dissabte, 10 de novembre del 2012

Reflexión sobre El País

Palinuro tuvo siempre una relación difícil y ambigua con El País; una relación con altibajos, momentos de colaboración, de amor, de distanciamiento, de frialdad, de enemistad, de todo. A veces era el diario el que pedía la colaboración; a veces era el propio Palinuro el que la ofrecía. Pero nunca hubo un trato fluido y duradero sino que siempre se interrumpía abruptamente. Unas veces era el periódico el que cortaba; otras, era Palinuro quien interrumpía. Ignoro qué razones tuviera el diario para su negativa. Sí sé en cambio las de Palinuro para la suya: la prepotencia (o lo que Palinuro juzgaba prepotencia) de El País, una actitud de insoportable superioridad moral, de permanente aleccionamiento, de hinchada soberbia. Algo así como "somos l@s únic@s civilizad@s y cult@s en este país de brut@s; somos demócratas y tolerantes en la patria del autoritarismo y la intolerancia; somos l@s mejores, l@s de nivel europeo en la tierra de la garrulería africana". Siempre atribuí ese insoportable complejo de alzarse como conciencia ética de España a la altanería, al engreimiento de Cebrián, y no se me escapaba que esa actitud impregnaba en gran medida el comportamiento de much@s mediocres de que el periodista había tenido la habilidad de rodearse y que son los que, al final, se han cargado el producto. Mediocres. Por supuesto, no tod@s pero sí, la mayoría de aquell@s con los que Palinuro tuvo que tratar. Por supuesto, en los años en que vivía Polanco, Cebrián, cuya única habilidad real ha sido ganarse la voluntad del empresario santanderino (tan buen negociante como mal conocedor de los seres humanos), era el gran muñidor. Sobre él recaía parte del poder que irradiaba Polanco y enfrentarse a él era muy peligroso. Tanto que prácticamente nadie lo hacía. Y mucho menos lo dejaba por escrito, como hizo Palinuro en alguna ocasión. Muy peligroso. Se te cerraban puertas y la gente que, en secreto, coincidía contigo, en público lo negaba y nadie te daba cuartel.
Ahora ya está claro, ¿verdad? De superioridad ética, nada; de tolerancia, menos. De comprensión y comportamiento decente con l@s trabajador@s, menos que nada. El ERE del diario ha puesto ya en evidencia a los ojos de todo el mundo de qué pasta está hecho el personaje y qué juicio merece su gestión. Tras haber llevado Prisa -la empresa de Polanco- a la ruina por su incompetencia, aplica la vía más dura, inhumana de la reforma laboral para expulsar asalariad@s y aduce además razones (están "viej@s"; son muy "car@s") inmorales para dichas por un menda que tiene 64 años y se lleva a casa un millón de euros mensuales. Un millón de euros mensuales en una empresa prácticamente en quiebra. Debe de ser el mayor ejemplo de falta de principios éticos de los últimos años; la mayor vergüenza; o, mejor, la mayor desvergüenza.
Lo siento por tod@s aquell@s que, de buena fe, tenían El País por un referente de comportamiento humano, ético, democrático, progresista, tolerante. Bien claro ha quedado ya: la misma ñorda de las empresas capitalistas de siempre bajo el mando de un incompetente movido por la ciega codicia y que hace pagar a l@s trabajador@s las consecuencias de los desastres que organiza.
Pero, ¿qué esperaban? Todo en el personaje era impostura: no solamente no era buen gestor (como es hoy patente) sino que tampoco era progresista ni nada de lo que decía ser. Sin duda es académico; pero no por sus méritos reales, pues no tiene ninguno, sino por su capacidad para la intriga. Igualmente está a la vista su bajísimo nivel como escritor, articulista, ensayista y novelista. Basta con hojear sus insufribles productos. Pero parecía otra cosa porque, dado el poder de que disfrutaba vicariamente, casi nadie se atrevía a decir lo que hoy tod@s ven con meridiana claridad. No solo no se atrevía nadie sino que todo el mundo le bailaba el agua, hablaba maravillas de su inexistente talento y hasta le hacían críticas aduladoras y sonrojantes a sus escritos, críticas compradas al miedo y que hoy pudren las páginas de El País. ¿Acaso no se rodó una plúmbea película con ayudas oficiales sobre la novela que perpetró, La rusa? Y así todo. Así pasó por ser alguien intelectualmente quien, sin ser nadie, prosperó a la sombra de una empresa que otro puso en marcha con su esfuerzo, solo para hundirla en lo económico y dejarla al descubierto como un lamentable embuste. El último de la transición.
Toda la solidaridad de Palinuro con la redacción. Ninguna con el manojo de mediocres que ha medrado a la sombra de un hombre capaz de decir que un millón de euros de una empresa que está en la práctica ruina es "un sueldo dentro del mercado"; mediocres que tampoco se atreven a revelar en público en las asambleas de trabajador@s a l@s que van a despedir y rebajar el sueldo, a cuánto alcanzan los suyos. 
(La imagen es una foto de micora , bajo licencia Creative Commons).