal sanitario que defiende la sanidad pública. No podemos perder esta batalla. Hay que apoyar a los médicos y al resto del personal de los hospitales públicos. Conseguir que sigan siendo públicos. Sin caer en las trampas y señuelos de los sofistas de la privatización. Es un expolio de la colectividad mediante el que se entregan a unas empresas privadas unas infraestructuras fabulosas por las que no han pagado nada para que hagan negocios opíparos. En definitiva, negocios a costa de nuestra salud.
Hasta la fecha el gobierno de la C.A. de Madrid no ha mostrado un solo estudio independiente que pruebe el ahorro o la mayor eficiencia de la privatización. Ni ha consultado una sola vez con los estamentos afectados. Ha impuesto un plan poco menos que secreto, probablemente pactado con las empresas y sin información pública creíble. Es una decisión política que queda en evidencia cuando el responsable del plan de privatización, el consejero de Sanidad, Fernández-Lasquetty, espeta a un entrevistador que "no hay negociación posible". Fina sensibilidad democrática. Todo el mundo a callar y a hacer lo que yo diga, aunque no esté fundamentado en nada sino en mi deseo de enriquecer a mis amigos a costa del derecho a la salud de la población.
No, no podemos perder esta batalla y el señor Fernández-Lasquetty debe dimitir.
En mitad de este fragor, con el conjunto de la sociedad convulsa por todo tipo de conflictos, sociales, territoriales, profesionales, etc, el PSOE se esfuerza en emprender el camino de la suma perfección budista, alcanzar la imperturbabilidad absoluta que lo lleve a fundirse con la nada, a suspenderse en el cosmos. Cuenta El País que el pasado 16 de diciembre, antes pues de las elecciones catalanas, Rubalcaba reunió discretamente en Madrid a los barones de su predilección junto a otros altos cargos también cercanos en cuerpo y alma para arbitrar huis clos la marcha del partido en los próximos dos a tres años: nada de agitaciones internas, nada de cuestiones orgánicas, primarias o no primarias, nada de nombres y cargos: paz, ataraxia, quietud, nirvana. Necesitamos sosiego, apartamiento del mundo para la gran obra de regeneración ideológica que espera en un magno congreso en enero dedicado a las cosas de la teoría. Hay que reaparecer portando una nueva oferta a la ciudadanía, algo que permita al partido recuperar la confianza del electorado.
La dirección ha encargado a Ramón Jáuregui la tarea de poner negro sobre blanco el prodigio de la nueva Ave Fénix. Jáuregui ha reunido una nutrida cuota del estamento pensante -son, parece, trescientas cabezas- dividido en especialidades y se encargará luego de sintetizar sus propuestas y conclusiones en un documento programático. Algo que recuerda el extinto Programa 2000 que no pasó de la crisis de 1992. Ahora se pretende que la crisis no sea la enterradora, sino la partera de la nueva criatura a la que, por seguir la costumbre, podrían bautizar Programa 3000. Ya se sabe que estos programas no duran tanto, aunque tampoco suelen ser tan efímeros como el último de Rajoy. Para todo esto se requiere la paz, el olvido de un convento zen.
¡Esos jóvenes que han salido con un vídeo pidiendo perdón! Jáuregui les echa una paternal reprimenda. Lo del perdón está fuera de lugar. Quietos todos que hay que reflexionar. Sin embargo, los penitentes vuelven al ataque y es la consejera de Presidencia e Igualdad de la Junta de Andalucía, Díaz Pacheco, la que pide perdón en nombre propio y en el del presidente Griñán por haber reformado la Constitución sin consultar a la ciudadanía. No sé si Jáuregui estará de acuerdo pero esto es más que pedir perdón; esto es adelantar y sacar al ámbito público un debate que muchos quisieran interno y, a ser posible, que ni lo hubiera. Con tanto ruido es imposible alcanzar la perfección zen, consistente en la más absoluta inacción.
Téngase en cuenta que esa realidad conflictiva, con un gobierno que agrede sistemáticamente al pueblo y un pueblo que empieza a organizarse en formas de autodefensa, están produciéndose hechos que tendrán su influencia después en los resultados electorales de las izquierdas. De momento, la percepción que tiene la ciudadanía es que los únicos que están haciendo frente de verdad a las agresiones del gobierno son los de IU. Esa iniciativa que han tenido de querellarse contra Cristina Cifuentes por intentar criminalizar el ejercicio de los derechos constitucionales es magnífica y merece el aplauso y el apoyo de todos los demócratas. Hay que parar esta maquinaria de represión que nos viene encima en todos los niveles, físicos y mentales. Y los únicos que están presentes claramente en las movilizaciones de resistencia son los de IU. Esto recuerda los tiempos del franquismo cuando quien quería luchar contra Franco tenía que ingresar en el Partido Comunista, que era el único que lo hacía. Como ahora con el neofranquismo.
Eso es lo que tenía que hacer también el PSOE, aparte desde luego de la refundación ideológica: estar en la calle, ayudar a la gente que, según reconocen sus dirigentes, lo está pasando mal, pronunciarse sobre los abusos del gobierno y oponerse a ellos, combatirlos en el Parlamento y en los tribunales. La versión catalana de IU propone una conferencia de unión de todas las izquierdas para hacer frente a las políticas de expolio, que el gobierno llama de "austeridad". Ignoro si considera de izquierda el PSC, pero eso es lo que debía de estar haciendo el PSOE: convocar una conferencia unitaria de la izquierda en busca de una plataforma común de lucha contra la gestión neoliberal de la crisis con arreglo a la cual esta la pagan los sectores más desfavorecidos. Dejen el zen para otro momento.
(La imagen es una foto de Jessie Pearl, bajo licencia Creative Commons).