dimarts, 12 de juny del 2012

País de corruptos.

Que España está al borde del precipicio se sabe desde que el mentiroso compulsivo que nos gobierna para nuestra desgracia asegurara lo contrario. Y el país está al borde del precipicio porque, además de las turbulencias económicas y financieras generales en Europa aporta un grado de corrupción tan alto que parece retratar mejor la esencia nacional que los toros, la navaja en la liga, y el indomable orgullo del español. Una corrupción generalizada que lo impregna todo, desde los tratos entre ciudadanos particulares hasta las grandes decisiones, desde las profesiones más modestas a las grandes empresas que defraudan al fisco miles de millones de euros. La corrupción, epidemia, lacra nacional, agrava la crisis porque impide calcular con exactitud ingresos y gastos y cuadrar las cuentas. Al hacerlo, mina el crédito del país en el exterior, los inversores desconfían de España pues sus cifras suelen ser falsas bien por fraude bien por incompetencia e impide que pueda recuperarse; antes bien, al contrario, al ser la situación convulsa, más gente incurre en prácticas corruptas en la esperanza de que el río revuelto traiga mayores ganancias de los defraudadores. Como así ha sido con la reciente amnistía fiscal que el gobierno ha otorgado a los grandes ladrones con capitales de origen delictivo en diversos paraísos fiscales. Una prueba patente de la connivencia entre el gobierno de la derecha y los grandes ladrones.
La corrupción generalizada, además, trenza una sórdida capa de indiferencia como rasgo esencial de la cultura política. En España puede pasar cualquier cosa que nadie dimite y a nadie se fuerza a dimitir. Especialmente entre la derecha, que es en donde se concentra el 95 por ciento de la corrupción del Estado. Es verdad que esta, la corrupción, afecta a todos los partidos, pero en absoluto con la misma intensidad. El PP es un partido mucho más corrupto que el PSOE. Pero nadie dimite y a nadie se expulsa. Diríase que los políticos premian a los ladrones y las últimas elecciones de 20-N ya han demostrado que, desde luego, los electores lo hacen. Y si es así con los políticos, que gozan de práctica impunidad, ¿por qué no habría de serlo con otros cargos y con la gente del común? No debe de haber muchos países civilizados en la tierra en los que defraudar al fisco sea timbre de gloria en las conversaciones de bares.
Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo, acusado de malversación de fondos con pruebas e indicios más que razonables, se niega a dimitir y siendo profundamente religioso, sin duda ofrecerá sus sufrimientos al Señor. Los sufrimientos. Los placeres pagados con el dinero de los demás, supuestamente se los ofrecía a sí mismo y a su acompañante, que parece ser el hombre de su vida.
En Baleares, el llamado partido bisagra, Unión Mallorquina, que presuntamente saqueaba las arcas públicas al amparo de sus alianzas consecutivas con el PP y el PSOE, ha dejado un reguero de implicados, ladrones y estafadores de toda laya, unos ya condenados en espera de sentencia y otros pendientes de procesamiento.
La corrupción del ámbito valenciano abarca toda la Comunidad que, en un ejemplo de gobiernos mafiosos del PP, ha acabado arruinado al otrora próspero Reino de Valencia. La policía cree demostrada la financición ilegal del PP de Camps en las elecciones. Pero no solamente las elecciones: prácticamente todas las actividades de la administración autonómica del PP son un ejemplo de corrupción. El director de la RTV valenciana está imputado por el desvío de más de seis millones de euros a la trama Gürtel procedentes de la estafa que se hizo con motivo de la visita de Benedicto XVI.
De lo más alto a lo más bajo. Del Papa, a la basura. El consorcio de gestión de los residuos sólidos (basura) de Alicante, constituía otra red por la que una pandilla de chorizos, entre cargos del PP y empresarios (ya condenados) y otros por condenar (encabezados por Ripoll, presidente del PP de Alicante) esquilmaba las arcas públicas y se llenaba los bolsillos. Como se los llenaba el presidente de la diputación de Castellón, Fabra. Él dice que porque le tocaba la lotería. Otros sostienen que a base de mordidas y corrupción en su gestión.
Hasta la caridad y la solidaridad están vestidas de corrupción en la Valencia del PP. Una de las mayores tramas para robar los dineros públicos se tejió en torno en la administración de las cantidades de ayudas a la cooperación que, en lugar de encaminarse a mitigar las desgracias del Tercer Mundo se quedaban en manos de militantes y cargos del PP más ladrones que Caco y que se compraban pisos, terrazas, garajes con ellos para su beneficio y solaz personales.
Ayer salió en libertad el presunto cabecilla de la trama Gürtel, la mayor red de corrupción de la democracia española, previo pago de unos miserables 200.000 euros. Existe el riesgo no solamente de que este menda, que lleva tres años a la sombra, siga robando dineros públicos o desaparezca de la circulación, sino también de que favorezca a sus compinches, muchos de ellos, probablemente, altos cargos del PP de los que quizá hoy no se sospeche y que a lo mejor son quienes han presionado para que se ponga en libertad al pájaro.
En libertad, de momento, está el yerno del Rey, Urdangarin, implicado en una serie de presuntos delitos que, en el fondo, se reducen al mismo: saqueo de dineros públicos. Pudiera estar implicada su esposa, un infanta de España y, según como se mire, hasta el Rey, al menos en la medida en que, conocedor de los "negocios" de su yerno, no activó la maquinaria de la justicia.
En la Junta de Andalucía, la administración que el PSOE ha hecho de los EREs a lo largo de los años parece haber sido un largo relato de abusos, arbitrariedades, ilegalidades, aprovechamiento, fraudes y robos muchas veces en beneficio de unos personajes que parecen salidos de un episodio de Mackie el Navaja. Es la única corrupción imputable al PSOE a la altura de las del PP en cantidad. Pero es, y con ella se rompe la pretendida inocencia de los socialistas, algunos de cuyos alcaldes y concejales en lugares de menor entidad, son tan granujas y ladrones como los del PP.
Y, finalmente, Bankia, el Titanic del robo organizado por el PP, la gran plataforma en la que la derecha en Madrid y Valencia enchufaba a legiones de amigos, simpatizantes y parientes, aunque no supieran hacer la "o" con un canuto, la gran ventanilla en la que los cargos y dirigentes se autoconcedían préstamos en condiciones fabulosas y el partido en su conjunto, se provisionaba con cargo a créditos que las cajas ya daban por perdidos al concederlos y quién sabe si también se concedían las recompensas a los truhanes que cambiaran el voto en favor de la derecha. Bankia, el ejemplo perfecto de una crisis que es una estafa pues no solamente sus entidades componentes estaban todas quebradas por la pésima y delictiva gestión de sus encargados sino que, en el último momento puso en marcha un gigantesco esquema para estafar a la gente, a los pequeños inversores, a través de los llamados productos preferentes con los que pueden haberse quedado ilegalmente con los ahorros de cientos de miles de personas. Bankia, la quintaesencia de la administración del PP, consistente en lo esencial, en robar los fondos públicos que se supone ha de salvaguardar.
En este país de la corrupta cucaña permanente, en donde roban desde los gobernantes hasta el último pichichi (si bien aquellos lo hacen en proporciones incomparablemente mayores y sabedores de su impunidad, mientras que, al pichichi, cuando lo pillan, se le cae el pelo), un rescate de 100.000 millones es un peligro muy grande: los prestamistas corren el peligro de no volver a verlos.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).