No se trata de repartir alegremente responsabilidades entre toda la cofradía, de diluirlas en una acción colectiva acéfala, de la que nadie se responsabiliza. Ni hablar.
La mujer de Barakaldo que ayer cometió suicidio por el desahucio ha conmovido la conciencia nacional, ha provocado una oleada de indignación, ha echado a la calle a miles de ciudadanos en esa ciudad. El hecho se conoce el mismo día en que se hacen públicos los datos del último barómetro que reflejan la pobrísima opinión que los ciudadanos tienen de los políticos. Solo para comprender que, aun siendo baja, es demasiado alta, como se comprueba con el asunto de los desahucios. No, no es cosa de repartir alegremente las responsabilidades. Un@s son más responsables que otr@s.
Los primeros de todos, desde luego, los mismos bancos. Los principales responsables de este espantoso drama de los desahucios son los bancos, los que los mueven. 500 ejecuciones diarias; quince mil al mes. 400.000 en los últimos años. En ese aluvión de injusticia, de iniquidad, muchas voces han señalado la crueldad de que los bancos rescatados con dineros públicos sigan ejecutando los desahucios de aquellos de cuyos dineros se benefician. Muchos lanzamientos no son solamente injusticias; son verdaderos crímenes.
El segundo orden de responsabilidad lo comparten los cómplices, esto es, quienes por acción u omisión permiten que se cometan estas tropelías y hasta las amparan. Los políticos. Es sabido que el PP y el PSOE votaron en 2011 en contra de la dación en pago. Todavía en marzo de este año, el PP convalidó en el Congreso un decreto de dación en pago tremendamente restrictivo y el PSOE se abstuvo en la votación. Es verdadera complicidad que probablemente se explique por razones inconfesables que apunten a las condonaciones de créditos de los bancos/cajas a los partidos. En una palabra: estos no quieren incomodar a los acreedores. Y las consecuencias las pagan las gentes corrientes y molientes a las que antes se ha dejado sin trabajo, sin ingresos, sin prestaciones, ni ayudas, ni subvenciones, ni servicios. Nada. Y, después de nada, a la calle.
Traten de conciliar esta actuación o falta de actuación con los bonitos discursos sobre el humanismo por el que se desviven los dos principales partidos, el cristiano del PP y el racional, kantiano, del PSOE. El hecho es que no casan.
El tercer orden de responsabilidad recae sobre tod@s nosotr@s, el conjunto de l@s ciudadan@s a quienes nos es perfectamente aplicable el conocidísimo poema de Martin Niemöller, cambiando algunos conceptos: primero fueron por los trabajadores, luego por los dependientes, después por los jubilados, más tarde por los desahuciados. Somos el conjunto de los ciudadanos que, por no confiar en nuestras fuerzas o por no molestarnos, hemos permitido que las cosas lleguen a estos dramáticos extremos de suicidios y huelgas de hambre que son suicidios a término. Solo quedan excluidos, para honra propia y bochorno de los demás, los que han dedicado su tiempo y su trabajo a las plataformas contra los desahucios, quienes se han implicado personalmente y han conseguido, no solamente parar muchas ejecuciones sino, en último término, obligar a los políticos a que fuercen a los bancos a frenar los desahucios. Estos ciudadanos de las PAHs merecen el aplauso y el apoyo de tod@s.
Dos colectividades más merecen mención en este asunto: los jueces y la iglesia. Los jueces han tardado en tomar partido y lo han hecho hace poco por boca de sus principales asociaciones, pero lo han hecho. Han dicho de forma muy gráfica que los han convertido en agencias de cobros, en los hombres del frac de los bancos y que urge cambiar la ley no solo para librarlos de tan impropia posición sino para remediar una injusticia sangrante.
De cambiar la ley hablan también los obispos, pero no para poner coto a los atropellos con la vivienda sino para terminar con el matrimonio gay que debe de parecerles más peligroso que dejar a las familias sin techo. Lo importante no es que las familias se queden en la calle sino que estén compuestas por un hombre y una mujer, como dicen los curas que manda Dios. En cuanto a los desahucios, los obispos recomiendan rezar.
Los desahucios son un fracaso colectivo con distintos niveles de responsabilidad. Y hay que ponerle remedio porque las familias son más importantes que los bancos. Estén compuestas como estén compuestas.